Análisis
Javier Milei, un año: logros, disrupciones y riesgos
Agitado y convulso período en el que los argentinos iniciamos una experiencia original, surgida a raíz del fastidio ciudadano por los dislates de la política tradicional. Un año de logros macroeconómicos y modos disruptivos. Una “rebelión en la granja” que acarrea una advertencia.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
Un año de gobierno. ¿Un año singular o simplemente un año más en la política argentina? ¿Un año loco o el “año del loco”?
Este período inicial del mandato de Javier Milei ha sido una etapa marcada por reformas económicas ambiciosas, retórica polarizadora y una notable tensión entre los ideales liberales proclamados y ciertas actitudes intolerantes de parte del presidente y sus seguidores más fervorosos, amplificadas a través de las redes sociales.
El primer año de Milei se destacó por avances en la estabilización económica, impulsados por un ajuste fiscal severo. La reducción de la inflación, una meta que parecía inalcanzable, es ahora un logro tangible. El enfoque en el superávit fiscal y la eliminación de subsidios excesivos fue percibido por la población, quizás por primera vez, como un mal necesario tras la crisis heredada del gobierno anterior. Las metáforas de la “motosierra” y la “licuadora” simbolizaron un proceso de ajustes dolorosos, pero orientados a restaurar la confianza en la economía. Este camino de estabilización también plantea hacia adelante un desafío: consolidar la recuperación productiva y garantizar que los beneficios económicos se traduzcan en mejoras reales para la sociedad.
Disrupciones
Con una bancada oficialista pequeña y fragmentada, Milei sorprendió al lograr avances legislativos inesperados, como la aprobación de la Ley Bases y el uso estratégico de vetos presidenciales. Estas victorias reflejan habilidad para manejar negociaciones complejas y aprovechar el desconcierto de una oposición que aún no se adapta a la profundidad de los cambios.
No obstante, estos éxitos fueron combustible para ampliar ataques verbales hacia otros sectores ingresados a la condición de casta: la prensa en especial. Este tono populista, aunque criticado por algunos, sigue resonando entre una ciudadanía hastiada de la corrupción, la demagogia y la ineficacia de los gobiernos anteriores.
Así, la polarización y la intolerancia, características de una época globalmente agitada, han permeado este primer año de gobierno, reflejando una constante tensión entre las medidas económicas razonables y los modos presidenciales exasperados. Es que el discurso de Milei, que exalta la libertad individual, contrasta con episodios que revelan cierto desprecio por el republicanismo y el debate plural. En este contexto, comienza a palparse un riesgo posible: el de parecerse o asimilarse a la casta denunciada. Porque, especialmente luego del fallido tratamiento del proyecto de ley de Ficha Limpia en la Cámara de Diputados, el combate declamado sufrió un simbólico golpe. Además, el impacto de la detención de un senador ex kirchnerista “aliado” del gobierno –que provocó un escándalo al tratar de sacar del país cientos de miles de dólares- suma otro capítulo para las especulaciones en ese sentido. En este caso ni siquiera hizo falta revolear bolsos en un convento.
¿Mimetización con lo que se combate?
La referencia al libro Rebelión en la Granja de George Orwell sirve como advertencia. En la novela, los rebeldes que derrocaron al granjero Jones terminaron adoptando los mismos vicios del régimen al que se oponían. En el cierre de la obra, ya no era posible distinguir entre los cerdos y los hombres.
Para evitar este destino, Orwell deja una lección clave en el prólogo de su obra: “Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír”. Reflexión que suena como un recordatorio de la importancia de preservar el espíritu crítico y el respeto por la diversidad de opiniones, incluso en tiempos de transformaciones profundas y disruptivas.