Invertir, no apostar

¿Es verdad que el que apuesta gana? En la vida, gana el que invierte. El que emplea su energía en planificar, en capacitarse, en estudiar, en trabajar. El que aprovecha sus talentos, que traza objetivos y se esfuerza por alcanzarlos.
En su última aparición pública, la vicepresidenta de la Nación aprovechó el acto por la repatriación de un avión usado en los horrendos "vuelos de la muerte" de la última dictadura militar para referirse al proceso de diálogo interno en la coalición gobernante que terminó con la presentación de una fórmula de supuesta unidad, liderada por el ministro de Economía, Sergio Massa.
Al comienzo de su discurso, relató cómo se fue postergando la fecha de presentación de ese avión y la participación del ahora candidato presidencial en esas gestiones. "Teníamos una reunión en mi despacho y me dijo 'voy a tratar de traerlo para el 8 de diciembre', y yo le pregunté '¿de qué año?'. Porque, a ver, estábamos en noviembre. Es buena la voluntad, pero si hay demasiada voluntad puede devenir en voluntarismo y entonces hay corregir y moderar. Le dije 'no vas a poder traerlo en diciembre'. Y ahí empezó, porque él es medio fullero, cada cosa que le digo, me dice 'te apuesto esto, te apuesto aquello, te apuesto un costillar'. Bueno, no importa, hay gente que apuesta, y está bien apostar, porque para ganar hay que apostar", expresó.
El interrogante surgió enseguida: ¿es verdad que el que apuesta gana? Los juegos de azar aparecieron como el mejor ejemplo para desmentir la afirmación. En ellos, casi siempre, el que apuesta pierde. De lo contrario, no podrían sobrevivir las empresas que usufructúan enormes ganancias a costa de los impulsos de la gente, de la fantasiosa creencia que puede cambiar la vida si se apuesta. Quien apuesta está tratando de adivinar. Se arriesga, de manera consciente o inconsciente, a errar y a perder. Y casi siempre ocurre esto último. La realidad demuestra que, salvo en contadas ocasiones, el que apuesta no gana.
Por el contrario, despojando al verbo de las connotaciones financieras y vinculadas con el manejo del dinero que hoy predominan, en la vida, generalmente, gana el que invierte. El que emplea su energía en planificar, en capacitarse, en estudiar, en trabajar. El que aprovecha sus talentos, que traza objetivos y se esfuerza por alcanzarlos. El que sabe, aun teniendo en cuenta los imponderables del azar, los logros se alcanzan en el mediano y largo plazo. Y, por ello, dispone su voluntad y su inteligencia en la búsqueda de los modos para llevar a cabo sus metas y no fija su atención en una sola "ficha". Repetimos, no se trata solo de dinero. Tampoco de apelar a la suerte. Es una cuestión vinculada a la filosofía con la que se encara la existencia.
Improvisación, falta de idoneidad, puro voluntarismo, escasa estatura discursiva y, más grave aún, moral, son realidades visibles en una política argentina plagada de apostadores. Y de "fulleros", como calificó la vicepresidenta al ministro de Economía, hoy precandidato presidencial de su facción. De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, personajes "astutos en el arte de engañar", que hacen de sus martingalas un arte.