Inseguridad: los jubilados se protegen hasta con botones antipáticos
La inseguridad que padecen jubilados y personas mayores en nuestra ciudad ha llegado a niveles preocupantes, a tal punto que los que pueden afrontar su costo, contratan seguridad privada y se proveen de distintas herramientas para prevenir el delito. En esta nota, el testimonio de víctimas y los consejos de la policía.
De un tiempo a esta parte, la inseguridad que padecen jubilados y personas mayores ha llegado a un nivel que alarma. Se repiten los casos con nuevas mecánicas para personas de la tercera edad, con engaños como "el cuento del tío", historias sobre "renovar los billetes" y hasta la llegada de "un nuevo corralito". Ante esta realidad, muchos abuelos salieron en busca de protección, que van desde doble cerradura, pasadores en las puertas, rejas, seguridad privada y hasta botones antipánicos.
LA VOZ DE SAN JUSTO visitó a algunos vecinos de la ciudad para conocer cuáles son los recaudos que tomaron para evitar ser víctimas del delito. En todos los casos consultados, contrataron seguridad ciudadana privada para estar seguros, al menos, entre las 22 y 6 de la mañana.
Algunos tienen más de 60 años y como todo adulto mayor, deberían poder disfrutar sin miedos de su hogar, de su patio y de la vereda de la casa, de sentarse en una reposera con la vecina de al lado para compartir las novedades de los nietos o poder ir a jugar al Rumy hasta tarde con amigos y regresar cuando deseen.
"Ojalá pudiéramos hacer eso pero desde que me robaron, mis días, mis horas, mi vida entera cambió para siempre", confiesa María -la entrevistada prefirió dar un nombre ficticio para resguardase-, de 65 años que vive en el sector noreste de barrio Iturraspe desde hace 30 años.
Hace tres años, cuando llegaba de disfrutar con sus amigas de jugar al Rumy, quiso entrar su camioneta y cuando descendió del vehículo, un hombre encapuchado "bien vestido, por lo que vi" - recuerda María- la apuntó con un arma por la espalada mientras robaba pertenecías de la mujer del auto.
"Lo peor es que se llevaron mucho dinero que tenía en el vehículo que había retirado del banco para comprar regalos para la Navidad de aquel año", relata María. Desde ese momento, ella dejó de ser la misma.
La misma suerte -o mala suerte-, corrió Lily, de 57 años, docente jubilada y vecina de María. Ella vive en el barrio desde hace 12 años y también fue víctima de un asalto, pero su historia es aún más graves: entraron al quincho de su casa a plena luz del día un domingo. "Estábamos descansando y escuchamos un fuerte estruendo. Había dos hombres en el techo del quincho y a uno se le cayó la hidrolavadora. Estaban con una escalera que pasaron de una obra de construcción que daba a nuestra casa, rompieron una ventana y se llevaron de todo. Mi marido los persiguió en el auto pero los perdió. Gracias a Dios estamos vivos", recuerda.
Les cambió la vida
"Desde hace cinco años estamos `cobrando´ uno a uno. Y si bien los delincuentes no discriminan por edad, son las personas mayores, solas, el blanco principal", añade Lily.
"Antes, acá nos sentábamos en la vereda a tomar mate hasta las 22 o medianoche, pero ahora todo cambió", asegura.
La continuidad de María y Lily dio un giro por completo. "A las 18, más tardar, nos metemos todos adentro; cerramos nuestras puertas con llave y encendemos las alarmas".
La hora de la siesta se torna la más complicada, afirman. "¡Ni se te ocurra salir solo a esa hora!, porque aparecen por cualquier lado", indica María.
"Nuestra vida se condicionó totalmente. Tenemos botón antipánico en la habitación, en el baño; alarma y seguridad privada", contó la mujer de 65 años.
Tal es su temor "que uno hasta se siente inseguro en el patio de la propia casa. 'Olvidate que salga de noche a esa parte!. Tampoco lo hago en la hora de la siesta".
Apoyarse en el vecino
Para las dos mujeres, los vecinos de la cuadra son parte fundamental para su seguridad. "Todos sabemos cuándo sale uno o el otro; tenemos llaves de las casas de los vecinos por si pasa algo y debe intervenir la policía, si se van de viaje o simplemente para ver cómo están", cuenta María.
Respecto de dejar el barrio y mudarse a otro lugar, ninguna quiso hacerlo aunque la idea en algún momento fue analizada. "En esta casa tengo 30 años de recuerdos, casi toda una vida. Estoy sola y este barrio vale mucho para mí", confiesa María.
Por parte de Lily, la idea de cambiar de hogar había sido más extrema. "Pensamos en irnos pero de la ciudad pero acá están todos los afectos".
Los botones antipánico que muchos abuelos ya colocan en sus casas
Seguridad privada
Tener seguridad privada fue el último recurso que hallaron las mujeres para protegerse del delito. "El servicio que nos brindan es muy bueno, dormimos en paz, entramos y salimos tranquilos. Además, conseguir personas en las que podamos capitalizar la confianza en los tiempos que corren es un beneficio que te ofrece la empresa. Es el último método efectivo que encontramos para cuidarnos", asegura Lily.
Y cuenta que entre los vecinos probarán con los grupos de WhatssApp. "Todos sabemos usar el teléfono celular y sabemos que también nos va a ayudar a cuidarnos", concluyen.
Jorge Vercelli
"Somos el blanco perfecto para los malvivientes"
Jorge Vercelli tiene 83 años y vive en barrio 9 de Septiembre. Por suerte nunca tuvo que sufrir ningún tipo de acto delictivo pero toma todos los recaudos necesarios para su seguridad.
Tiene ventanas con seguridad, implementó una traba en la puerta de su casa y contrató seguridad privada.
El octogenario, al que le gusta disfrutar de la vida y salir con amigos, tuvo que reforzar su seguridad para salir y entrar de su domicilio tranquilo, como muchos abuelos quieren hacerlo. "El barrio es muy tranquilo pero las personas mayores somos las que más peligro corremos. Somos el blanco perfecto para los malvivientes".
"Sufrimos arrebatos, cuentos del tío y una serie de hechos que nos exponen para ser víctimas".
Vercelli es un amante del baile. Sus noches de fin de semana las comparte con amigos en el Club de Abuelos, como con Mercedes del Carmen Linares, la enfermera que en febrero de 2015 sufrió de un fuerte golpe al caer de su bicicleta cuando sufrió un robo. "Eso nos asustó un poco y en especial a mí, que soy su amigo. Por suerte ella se recuperó y pudo volver a bailar pero nos asustamos mucho", se sincera Jorge.
"Soy una persona tranquila. Vine a vivir desde la ciudad de Buenos Aires a San Francisco hace 22 años y llegué a este barrio - 9 de septiembre- y no me puedo quejar de él, pero la cosa está complicada", dice.
Tener seguridad privada le dio a Jorge cierta tranquilidad y contagió a sus vecinos. "La sociedad no es la misma de hace algunos años. Hoy se piensa y vive distinto. Si hay inseguridad, uno tiene que ver a los que son ajenos al barrio. Hay que tomar los recaudos necesarios pero no se puede vivir con miedo".
Los que menos denuncian
Según el comisario inspector Carlos Cabral, jefe de la División Investigaciones de la departamental San Justo, "los delitos más comunes que afectan a la tercera edad son 'el cuento del tío' y llamados extorsivos virtuales". En tanto, informó que se trata del segmento etareo que menos denuncia cuando sufre un hecho de inseguridad, quizá por miedo a represalias por parte de los malhechores.
En este sentido, Cabral aconsejó que "ante visitas en la casa de personas con el objetivo de cambiar o retirar dinero, deben saber que ninguna entidad bancaria hace ese tipo de trámites; por otro lado, ante las llamadas de supuestos accidentes de familiares o secuestros exprés, la gente debe saber que la policía no llama por teléfono. Si recibe una llamada de este tipo, deben comunicarse con un familiar para chequear la información".
Respecto de cómo actuar en la vida diaria, Cabral manifestó que "no es conveniente que retiren toda la jubilación del banco; sino que se haga fraccionado y siempre acompañado por alguien de confianza".
"No es conveniente llevar dinero en mano, billeteras o carteras. Pueden ser víctimas de arrebato", explicó.
En el domicilio, aseguró que "deben tener los números de teléfono a mano, pero solo por precaución. No se debe caer en una paranoia".
Por último, Cabral dijo que "los adultos mayores son los que menos denuncian tal vez por miedo o vergüenza. Deben saber que la policía está para ayudarlos cuando necesiten y no están solos".