Análisis
Informe destierra el “no se puede”
La educación con su fuerza transformadora exige revisar los modelos que limitan su impacto en contextos críticos.
No hay en el mundo voces que nieguen el poder transformador de la educación. Es una apuesta al porvenir que rompe el determinismo, habilita oportunidades, aborrece el conformismo y abre caminos. Como afirmó el Papa Francisco, “educar es siempre un acto de esperanza que invita a la coparticipación y a la transformación de la lógica estéril y paralizante de la indiferencia en otra lógica distinta, capaz de acoger nuestras pertenencias comunes”.
En un país en el que el deterioro económico y la vulnerabilidad social se han extendido, parece instalarse la lógica paralizante citada por el extinto Pontífice. Entonces, en algunos ámbitos se sostiene que las malas condiciones sociales y económicas de un vasto sector de la población son un obstáculo imposible de sortear.
Esta lógica del “no se puede”, que convierte a la escuela en un receptáculo de voluntades apagadas y en un mero sitio de contención social ha sufrido un golpe luego de los hallazgos contenidos en el informe titulado “El nivel socioeconómico no lo define todo: el rol de las escuelas en el rendimiento”, del Observatorio de Argentinos por la Educación.
En efecto, a partir de los resultados de la evaluación Aprender 2023 de primaria y del Relevamiento Anual 2023 de la Secretaría de Educación de la Nación, el informe analiza cuánto influyen las condiciones sociales en el rendimiento académico de las escuelas, pero también indaga en el impacto de variables propias de la escuela y del aula, como el clima escolar, la formación y antigüedad del director, la capacitación docente y el tiempo efectivo de clases. El documento llega a la conclusión de que, si bien el contexto influye, la presencia de estas variables muestra que las escuelas pueden actuar de manera efectiva para mejorar los aprendizajes de sus alumnos, incluso en contextos desfavorables.
A partir de estas premisas iniciales, los autores del informe estimaron un rendimiento “esperado” para cada escuela y lo compararon con el rendimiento real. Encontraron que, a nivel nacional, el 35% de las escuelas supera lo esperado según el contexto de sus estudiantes, lo que demuestra que es posible lograr buenos resultados incluso bajo circunstancias socioeconómicas negativas. En este sentido, se destacan positivamente las provincias de Neuquén (41%), Chubut (40%), Entre Ríos (38%) y Mendoza (38%): son las que tienen las mayores proporciones de escuelas que rinden por encima de lo esperado. Inmediatamente después viene Córdoba con un 37%, mientras que en Santa Fe el porcentaje se reduce al 32% de sus escuelas. En cambio, Formosa (59%), Corrientes, Santiago del Estero y Misiones (53%) concentran la mayor cantidad de escuelas con desempeños por debajo de lo esperable según el contexto.
Constatar que las escuelas tienen siempre un margen de acción para elevar la calidad educativa si se cumplen determinados requisitos es un hecho que reafirma aquel poder esperanzador de la educación, lo que obliga a repensar los modelos que niegan posibilidades por el entorno social, que quitan horas de clase, que menosprecian la función del maestro, que privilegian la ideología y que no focalizan el eje de la formación integral del docente.
El informe destierra la idea de que hay destinos prefijados, originados en la condición socioeconómica. No es verdad que no se puede.
Hace varios años, cuando se profetizaba que la tecnología iba a determinar la desaparición del libro físico, el escritor Marcos Aguinis aconsejó no desarmar las bibliotecas porque cuando la energía falle, tomaremos esos libros y saldremos a leer al rayo del sol. A la luz de lo ocurrido, quizás se trate de una reflexión profética.