Incluirse a los martillazos
¿Cómo que una mujer es carpintera? La historia de Mara Acevedo, la única mujer en el taller de carpintería de Vínculos, en nuestra ciudad. Y cómo hablar de inclusión entre nubes de aserrín y el chillar infinito de una caladora.
Por Manuel Ruiz
Mara Acevedo no va a decir ni una sola vez en la entrevista la palabra inclusión. Quizás, no le pasó por la cabeza ni una sola vez pensar que ella es un ejemplo rotundo de eso.
Mara, la única mujer que forma parte del taller de carpintería de la ONG Vínculos, en nuestra ciudad, va a decir que está acá clavando y sacando clavos, aprendiendo a usar la maquinaria específica, barnizando y pintando las piezas, porque simplemente "me gusta la carpintería".
No es algo menor, asegura la fundadora y referente de Vínculos, Claudia Lenis. "Que una adolescente, como Mara, sepa que le gusta algo como a ella le gusta venir a aprender carpintería -porque ella viene feliz al taller-, no es algo menor. Que un adolescente tanga claro qué le gusta, no es algo común. Entonces hay que ayudarla y potenciarle eso que siente", dijo Lenis a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Entonces, para el gusto, no hay barrera, no hay preconceptos, estereotipos. Hay miedo, sí. El temor lógico de empezar algo nuevo, de hacer algo que nunca antes había hecho en su vida, hacer algo que ni siquiera había imaginado que iba a hacer.
Pero el caso de Mara es un testimonio de inclusión completo. Primero porque llegó a Vínculos para pelearle a un par de infiernos en los que había caído, y segundo, porque es una mujer, una piba, que se metió en un mundo que la masculinidad ha hegemonizado desde siempre.
En Vínculos, Mara haciendo lo que le gusta, lo que sabe y aprendió contra todo prejuicio
Entrar al patio de "La Casa", en Avellaneda al 200, y verla a ella sentada a la par de Kevin (uno de los chicos del taller) y pintando de rojo un banco que acaban de hacer para un cliente, es una revolución tan chiquita como infinita.
La simplicidad es tanta
Para Mara es todo mucho más simple. La
piba de barrio Sarmiento, una de ocho hermanos, que el año pasado abandonó la
escuela cuando cursaba el tercer año en el Colegio San Martín y que dice, va a
terminar en alguna nocturna, llegó hace dos meses al taller de la ONG para
convertirse en la primera mujer en ser parte del equipo de un espacio que lleva
seis años incluyendo jóvenes desde el trabajo cuidadoso de la madera.
"Yo iba a la psicóloga y ella me recomendó Vínculos y le dije que sí, que estaba interesada en venir y ella me nombró tres talleres: pintura, costura y carpintería. Le dije que me encantaría aprender carpintería. Vine un día, me gustó y acá estoy".
Un taller en acción, definitivamente, un
lugar vivo
"Clavo los clavos de la tablas. Ahora corto clavos con la amoladora, saco clavos de las maderas, puede usar un taladro. Nunca había usado esas herramientas antes, y al principio me dio miedo. El otro día corte con la sierra", me cuenta Mara mientras sus compañeros siguen en la rutina dentro y fuera del taller.
"Somos alrededor de nueve y soy la única mujer. Me encantó y no me importó ser la única mujer. El primer día que llegué, me trataron muy bien, aunque les pareció raro", dice Mara. A ella también le pareció raro porque la carpintería siempre estuvo referenciado a los hombres. Hasta Mara.
"En realidad, yo también puedo hacerlo. Y lo hago porque me gusta, porque aprendo día a día con los chicos, y el día de mañana podría trabajar en una carpintería", piensa en voz alta la adolescente.
Simple: puede hacerlo, le gusta hacerlo, va y lo hace. No hay nada más fuerte que la determinación de un adolescente, o un adolescente determinado.
Al aprendizaje se suma el carácter terapéutico del taller
Al principio le costaba todo: le costaba usar la lijadora, le costaba clavar los clavos, nunca había agarrado un taladro, jamás había manipulado una lijadora. La lista sigue y Mara sigue tachando cosas que nunca hizo, hasta que.
Un consejo de Mara para terminar, aunque no lo haya enunciado como tal: "Le agarrás la mano y nadie te para".
Mara construye una escalera. Elige la madera, la corta, la lija, clava cada uno de los clavos de los escalones. La escalera le sirve para salir de la oscuridad. Encuentra luz. Le gusta eso que ve, la hace feliz, parece que la escalera ya está lista. No, decide agregar más escalones. Mara sigue subiendo. Ahora sabe qué hacer para que la escalera termine cuando ella quiera.