Historias
Iglesia de Freyre: la Fe, caridad y carestía
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En el boletín parroquial el cura Laudino Cano se refirió a los reclamos que hacían “las comadres” por el aumento de los costos de los servicios religiosos.
Por Arturo A. Bienedell | LVSJ
Desde hace muchas décadas la inflación es una constante para los argentinos; su presencia nos perjudica y su ausencia, (ejemplo década de 1990) también. Este relato tiene como fuente el boletín “Ecos de nuestra comunidad”, del cual en el Archivo Gráfico y Museo Histórico hay ejemplares. El que nos ocupa llegó a los fieles en julio de 1971, editado por la parroquia de Freyre con dirección de Laudino Cano, en el cual tituló “Atención a las comadres” donde mencionó que “en las reuniones de comadres se rumorea que las misas son carísimas”.
Les explicaba que “las misas no aumentan ni disminuyen pues su valor no tiene relación alguna con el dinero; lo que ha aumentado enormemente es el costo de la vida, cosa que a todos nos afecta y lo que ha disminuido es la comprensión de quienes pueden ayudar a superar esta realidad”.
Sobre la caridad, Laudino analizó: “La ayuda a la Iglesia no debiera nacer de una imposición, sino de una consecuencia de ser cristianos o de un sentido de justicia por los servicios que la Iglesia les presta. Al faltar ese sentimiento, algunos que piden a la Iglesia sus servicios dan su limosna a regañadientes, tarde y muchas veces, nunca”.
Culpaba por cierto a la inflación y comparó: “En 1964, los pudientes daban de limosna 5 pesos por misa y 50 pesos por funerales, entierros o casamientos; hoy que el costo de vida subió un 700%, esta limosna no tiene relación alguna ni con el costo de vida ni con las posibilidades de cada uno; por eso es que a unos se les pide algo más y a otros menos; pero no hay razones para quejas por cuanto lo que se pide no llega ni a la mitad del año ´64 por causa de la inflación, ni a una décima parte de hace 20 años”.
No sólo esto planteó el cura, sino que también abordó los “magros sueldos al margen de la ley que reciben muchos obreros, peones, sirvientas, puesteros por falta de cumplimiento de la palabra empeñada por las patronales (…) lo que es causa de desmoralización que, unida a la injusticia, engendra violencia de los humildes, tan de moda hoy porque si es verdad que la inflación la sufrimos todos, se torna insoportable para los humildes”. Enseguida ponderó a los que pagaban “sueldos justos, que reduciendo algo de sus ingresos ayudan a ser feliz a una familia”.
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Cerró instando a quien pudiera, que “se prive de algo que no le hace falta, que le sobra o le es superfluo y aprenda a ser feliz ayudando a vivir y cumpliendo con los que le ayudan, porque Dios se lo recompensará con creces”.
La súplica del Padre Cano no tuvo eco y en enero de 1972, ya más severo advirtió: “Se ruega a las personas pudientes que adeudan a la parroquia servicios prestados, se sirvan cancelarlos. Hay deudores de uno a ocho años. Pagan mucho lujo en casamientos y entierros y se olvidan de la Iglesia o, lo que es peor, no tiene ninguna voluntad de hacerlo, frustrando así el servicio, la atención y tolerancia que se les tiene. Como reza el refrán ‘cuentas claras, amigos viejos’. Para ir evitando estas cosas desagradables, a partir de 1972 los servicios religiosos se abonarán al anotarlos y así queda solucionado este problema que, por falta de un poco de buena voluntad, resulta ya enojoso”.
Es posible que esta situación aún se reitere en innumerables templos. En algunas misas en zonas rurales, escuché cómo los sacerdotes a la hora de solicitar la limosna instan a ser generosos para reunir fondos para reparar los templos, y las respuestas no siempre llegan a satisfacer lo necesario. ¿Cambiará alguna vez esta situación? En épocas del Padre Cano cuando alguien consultaba por algo incierto, la respuesta solía ser: “Dios dirá”.