Basquet
Hugo Allasino, símbolo del “albo
El otrora jugador expuso las sensaciones que le despierta el reconocimiento del Club El Tala a través del torneo nacional que lleva su nombre y evocó de manera somera su trayectoria deportiva.
Es dueño de una popularidad como pocos en el ámbito del baloncesto vernáculo y sin dudas ser recordado por ser buena persona es algo que trasciende más allá de los logros. Por eso goza de un cariño que se ha mantenido inalterable a través de los años. Un legado de caballerosidad y bondad que dejó dentro y fuera del parqué.
Se puede aseverar que le ganó la pulseada al olvido, más aún cuando un torneo de carácter nacional lleva su nombre, merecido reconocimiento que le hizo El Tala, club del que es emblema e invaluable patrimonio.
Hugo José Allasino, aquel que era capaz de arrancar una sonrisa en un partido de alta tensión, sigue siendo esa persona extrovertida, con su clásico sentido del humor y por sobre todo gentil y sencilla.
Como lo hace diariamente, recorre las instalaciones de la entidad de Larrea y Avellaneda dando una mano a quienes lo necesiten, pero en el último fin de semana la actividad se intensificó en razón de la 19º edición de la competencia que le rinde homenaje.
“Fue idea del “Corcho” (Fernando) Cavallo que en su momento determinó que el torneo llevara mi nombre. Fue un lindo gesto de un gran amigo y persona, que lógicamente lo recibí con gran orgullo”, contó quien es auténtico símbolo del “albo”.
Un mimo que la entidad le hizo y lo sigue sensibilizando. “Es algo que está allá arriba, en los primeros puestos, podes ganar partidos, campeonatos, que son importantes para el desarrollo humano y del deporte, pero esto quedó como una marca registrada, la verdad que nunca me imaginé que iba a tener semejante reconocimiento”.
Así como en su época de jugador aportó esfuerzo, en la actualidad lo hace desde otro lugar, pero siempre con la camiseta puesta.
“Uno vivió toda la vida a media cuadra del club, así que estoy siempre colaborando, estuve en diferentes subcomisiones, no tengo una función específica, por ahí soy el jefe y también el último peón (risas), pero estoy siempre dispuesto para lo que me necesiten”.
“No sé si es una virtud o defecto, según como lo vean, pero no me gusta encasillarme en algo. Voy a colaborar siempre en lo que pueda, en cualquier categoría y en cualquier deporte. Uno está muy arraigado al club”, añadió.
El Tala, su casa
En ese sentido, exhibiendo su sentido de pertenencia con la institución que lo cobijó en su cancha de piso de mosaico a sus 5 años, señaló: “A veces se les preguntan a los deportistas si el club es su segunda casa, en mi caso si me pongo a analizar El Tala sería la primera y la otra de Avellaneda 737 donde estaba la panadería quedaría en segundo lugar”.
Con el transcurrir de la charla no dejó de mirar, con cierta nostalgia por cierto, el reluciente parqué del estadio “Luis Ferreyra” y los recuerdos se desprendieron del ayer.
“Siempre recuerdo la final por el torneo local con Sportivo que tenía al “Cholo” Mendoza y que perdimos, en el partido que jugamos acá, el estadio estaba de bote a bote”.
“También tengo presente la serie con Pehuenes que definimos en Bariloche y conseguimos el ascenso a la Liga B. De aquellos tiempos también vale destacar el esfuerzo que hicieron los dirigentes porque afrontamos muchos viajes”, completó.
Pura picardía
Con inolvidables vivencias sobre sus espaldas, la picardía fue su sello distintivo.
“Siempre fui bastante bromista, algunos pensaban que no me lo tomaba en serio al deporte, pero era mi personalidad, porque dentro de la cancha siempre di todo”.
“Eso sí, para los entrenamientos era remolón, especialmente para ir al gimnasio. Tengo como anécdota cuando el “profe” Orlando Olivero me decía ‘Hugo no vengas, después le digo a los dirigentes que viniste, pero no vengas’. Claro, si iba solo para molestar a mis compañeros. Equivocado o no lo vivía así”.
“Mirá, fui a los Hermanos Maristas, terminé en el ‘74, promoción octava. Mi mamá salía de la panadería a esperarme, y sabía que si venía cantando, gritando, es porque me había sacado un bruto 2 o un 1. Y si venía tranquilo era porque había sacado un 6. Es decir, siempre fui así, buena onda, era el que levantaba a mis compañeros cuando perdíamos algún partido”.
Apasionado del básquet contó que no se pierde partido, y ante la inevitable comparación de qué tiempo fue mejor, respondió: “Uno siempre dice lo pasado fue mejor, tampoco es tan así, porque las cosas van evolucionando. Ahora hay mucho vértigo, se juega rápido, pero no es que uno haya sido lento, es más friccionado. Si hoy alguno para la pelota le dicen y éste de dónde salió”.
“No sé si fue por influencia de la NBA, o porque los técnicos les gritan corre, corre. El “loco” Galliano, el “Gabi” Andrés, hasta el mismo Marcelo Milanesio me parece que no podrían jugar hoy, tenés que ser un puma para jugar”.
“Nos juntamos siempre con Gastón Blasi, Elvio Gerbaldo, el “Nuni” Barovero, y todos comentamos que así no se puede jugar, pero así se juega ahora. Las comparaciones son odiosas pero si enfrentas a un equipo de antes con los de ahora, a lo mejor nosotros pensamos más, pero ellos te pasan tres veces. Además el gimnasio no era tan fundamental como lo es ahora”.
Juego y diversión
Sin quitar la vista a uno de los partidos del torneo, comentó: “Los sigo a los chicos pero con cero dramatismo, como en mis tiempos de jugador, si tenía que hacerle una broma a un árbitro o a uno del público se la hacía, quizás no quedaba bien, pero era simpático, y siempre me fue bien en ese aspecto porque me respetaban”.
“Una vez jugando frente a Banco Córdoba, patiné y me caí, se acercó el árbitro para secar la humedad, entonces tomé la toalla y empecé a lustrarle las zapatillas. Al árbitro no le quedó otra que ponerse a reir”, recordó una de sus ocurrencias.
“Lo único que me molesta por ahí es la vehemencia de los padres, me parece que se pasan de rosca”, criticó el otrora barbado jugador que calzaba aquellas rojas zapatillas de lona All Star, sobre lo que acotó “las converse me encantaban cuando todos ya usaban las de cuero”.
También el distendido diálogo dio lugar al recuerdo de su característico lanzamiento.
“Sacaba la pelota más colgada, desde atrás de la cabeza, era una ventaja porque cuando enfrentaba a algún extranjero, que buenos o malos, tenían arriba de 2 metros y había pasarlos. Era un tiro poco ortodoxo, pero una marca mía”.
Quien desarrolló toda su carrera deportiva en el ámbito local admitió que “mi materia pendiente fue no fue jugar afuera, lo que me hubiese permitido cultivar más amistades. Tuve un par de ofrecimientos, pero ponía la excusa del trabajo en la panadería, pero la verdad era que me gustaba quedarme con mis padres, era más casero”.
“Jugué solamente en San Isidro en el Regional que ganamos el ascenso a la B. Y eso se dio porque no pude jugar la B con El Tala, quizás lo más doloroso que me pasó en el club”, completó.
Como la ocasión lo ameritaba, Allasino dejó un mensaje a los chicos. “Suelo hablar con los chicos, tampoco sin meterme en la parte técnica, y les digo que perseveren, que entrenen con ganas, que es un deporte en conjunto, donde todos tienen su valor, y que se trata de un juego donde hay que meterle esfuerzo pero siempre con buena onda”.
Un caballero
Durante la temporada ‘92- ‘93, la Asociación Argentina de Arbitros de básquet lo distinguió como el jugador más caballeresco, sin dudas destacando su ejemplar comportamiento, ese que sigue mostrando en la actualidad y que lo llevó a granjearse el cariño de todos.
“Un entrenador que me formó fue el “profe” Luis Rossi, después fui sacando cosas de otros entrenadores. Aquella distinción de los árbitros creo que fue un reconocimiento a una forma de ser dentro de la cancha, a una forma de vida”.
“Lo cierto que al básquet lo jugué con placer, siempre busqué divertirme. Al deporte lo acepté como algo lírico, lo sentí así, no dramatizaba”.
“Si volviera a nacer, haría lo mismo. Si tengo que volver a vivir lo que pasé en el club, firmo contrato”, sentenció quien dejó una huella imborrable como deportista, pero mejor aún por ser un tipo humilde, de contagiante alegría. El “último de los líricos” como lo definió una vez este cronista.