Historias intramuros, “Juancito”el cóndor que vivió en la Yrigoyen
Durante unos 20 años, un ave muy particular vivió en la escuela. Se trataba de un jote que vivió entre las paredes del colegio durante largo tiempo, al pie del cañón junto con el ombú que se transformó en su hogar.
Si algún sanfrancisqueño que ronde los 60 años comenta alguna vez que conoció un cóndor, no debe parecerles una idea descabellada. Esta historia se remonta a 1940, cuando nació la Escuela Terminal Presidente Hipólito Yrigoyen. "Juancito", como lo apodaron, fue hallado malherido en su hábitat, y lo que comenzó como una recuperación terminó siendo su nuevo "hogar", aquí en la ciudad.
El primer director de este colegio, ubicado en Jujuy al 200, fue Benjamín de Viana. Su idea no fue simplemente llevar adelante la tarea de educar a los niños, también como amante de la naturaleza quería construir un pequeño Jardín Ecológico con plantas y animales en el lugar.
Un año después de conocerse su sueño, un amigo recuperó un cóndor en las sierras y llegó hasta San Francisco. En realidad era un pichón de jote (un animal de la familia).
El ombú fue su casa
Ni bien suena el timbre de la puerta del colegio, LA VOZ DE SAN JUSTO pregunta por Eva, la mujer que atiende el kiosco. Sin embargo, mucho tiempo fue estudiante y cuando llegó a esas viejas aulas se encontró con "Juancito".
De inmediato comienza el recorrido: "Acá - por el salón de actos - no había nada, era todo patio". De repente, se para y mira hacia el norte donde termina el colegio en el límite con calle Santiago del Estero: "Allá había muchos árboles, un gallinero, pininas. Cuando vino el cóndor le hicieron un corralito y él vivía encima del ombú", rememora Eva.
Su testimonio coincide con el de Rosa Urquía, quien hoy realiza tareas de limpieza en el colegio: "Estaba siempre en el ombú, los chicos no lo molestaban, aunque sí llamaba la atención", aclara.
El cóndor fue cuidado durante su vida fuera de su hábitat por los porteros del colegio que en esa época vivían en una casita, donde hoy está el jardín.
Recuerdos
"Esto era un patio con piletas para tomar agua y una campana de recreo. El cóndor estaba siempre en un ombú que quedó en medio del cerco donde vivía libremente", según comentó Eva. A su lado había "pollos, gallinas y pininas cuidados por los porteros de la escuela".
Rosa y Eva coinciden en que "Juancito" - como lo llamaron - "vivió libre y caminaba entre los otros animales". En esa época "había muchas plantas y él tenía su propio corral".
Eva además comenta: "Las maestras me contaron que al cóndor lo trajeron lastimado, acá lo curaron y entre todos lo cuidamos. Él tenía su casita y su corralito. Era como una mascota", afirma.
Hoy Eva mantiene vivo el legado de este cóndor: "Después que murió, las maestras les enseñaron a los alumnos nuevos la historia del cóndor y hacen trabajos. Me llaman para que les cuente la historia", sonríe.
Muerte y legado
Eva y Rosa se fueron del colegio pero vinieron otros alumnos y así fue pasando el tiempo. A este cóndor - que no era tal - también le pasaron los años y maduró dejando de ser aquel pichón malherido.
"Hacía ruidos a veces. El pobrecito perdió su hábitat. Pero le salvaron la vida porque lo trajeron casi muerto", explica Eva.
El cóndor nunca se fue: "Tenía alas pero cuando los animales se acostumbran por más que tienen alas largas no se van", concluye Rosa.
Así fue. Un día, allá por el año '62, según constan en algunos registros escolares, "Juancito" dijo basta. El ave estaba vieja y tras dos décadas de vivir desde pequeño en el colegio abrió sus alas y partió al cielo. Su alma fue libre al fin.