Hay que dejar de cavar

Un viejo proverbio chino recuerda una enseñanza para este momento doloroso e incierto de la Argentina. Porque el pozo sigue haciéndose más hondo. Y lo primero que hay que hacer para empezar a salir de él, es dejar de cavar.
La Argentina bordea el precipicio. Lo viene haciendo desde hace mucho tiempo. Sus gobernantes repiten esquemas, peleas, conflictos, conductas y palabras gastadas con el mismo resultado de siempre: la crisis se acentúa, cada década el país es más pobre que la anterior, los ciclos negativos se reproducen con facilidad y el malestar social trastoca en resignación escéptica.
Cientos de veces se ha escuchado frases por el estilo. "Tocamos fondo". "Más bajo no se puede caer". "La única salida es Ezeiza". Nadie se asombra frente a la triste realidad de que el desbarranco continúa. Es una constante que ha marcado la vida de generaciones y se profundiza ante los dislates repetidos. La inclinación de la pendiente es casi vertical. En medio de este berenjenal se siguen escuchando términos insólitos para la realidad que vive el país. Persiste el liviano eslogan que afirma que estamos en el proceso de la reconstrucción argentina, por ejemplo. Sí. De la reconstrucción de los enfrentamientos en el seno del frente gobernante y también al interior de la principal coalición opositora. Actitudes de una inmadurez política que alarma.
Hace casi 60 años, el 27 de febrero de 1963, la columna editorial de LA VOZ DE SAN JUSTO se tituló "Incredulidad del pueblo en los actos de gobierno". Decía: "El país asiste sorprendido a una política de improvisaciones de todo orden, que no tiene justificativos y que provoca un sentimiento de incredulidad en la población cada día más intenso y deprimente. Es la improvisación de innovar, en cambiar una cosa por otra, en agregar una ley o un impuesto por capricho personal del funcionario de turno. Es suficiente analizar las disposiciones adoptadas por los diferentes ministros de Economía que se sucedieron en los últimos cinco años y las consecuencias perjudiciales de esta permanente inestabilidad, para comprender la imposibilidad de tener un proyecto de largo alcance".
Casi seis décadas después, y luego de épocas y circunstancias dramáticas de nuestra historia, de las que parece no extrajimos grandes aprendizajes, el descenso de la calidad de vida y de las expectativas de futuro es la consecuencia de aquella imposibilidad de acordar ese proyecto de largo alcance que permitiese encontrar puntos de partida para que la reconstrucción deje de ser una simple frase marketinera.
Ese proyecto no se conseguirá si no se abandonan los enconos, las acusaciones permanentes, la subestimación de la opinión del otro, la búsqueda de responsables, la cerrazón ideológica, los discursos que incitan a la violencia y la intolerancia. No habrá futuro mejor si se sigue haciendo lo mismo para conseguir resultados distintos, porque los caprichos siempre llevan a calles sin salida. Si el desconcierto continúa la decadencia se mantendrá. Un viejo proverbio chino recuerda una enseñanza para este momento doloroso e incierto de la Argentina. Porque el pozo sigue haciéndose más hondo. Y lo primero que hay que hacer para empezar a salir de él, es dejar de cavar.