“Hay más consensos de los que nos muestran”
El politólogo Emilio Graglia visitó San Francisco para presentar su libro "La democracia ganada" y analizó los desafíos que le restan por lograr a la sociedad argentina para superar una crisis recurrente.
"Las crisis que nos quedan son los consensos que nos faltan", reza el subtítulo del último libro publicado por Emilio Graglia, un reconocido politólogo cordobés que visitó la ciudad y dialogó con LA VOZ DE SAN JUSTO sobre los desafíos que él considera claves para que la Argentina logre una madurez política que le permita alcanzar el bienestar general del que hace décadas carece.
"La democracia ganada" es un recorrido por las oportunidades de consenso no aprovechadas, pero también una invitación a la reflexión y a entender que los políticos que muestren mayor voluntad de consenso serán los que en el futuro consigan mayor adhesión.
De hecho, para Graglia, las principales fuerzas políticas de nuestro país coinciden en muchos más aspectos de los que exponen públicamente, pero todavía hay un componente muy grande de mezquindad y confrontación que hace que no se produzca ese paso al frente que necesita el país para consolidar una democracia formal (esa que garantiza el voto) hacia una real (que permita que todos los habitantes puedan tener una mejor calidad de vida).
- En el título del libro se plantea que la democracia ya está ganada, pero si bien ya es una democracia de muchos años, los argentinos sentimos que tenemos que ganarla todos los días...
El planteo más importante del libro es preguntarnos qué democracia hemos ganado, porque hasta ahora tenemos una democracia formal. Cuando termine el período actual de Alberto Fernández vamos a estar en los 40 años de democracia. Considerando la historia política argentina eso es mucho. Esa democracia del 83, que fue la de los disensos, la que recién salía de la dictadura, era una democracia formal, de votar. La de ahora, la democracia a ganar, es la de los consensos, por eso el subtítulo plantea que las crisis que nos quedan son los consensos que nos faltan. No es que haya que sustituir a la otra, sino a partir de la otra.
- Hubo momentos, sobre todo en los albores, en que la democracia corrió riesgo...
Los primeros años, sobre todo en el gobierno de Alfonsín, todavía había riesgo de otro golpe militar. Nosotros perdemos la memoria muy fácil, pero hubo varios momentos delicados, incluso en la época de Menem. Después, cuando desaparece el riesgo de golpes militares a la vieja usanza, se da todo un proceso de vaciamiento de los contenidos reales de la democracia.
- ¿Entonces es una democracia endeble?
Es una democracia que no le da respuestas a la gente. Sí, votamos, pero no mejora la calidad de vida de la población. No hay un indicador económico que 40 años después haya mejorado.
"La democracia del 83 fue la de los disensos, la que recién salía de la dictadura, era una democracia formal, de votar. La de ahora, la democracia a ganar, es la de los consensos".
- No se dio lo que decía Alfonsín de que con la democracia se come, se cura y se educa...
Eso está planteado en el libro. Es una de las cosas que aprendimos. Ahora diríamos que decimos que solo con la democracia no se come, no se cura, no se educa. Hace faltan otras cosas, políticas públicas, pero sobre todo consenso.
- Al final de cuentas lo que quiere la gente es cierta estabilidad económica que no se consiguió en estos casi 40 años...
Pero sí hubo estabilidad institucional. Hubo dos crisis importantes en las que peligró la estabilidad institucional: la que terminó con el gobierno de Alfonsín y la que terminó con el de De la Rúa y ambas se resolvieron en el marco institucional. Después tenemos y tuvimos muchas crisis económicas, la última fue la del 2018, luego agravada por la pandemia. Ahora estamos frente a la posibilidad de demostrar si somos capaces de lograr consensos mínimos en lo del acuerdo con el fondo.
- ¿Es clave que ese acuerdo si finalmente se da sea en pos del bien común y no para lograr intereses particulares?
El vaciamiento de la democracia se mide en términos de opinión pública por la falta de confianza de la gente en las instituciones. No cree en la Justicia, en los organismos legislativos... no cree en los gobiernos. Puede tener más o menos confianza en tal o cual gobernante, imagen positiva, pero no a nivel institucional. Como no se le resuelven los problemas a la gente, dejan de creer en la democracia y el tema está en cómo recuperar la confianza.
- ¿No hubo gobiernos que lograron garantizar cierto nivel de calidad de vida?
Es que no hay forma de que a eso lo garantice un gobierno, tiene que haber acuerdo. Y según mi análisis, creo que hay más consensos de lo que parecen, de lo que muestran. La dirigencia política no está dispuesta a reconocer que están de acuerdo en muchas más cosas de las que se conocen. Por una mezquindad política no lo admiten porque el negocio es estar peleados. La famosa grieta en realidad favorece a los dos extremos del Frente de Todos y de Juntos por el Cambios. Pero lejos de los extremos, más cerca del centro, hay coincidencias notorias. Por eso ahora con lo del acuerdo con el fondo se ve quién es quién.
"El mejor momento en la imagen de Alberto Fernández y de Rodríguez Larreta fue cuando aparecían juntos. También la de Kicillof. No es verdad que la gente quiere la grieta. La gente pide que se pongan de acuerdo".
- En los inicios de la pandemia se dio la particularidad de que los principales actores políticos del país se mostraron juntos, pero duró poco...
Es que consensuar les suma más que pelear. El mejor momento en la imagen de Alberto Fernández y de (Horacio) Rodríguez Larreta fue cuando aparecían juntos. También la de (Axel) Kicillof. No es verdad que la gente quiere la grieta. Eso está medido en las encuestas de opinión: la gente pide que se pongan de acuerdo. Pasa que cuando llega el momento de votar, si no están de acuerdo, es ir para un lado o para el otro. El mensaje de la gente es "está claro que separados no me mejoran la vida, así que a ver si se ponen de acuerdo en algo". Debemos reflexionar cuántas veces perdimos la oportunidad de ponernos de acuerdo.
- ¿La 125 es un ejemplo?
Ese fue un caso emblemático, porque hubo muchas oportunidades previas para haber zafado de esa discusión. Eso lleva a la sociedad a decidir o que no siga uno, o que no vuelva otro. Eso es muy negativo. Por eso creo que hay mucho más consenso de lo que quieren aceptar. Siguen pensando que si se muestran juntos pierden, pero es al revés.
- ¿En un futuro quienes se muestren más confrontativos serán los que menos adhesión lograrán?
Lo que van a mostrar las encuestas de opinión es que los dirigentes que salieron mejor posicionados son los que demostraron -sinceramente o no- voluntad de consenso. Los que prioricen el consenso por el bien del país antes que los intereses propios van a quedar mejor parados. Y lo importante no es tanto qué consenso y sino cómo los construimos.
- Según ese criterio, Máximo Kirchner es quien peor sale parado...
Sí, de ese lado sí. Y del otro lado los que sostengan que cuanto peor es mejor también van a quedar expuestos y mal parados.
"La gente está enojada con la política, pero a la vez les pide a los políticos que se pongan de acuerdo para solucionarnos la calidad de vida. Eso quiere decir que algún grado de confianza todavía queda".
- Las elecciones presidenciales no están tan lejos...
Los dos ex presidentes que están vivos son los políticos que más imagen negativa tienen. Eso les tendría que llamar la atención, pero parece que no. Si son los que lideran los dos espacios políticos con mayor caudal de votos... no habrá consenso posible.
- El Gobierno viene amagando con una reforma judicial que no llega a concretarse...
Los poderes políticos pueden opinar sobre el Poder Judicial, de hecho designan a sus integrantes. Pero una reforma en la Justicia sin consensos mínimos, va a ser insostenible. Entre otras cosas, porque la va a inhabilitar la propia Justicia. Entonces falta una capacidad política que nadie tiene por sí mismo. Entonces, en eso también tienen que ponerse de acuerdo.
- ¿El libro tiene un mensaje positivo al respecto?
Muy positivo, esperanzado. Pero no ingenuamente. Por lo menos yo trato de no serlo. En la historia en general, pero particularmente de la democracia del 83 para acá ya quedó a dónde vamos si estamos peleados, separados, divididos. Hemos tenido otras oportunidades que desaprovechamos, es cierto. Pero nosotros vivimos hoy. Y la crisis y la madurez de la ciudad le dan a la dirigencia política una oportunidad. La gente está enojada con la política, pero a la vez les pide a los políticos que se pongan de acuerdo para solucionarnos la calidad de vida. Eso quiere decir que algún grado de confianza todavía queda.