Hablando de la Libertad: el recuerdo del show de La Renga en primera persona
LA VOZ DE SAN JUSTO cubrió el show de La Renga aquel 9 de enero de 1999. Gabriel Moyano cuenta cómo fue aquel recital y que significo para la masa "rockera" de nuestra ciudad.
Por Gabriel Moyano (*)
La postal de chicos tomando cerveza sentados en una vereda o en una plaza, cantando al ritmo de una guitarra criolla, bailando y disfrutando, grupos de fanáticos que habían viajado cientos de kilómetros para celebrar la pasión del rock fue como un cachetazo para la anodina cotideanidad de nuestra ciudad.
El asombro de la señora que protestaba porque pisaban caca en su jardín contrastaba con la alegría de los locales que veían que por fin algo diferente llegaba a San Francisco. En ese tiempo no existían I Griega, X Motivo ni Malos Tratos. No había Llenate el Mate de Rock ni radios especializadas.
Como un gol de otro partido llegó la propuesta del Víctor y fue como una jornada mágica en tiempos en que todavía se sufrían los coletazos del menemismo y se caminaba a ciegas hacia el estallido de 2001. Quiero creer que esa tarde fue como un germen.
El show fue impecable, potente. El espectáculo estuvo arriba del escenario y también en las tribunas del Boero. Las banderas que indicaban el origen de cada tribu, las bengalas en cada tema de alto contenido emotivo... tics heredados (o compartidos para ser más precisos) con el público ricotero.
La Renga estaba en la cresta de la ola con El Revelde sonando en todas las radios. Generó gran expectativa y la cumplió. Incluso con la prensa. Chizzo y Tete salieron a hablar con los cronistas y el cantante dejó una frase que aun recuerdo: "No creo que esta ciudad esté ajena a todo lo que está pasando con el rock, si no, no habría 3.000 pibes esta noche acá. Quizás solo estaba dormida".
El grupo siguió su meteórico ascenso hacia los recitales multitudinarios, los estadios comenzaron a quedarle chicos y la tragedia también tocó a su puerta. San Francisco tuvo otras noches emotivas como la de La Bersuit y Callejeros en la Rural pero sobre todo engenedró una movida roquera que dio como frutos a las bandas nombradas y otras tantas más.
Fue un largo camino que hoy choca contra el paredón de la censura, de la persecusión ideológica, de conceptos que creímos enterrados. Pero si aquella jornada de 1999 en barrio Alberione sirvió para algo para el "rocker" sanfrancisqueño, si realmente aprendió algo, lo invito a que reflexione sobre por qué hoy no tiene la libertad de ver a su banda tocando en el lugar que eligió pero sí la de comprar 5 millones de dólares por mes y seguramente a alguna conclusión habrá de arribar.
* Crónista de LA VOZ DE SAN JUSTO del recital de La Renga en San Francisco en 1999