Giuseppe, un italiano que vivió su infancia entre bombas
Llegó a los 17 años al país y a través de un tío desembarcó en San Francisco y se dedicó a diferentes actividades. La historia de un inmigrante más llegado a nuestras tierras, con un pasado sufrido y plagado de esfuerzo.
Cuando Giuseppe Lessona se acercó al diario las palabras simplemente brotaban de su boca. Tiene miles de historias que contar pero una en particular da cuenta de por qué quiere dejar testimonio de las peripecias a las que se enfrentó durante sus 87 años de vida.
Lessona llegó de la región del Piemonte a la Argentina en 1948, pero en realidad su infancia la vivió toda mientras el fascismo y el comunismo dominaban las ideas europeas y las bombas daban cuenta de la lucha por el poder durante la Segunda Guerra Mundial.
Hijo de Rosa Mazza y Pedro Lessona, de niño, a los 13, quedó huérfano producto de un bombardeo en Torino donde trabajaba su papá. A él lo salvó estar diariamente sirviendo como monaguillo en la misa en el Oratorio Salesiano Michele Rua.
Su vida no fue sencilla, antes de que sus padres murieran presenció fusilamientos, caminó entre la nieve solo para ir al Oratorio luego de levantarse a las 5 de la mañana y hasta perdió un hermano de un año por dificultades respiratorias en la guerra que destruyó los hospitales.
El destino lo depositó en nuestro país donde se quedó con su tío y padrino Antonio, el cual le dio a los 17 años un hogar y buenos consejos para hacer su vida, esa que le contó a LA VOZ DE SAN JUSTO.
De Ronsecco a Torino
Mucho antes de que Giuseppe naciera, su padre Pedro había pasado una época difícil durante la Primera Guerra Mundial. Un tío - Antonio Lessona - vivía en la Argentina y él llegó a visitarlo hasta San Francisco.
"Mi papá de soltero vino a visitarlo a mi tío en 1922 y trabajó durante muchos años en su carpintería que la tenía en Jonas Salk. Se llamaba 'Prandi - Lessona', rastreé a ese hombre pero no lo pude encontrar; sí conocí a varios amigos de mi padre que conoció cuando estuvo acá en aquel entonces", relató Giuseppe.
Por circunstancias de la vida, Pedro volvió a Italia allá por 1928. Su hijo "ignora si pensaba volver" y también los motivos del viaje, aunque asume que "hubo alguna cuestión familiar de por medio".
En 1930, Pedro se casó con una bella mujer llamada Rosa Mazza, que vivía en Ronsecco el mismo pueblo donde él nació y vivió su infancia y un año después, el 17 de marzo del '31, llegó Giuseppe cuando se mudaron a Torino, en la región del Piemonte italiano.
"Mi papá trabajaba en una fábrica que hacían todas las piezas para los tranvías y los barcos. Se casó con mi mamá y cuando yo nací, me contaron, que mi tío Antonio viajó a Italia y fue mi padrino", describió.
Pero no fue todo. La familia se agrandó con la llegada de un tercer niño que vivió un año y murió: "Sufría problemas respiratorios y entre tanta bomba y pobreza no se pudo hacer nada. Siempre me pregunto porque yo pude vivir tanto y él solo un año", se lamentó con la voz quebrada y lágrimas en los ojos.
"En 1944 quedé huérfano de padre y madre a los 13 años. Mi papá trabajaba como carpintero arreglando todos los lugares donde caían bombas porque en esa época Torino estaba siempre bombardeado"
Jugar mientras caían bombas
Lejos de cómo es en la actualidad la infancia de muchos niños, Giuseppe se puso a trabajar "en lo que le ofrecieran" desde los 11 años, sin embargo desde que tenía 3 iba a un Oratorio para que lo cuidaran.
Sobre esto rememoró: "Mis padres trabajaban los dos en dos fábricas. A mi hermana la dejaban en la casa de una amiga de ella, y mi papá 20 minutos antes de ir al trabajo me dejaba en el Oratorio Michele Rua; después al mediodía comíamos y volvía a la tarde. Ahí había de todo, entrabas según la edad y tenía incluso un carné donde timbraban la entrada y salida".
Con el tiempo y la confianza le ofrecieron ser monaguillo pero Giuseppe quería más. "Noté que había otro que llegaba temprano y le dejaban servir la misa. Así que me empecé a levantar a las 5 de la mañana para llegar temprano a las 7 antes que él y hacerlo yo, para que no me ganara", dijo entre risas.
La guerra seguía su curso, las bombas eran parte de los sonidos cotidianos, sobre todo en Torino, donde el abuelo explicó que era foco permanente de bombardeos. "Por eso mi papá nos mandó a vivir a todos de mi abuela a Ronsecco y él se quedó trabajando. Mientras estaba el estado de sitio, él casi todos los días iba en bici al pueblo para vernos a escondidas", explicó.
El amor no lo podía separar a Pedro de su amada Rosa y por eso en algunas ocasiones ella tomaba un tren y lo iba a ayudar mientras trabajaba. Así los encontró la muerte: "El 10 de octubre de 1944, a las 7, una bomba los mató a los dos. Quedé huérfano de padre y madre a los 13 años. Mi papá trabajaba como carpintero arreglando todos los lugares donde caían bombas porque en esa época Torino estaba siempre bombardeado", recordó.
Huérfano e inmigrante
Sin muchas alternativas en 1948 y cuando terminó la guerra, Giuseppe había visto demasiada desidia en sus pagos, así que decidió llegar a la Argentina y buscar nuevos sueños.
"Cuando quedé huérfano tuvimos que hacer muchos papeles porque yo era menor. Al final cuando tenía 17 años me embarqué el día de mi cumpleaños y llegué el 14 de abril a Buenos Aires", afirmó.
Su tío Antonio, el padrino del que poco recordaba lo esperó y lo trajo a San Francisco donde otra historia comenzó a contarse. "Yo después empecé a trabajar en lo que había, fui electricista, tornero, camionero, lo que fuera aunque de verdad me hubiera gustado seguir estudiando y ser quizá doctor", subrayó entre risas, una que lo caracterizó durante casi toda la charla.
Giuseppe no tenía miedo de las bombas, tampoco del comunismo aun cuando presenció hechos tristes donde por nimiedades se fusilaba a cualquier transeúnte. Todas esas cosas lo marcaron desde pequeño por eso nunca olvida el día en que terminó la desidia que significó la guerra.
"Era el 30 de abril y vimos como llegaban los ingleses, nos pidieron huevos porque era lo único de lo que no tenían miedo por el envenenamiento. Me subieron a sus camiones y entramos al pueblo", concluyó sobre una época que nunca olvidó y que ahora "necesitaba soltar" para poder seguir adelante contando historias.