Análisis
Gaza: una puerta a la esperanza
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El acuerdo de alto el fuego en Gaza, la liberación de rehenes y el retiro parcial de tropas podrían ofrecer una salida definitiva al conflicto. Pero que no sea un punto final simbólico, como tantos de los que han existido a lo largo de tantas décadas de hostilidad y desconfianza.
El anuncio de que “todas las partes” han firmado la versión final de la primera fase del plan de alto al fuego en Gaza propuesto por el presidente de Estados Unidos genera, una renovada esperanza. La de que este suceso -que incluye la liberación de rehenes y el retiro parcial de las tropas israelíes- sea el punto de partida de un camino hacia la pacificación definitiva de una región que ha conocido guerras y fracturas durante casi un siglo.
El conflicto entre Israel y Palestina acumula heridas solo se cerrarán con una paz que tenga raíces profundas. El plan anunciado contempla el intercambio de todos los rehenes por prisioneros palestinos y la retirada israelí hacia una línea pactada y ha sido recibido con cautela, pero también con alivio por muchos testigos del horror que ha padecido la población de Gaza.
Sin embargo, el éxito dependerá, inevitablemente, de que los compromisos se honren sin retrocesos ni desvíos. Todavía resta mucho por hacer para alcanzar un alto el fuego creíble. Para ello deberían aceitarse mecanismos de monitoreo imparciales y establecerse garantías jurídicas que no sucumban ante presiones políticas intransigentes en ambos bandos. Lamentablemente existen precedentes dolorosos en los que treguas parciales terminaron de modo abrupto.
Si el presente acuerdo se concreta plenamente quedarán sentadas las bases para algo más que un cese temporal de hostilidades. Podría comenzar un camino hacia la recuperación material y moral de Gaza, cuya población ha sido devastada por bombardeos, destrucción de infraestructura básica y corte prolongado de suministros.
La reconstrucción de Gaza exige un esfuerzo internacional: donaciones, supervisión internacional, acuerdos que garanticen la restitución de servicios públicos (agua, electricidad, salud, educación), el retorno de los desplazados y lograr que se evite un vacío de poder. Existen obstáculos reales: el terrorismo que no se dará por vencido, sectores radicalizados que tampoco tendrán ganas de ceder e intereses geopolíticos de distinto tipo. Y, como si fuese poco, debe reconstruirse la confianza.
A lo largo de todo este último conflicto se habló mucho de la solución de los dos Estados. Reconocer el derecho del pueblo palestino a su propio Estado podría ofrecer una salida definitiva al conflicto. Pero será quizás necesario que actores externos se conviertan en garantes de la paz y el cumplimiento de los pactos.
Se abre una puerta a la esperanza. Es de espera que este acuerdo no sea un punto final simbólico, como tantos de los que han existido a lo largo de tantas décadas de hostilidad y desconfianza.