Análisis
Gaza: no hay lugar para la resignación
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Aunque las condiciones en las que se desenvuelve hoy la política internacional no permiten abrigar expectativas promisorias, resignarse no es una opción frente al drama y el sufrimiento de millones de víctimas inocentes.
Desde el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, perpetrado por Hamás, se fue configurando un escenario distópico en la franja de Gaza. El cierre de puertas impuesto por Israel agravó las cosas. Y la amenaza de comenzar la invasión definitiva podría abrir la puerta definitiva para una catástrofe de proporciones incalculables, especialmente desde lo humanitario. Por ello, el mundo entero, además de reclamar el retorno a la racionalidad, debe exigir, quizás como nunca, que el alto al fuego se consiga en forma urgente.
Es verdad que todo comenzó con el sangriento ataque de Hamás, una organización deleznable por sus acciones y por haber sometido a humillaciones dramáticas al pueblo que dice defender. Allá por 2009, en ocasión de una de las tantas “batallas” del Medio Oriente, el entonces candidato a presidente de los Estados Unidos, Barack Obama brindó un argumento contundente para apoyar a Israel: “Si alguien tirara misiles sobre mi casa donde duermen cada noche mis dos hijas, haría todo lo que estuviera en mi poder para que eso terminara”, dijo. Sin embargo, la actual respuesta israelí a la agresión permanente del movimiento islamista palestino es desproporcionada, según coinciden la mayoría de los observadores internacionales.
Pero también es consecuencia de la ineptitud de la comunidad internacional para encontrar una solución a un conflicto histórico que se ha vuelto incontrolable. Estas contradicciones de la historia política internacional son las que, a menudo, desembocan en eventos armados de la magnitud del que hoy se observa a través de las pantallas de televisión en todo el mundo. Y son las que empeoran los ya de por sí graves conflictos que se suceden en determinadas regiones del planeta. El Medio Oriente es, de por sí, un polvorín que cada tanto explota, con la secuela de muerte, destrucción, odio y rencor que genera.
En este marco, pese a que las encuestas muestran que los israelíes priorizan la liberación de los rehenes y rechazan la escalada militar. el anuncio del primer ministro israelí en el sentido de que se procederá a la ocupación total de Gaza ha llevado el escenario a un punto de inflexión. Sus consecuencias son potencialmente trágicas. Mucho más serias que las que ya se experimentan en ese territorio. Más de un millón de palestinos deberán hacer una evacuación forzosa a sitios desconocidos en un territorio destruido. Los rehenes hebreos que todavía están en poder de Hamás correrán la peor suerte. Y también las flacas esperanzas de un acuerdo quedarán sepultadas por el horror de la guerra, el hambre y la devastación.
Muchos gobiernos, preocupados tanto por el destino de los palestinos como por la defensa de Israel, deben involucrarse con decisión y sin dilaciones. Aunque las condiciones en las que se desenvuelve hoy la política internacional no permiten abrigar expectativas promisorias, resignarse no es una opción frente al drama y el sufrimiento de millones de víctimas inocentes.