Fútbol argentino: ¿hasta cuándo?
Mientras hoy nos preguntamos ¿hasta cuándo?, lo más triste será comprobar que, en pocos días, todo volverá a la "normalidad". Es que el fútbol es el reflejo de cómo se vive en esta Argentina decadente y frustrante.
"Indonesia queda acá a la vuelta", escribió un periodista de un diario porteño al reseñar la dramática noche que se vivió en el estadio de Gimnasia y Esgrima de La Plata en momentos que enfrentaba a Boca Juniors por el torneo de la Liga Profesional de Fútbol. La referencia suena acertada. Es que hacía pocas horas, una tragedia de magnitud impensada provocó 130 muertes en un estadio de aquel país asiático.
Y estuvo a punto de repetirse el jueves por la noche en la capital bonaerense. Todos los males del ambiente del fútbol quedaron expuestos en una dramática sucesión de episodios no menos dramáticos. La Providencia no quiso que las muertes se multiplicaran, aunque no se pudo evitar que una persona perdiese la vida luego de haber intentado disfrutar de un partido junto a sus nietos.
Un encuentro decisivo se juega en una cancha que resulta pequeña por la expectativa originada. A pocas cuadras, un enorme estadio, con características de primer mundo, languidece. Allí podrían haber ingresado todos los que pugnaban por hacerlo en el bosque platense. Vacías sus imponentes gradas, se está transformando en un elefante blanco construido no sin polémicas y con sospechas de corrupción.
La misma corrupción que envuelve al fútbol argentino desde hace mucho tiempo. Reventa ilegal de entradas, falsificación de tickets, privilegios para violentos barrabravas que son utilizados como fuerza de choque, muchas dudas sobre las conductas arbitrales. En este punto, vaya si se conocen por esta geografía episodios oscuros respecto de algunos sucesos que favorecen a determinados equipos. Ni siquiera la aplicación de la tecnología parece aportar algo de justicia.
A todo esto, campeonatos en los que no se sabe cuántos equipos podrán jugarlo, descensos que no son, multiplicidad de clubes en una misma división en un intento de falsa democratización, privilegios obvios para las entidades que se asientan en territorio porteño o en el Conurbano, aunque la Asociación que rige los destinos del más popular de los deportes se haga llamar "del fútbol argentino". Se suman también deficiencias organizativas tan evidentes como lamentables, mientras se escuchan airadas voces que reclaman el retorno de las hinchadas visitantes. Una quimera a esta altura.
Y, por cierto, la acción errada de las fuerzas del orden. Operativos policiales, especialmente en Buenos Aires, mal diseñados. Que ante la primera de cambio no trepidan en desparramar gases y balas de goma como en este caso. O que miran para otro lado en miles de otras ocasiones, aunque los derechos ciudadanos se pisoteen a diario. ¿Capacidad de persuasión o negociación? Ninguna. Complicidad con alguna dirigencia deportiva a la que poco le importa la comodidad de los aficionados, aferrada a esa pésima actitud llamada "aguante". Mucho menos su seguridad.
Las imágenes del bochorno platense se asemejan a las que llegaron de la tragedia de Indonesia. Un muerto es un saldo muy doloroso, pero escueto. Estuvo a punto de producirse un hecho de proporciones mucho más graves.
Mientras hoy nos preguntamos ¿hasta cuándo?, lo más triste será comprobar que, en pocos días, todo volverá a la "normalidad". Es que el fútbol es el reflejo de cómo se vive en esta Argentina decadente y frustrante.