Frenar a los motochorros
Mientras ellos aceleran sus potentes motos y acometen con fiereza contra sus "objetivos" indefensos, no asoman acciones que les pongan freno. El reclamo de mayor seguridad debe ser atendido con urgencia.
Los vemos en las pantallas de televisión tanto de Buenos Aires como de la capital provincial. Actúan con una impunidad que espanta. Aunque parezca que es un fenómeno lamentable de las ciudades más importantes, lo cierto es que en la nuestra y en varias otras localidades de la región cometen similares tropelías.
Enmascaran sus rostros, calzan sus armas de fuego y se suben a motocicletas poderosas para sorprender a sus víctimas indefensas que cometieron el "pecado" de caminar por alguna vereda. Cada vez con más frecuencia, llegan a extremos que ponen en peligro la vida humana. La suya y la de quienes son atacados. Para alcanzar sus objetivos no trepidan en imponerse por la fuerza. Azuzados vaya a saberse por qué sustancias esgrimen una violencia que casi no tiene límites.
En nuestra ciudad no aparecen en los medios informativos todos los días. Pero todos los días actúan. Se llevan botines apreciados como motocicletas que, luego de despojarlas de elementos que pueden ser reducidos en el mercado ilegal, son ofrecidas a modo de "rescate" a sus propietarios, muchos de los cuales llegan a acuerdos con estos delincuentes conociendo que, de otro modo, sería muy difícil recuperarlas. Pero también roban lo que pueden, aunque sean elementos sin ningún valor, con la misma agresividad en todos los casos.
La inseguridad, que no es una sensación, es producto también de su protagonismo. La sucesión casi interminable de robos desnuda la impotencia de las autoridades que no aciertan a definir estrategias eficaces para combatir su accionar delictivo. Sí. Los motochorros son un flagelo floreciente que castiga a los vecinos y desconcierta, por momentos, a la policía. Porque se hacen controles callejeros, se secuestra una cantidad importante de motos, pero los asaltos de este tipo continúan.
A esta altura, no puede admitirse que las autoridades no cuenten con indicios y datos que permitan identificar a los motochorros más "activos". Hay cámaras instaladas en casi toda la ciudad. Se llevan adelante promocionados operativos de control. Sin embargo, la sensación es que siempre se está un paso atrás. Una simple tarea de inteligencia en determinados sectores de la ciudad es una medida preventiva que las agrupaciones vecinales vienen reclamando desde hace tiempo.
Hace algunos años, en esta misma columna, se expresó que "la experiencia demuestra que, cuando la policía y la Justicia se deciden a actuar, la ola de delitos se mitiga. Es una realidad ya probada. En el caso que aquí se refleja, sólo haría falta, entonces, que la fuerza policial inicie un combate sistemático contra los motochorros y los resultados positivos no tardarían en hacerse visibles". Quizás determinadas carencias impidan logros mayores. Pero no es posible convivir con estos malhechores. Mientras ellos aceleran sus potentes motos y acometen con fiereza contra sus "objetivos" indefensos, no asoman acciones que les pongan freno. Frente a esta circunstancia, el reclamo de mayor seguridad debe ser atendido con presteza.