Freddie Mercury, el mensajero de los inadaptados
La interesante crítica del periodista Manuel Montali sobre "Bohemian Rhapsody", la película, una historia que recorre desde los inicios de la banda hasta el concierto Live Aid de 1985, un viaje de 130 minutos que por lógica, resulta muy rápido y algo superficial, pero no deja de ser intenso.
Por Manuel Montali
Freddie se levanta de la cama, esquiva a sus varios gatos y pasa frente a un retrato de Marlene Dietrich, primer guiño a los fanáticos, ya que se trata de la emblemática fotografía que inspiró la tapa del segundo disco de Queen y la estética del video de Bohemian Rhapsody. Es el 13 de julio de 1985 y la banda inglesa va a actuar en "Live Aid", en lo que será el número más recordado del masivo espectáculo solidario y uno de los puntos más altos de la carrera de Mercury.
Así comienza la esperadísima y largamente postergada biopic del cantante "inadaptado" que tomó de alias el nombre del mensajero de los dioses para cantarle a otros "inadaptados" como él y que revolucionó el mundo del rock, la cual estrenó el pasado jueves y viene sumando miles de espectadores en todo el mundo, así como criticas dispares.
En principio, cabe reconocer que Bohemian Rhapsody se disfruta como experiencia cinéfila por dos puntos altísimos, de los que suelen ser consagratorios para el "tío Oscar": la edición de sonido (con la música original de Queen especialmente remasterizada) y la actuación de Rami Malek. Este último cumple y muy bien la dificilísima faena de meterse en los pequeños pero gigantes pies de Mercury, luego de una larga danza de nombres que llegó a incluir (casi a confirmar) hasta al escandaloso Sacha Baron Cohen.
A nivel general, es una biopic de narrativa muy tradicional, que elige un punto consagratorio como introducción y luego desentraña todo el camino transcurrido por el héroe para llegar a ese final: sus primeros pasos (o cantos), su caída al abismo y redención. Es la fórmula del éxito de "Walk the line" (sobre Johnny Cash) y tantas otras.
No se puede afirmar que sea del todo una película para fanáticos, porque se toma algunas (demasiadas) licencias históricas y se permite varias omisiones, algo que sorprende siendo que ex miembros de Queen como el guitarrista Brian May y el baterista Roger Taylor participaron de la producción. Hay canciones que suenan fuera de su época, la noticia de la enfermedad de Mercury se anticipa algunos años para cuadrar dentro de la atmósfera de "Live Aid", así como la incursión solista de Mercury (teniendo en cuenta que no fue el primero de la banda en sacar un disco en solitario) y la breve separación del grupo tampoco se cuentan como en realidad fueron. Hechos y personajes se manipulan para encolumnarse en este maniqueísmo hollywoodense en el que están muy marcados los roles de "buenos" y "malos". En la misma tónica, los populares excesos y alocadas fiestas del cantante de Queen no pasan más allá de algunos disfraces, en beso entre hombres, una pastilla y una mesa con polvo blanco... algo apto para casi todo público.
Sí hay una serie de guiños para avezados en la historia de Queen que pueden pasar desapercibidos para el espectador común: una breve visión de chicas andando en bici (recordando el muy polémico video de "Bicycle Race") y el rol de Mike Myers siendo el productor que dictamina que nadie va a mover la cabeza con Bohemian Rhapsody (apelación encubierta a una mítica escena de Wayne's World en la que Myers y compañía sacuden las melenas al son de esta canción), algo así como el relator que pasó a la historia por dudar en el debut de Emanuel Ginóbili si tenía condiciones para jugar liga nacional...
El humor, en especial desde la irreverencia de
Mercury, suma varios puntos al relato. Lamentablemente, si se quería hacer
hincapié en el modo provocador en que un frontman gay se impuso en el machista
mundo del rock, no se incluye la anécdota de que Sid Vicious, bajista de Sex
Pistols, terminó humillado por Mercury al cruzarlo en un estudio e intentar
burlarse de él por "llevar el ballet a las masas". Pero si hay otros "gags" que
despiertan carcajadas, como en los
contrapuntos entre Freddie y la prensa sensacionalista inglesa.
El humor, en especial desde la irreverencia de Mercury, suma varios puntos al relato. Lamentablemente, si se quería hacer hincapié en el modo provocador en que un frontman gay se impuso en el machista mundo del rock, no se incluye la anécdota de que Sid Vicious, bajista de Sex Pistols, terminó humillado por Mercury al cruzarlo en un estudio e intentar burlarse de él por "llevar el ballet a las masas". Pero si hay otros "gags" que despiertan carcajadas, como en los contrapuntos entre Freddie y la prensa sensacionalista inglesa.
Elegir "Live Aid" como punto cumbre, así como inicio y final del filme, es discutible, pero bastante acertado. Podría haberse usado la última gira del grupo en 1986, la grabación del video de "These are the days of our days" -última aparición pública de un Freddie ya muy marcado por el Sida- o algún momento entre las últimas grabaciones que ya moribundo dejó para el disco póstumo "Made in Heaven". Pero acá la película tiene otro gran acierto: si bien hay melodrama y rupturas bajo la lluvia, evita en general los golpes bajos.
El viaje de quince años de historia musical, en 130 minutos, es por lógica muy rápido y en ocasiones algo superficial, pero resulta sumamente intenso, fundamentalmente en la recreación casi completa del show en "Live Aid". Calidad visual y sonora al margen (quizá un requisitosine qua non para disfrutar de este filme como debe ser), la banda suena "en vivo". Y Freddie sigue ahí, detrás del físico diminuto de Malek, cantando su triunfo, con su propia voz. Como diría el mismísimo Mercury, respirar todo este rock and roll "es una experiencia que vale la pena".