Sociedad
Franco y Mara: la misión de abrir la casa y el corazón
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Un matrimonio de Arroyito abre su hogar a la infancia vulnerable a través del programa provincial Más Familias. Desde la fe evangélica y con una gran red de contención, transitan la experiencia de cuidar a niños convencidos de que el amor puede transformar vidas.
Por María Laura Ferrero | LVSJ
Desde hace casi dos años, Franco y Mara, un matrimonio de Arroyito, forman parte del programa provincial Más Familias y hoy acompañan la vida de un pequeño de cinco años, con la certeza de que su tarea es transitoria, pero profundamente significativa.
Ambos se conocieron en la Iglesia de la Gracia de Arroyito, donde desde hace más de una década colaboran con el grupo de preadolescentes. “Siempre nos inquietó la infancia vulnerable”, contaron. Desde ese lugar de fe fue que se animaron a dar el paso: “Nos angustiaba mucho ver noticias de chicos sin hogar, retirados de sus casas por violencia o negligencia. No podíamos dormir. Oramos y sentimos que no podíamos quedarnos solo con la inquietud. Había que hacer algo”.
En 2022 comenzaron el proceso ante la sede de la Uder en San Francisco. Tras entrevistas, papeles y capacitaciones, en enero del año siguiente recibieron a la primera niña. Luego llegarían otras experiencias, todas desafiantes y conmovedoras. “Hoy tenemos a un niño de cinco años que llegó el 12 de junio. Son casi tres meses de estar juntos y cada día es un aprendizaje”, señaló Franco.
Experiencias de amor y aprendizaje
En poco tiempo, Franco y Mara vivieron la llegada y despedida de tres pequeños. Cada uno dejó huellas y aprendizajes. “Mili estuvo hasta agosto del año pasado, Cami llegó en septiembre y se fue en febrero de este año, y ahora está Lau”, repasaron.
El proceso no es sencillo. “Son chicos que vienen con historias duras y hábitos distintos. Hay que enseñarles desde lo más básico, con paciencia, amor y constancia”, explicó Mara.
La pareja reconoce que no están solos: “Tenemos una gran red de contención: mi suegra Laura, que nos ayuda muchísimo, nuestros amigos, que a veces los llevan a jugar a la plaza, y la comunidad de la iglesia. Esto no se hace de a dos, se hace en equipo”.
Miedos y certezas
Cuando recibieron a la primera niña, Franco tenía 25 años y Mara 23. “No sabíamos muchas cosas, y claro que teníamos miedo. Pero nos apoyamos en profesionales y también en referentes que nos acompañaron. Una escritora mexicana con la que hablamos nos dijo algo que nos marcó: ‘Ni ustedes están locos, ni ella está loca. Solo está tratando de cambiar una realidad muy dura’. Eso nos ayudó a entender que nuestro rol era poner agua en tierra seca”.
Los miedos siempre aparecen, sobre todo frente a la despedida. “Mucha gente nos preguntaba: ¿y el día que se vayan? Lo entendimos como un gesto de cariño, porque querían cuidarnos. Pero para nosotros no se trata de pensar en qué nos va a pasar a nosotros, sino en el cambio que podemos generar en esos chicos”, reflexionó Franco.
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La mirada espiritual
El matrimonio interpreta su experiencia desde la fe evangélica. “Nosotros creemos que así como Dios nos adoptó como hijos suyos, podemos ser instrumentos para que los niños vivan también una transformación. No solo espiritual, también cultural y emocional. Queremos que crezcan sabiendo que son valiosos, que pueden soñar y que merecen respeto”, dice Mara.
El poder del amor, afirman, es lo que más transforma. “Un corazón dañado puede generar mucha desconfianza e inseguridad. Nosotros tratamos de enseñarles que hay alguien que los ama, que los cuida, que los protege. Eso abre caminos nuevos”.
Animarse a dar el paso
Franco y Mara son conscientes de que no cualquiera se anima a vivir estas experiencias. “Muchos nos dicen ‘yo no podría’, pero en realidad sí se puede. Es difícil, es cierto, pero también es muy hermoso. Nosotros aprendimos un montón de los chicos: nos enseñaron sobre resiliencia, sobre perdón y sobre cómo volver a ser niños”, aseguró Franco.
“Es una experiencia que recomendamos mucho. Trae dolor, pero sobre todo trae amor. No sabemos qué pasará mañana, pero sabemos que hoy estamos invirtiendo en la vida de un niño. Y eso es un milagro”, concluyeron.