Entrevista
Florencia Riboldi: la historia de una pasión que se volvió marca

Con su marca de diseño artesanal “Mala”, esta emprendedora sanfrancisqueña une la tradición textil de la India con su sensibilidad personal. “Si hacés algo con pasión, eso se transmite”, asegura. Su historia es un viaje de intuición, valentía y conexión cultural.
Florencia Riboldi (33) siempre supo que crear la hacía feliz. Lo descubrió desde muy chica, entre telas, colores y texturas. Pero no fue hasta que se encontró con las calles vibrantes de la India que comprendió que ese universo sensorial que tanto la atraía podía ser más que un pasatiempo: podía ser su destino.
“Siempre fui apasionada de crear, de los diseños, de los colores. Me encanta. Me gusta hacer. Siempre me gustó la moda”, dice. Su primer acercamiento fue creando los accesorios que vendía bajo el nombre de Madonna Santa, luego siguió con la confección de lencería, donde nace Mala, después vinieron los trajes de baño, los kimonos y vestidos. El showroom en su casa era su refugio y Mala, un hobby que crecía a medida que crecía su deseo.
Un viaje a Italia —por trámites de ciudadanía— marcó un punto de inflexión: “Ahí dejé la psicología y sentí que si le dedicaba tiempo a Mala, podía vivir de eso y hacerla crecer”. En Cerdeña comenzó a soñar con llevar adelante su emprendimiento. “Un día vi a una chica vendiendo vestidos de la India en la playa. Me acerqué y hablamos un buen rato. Me pasó el contacto de Ramiro, que trabajaba con textiles indios y viajaba a crear sus colecciones todos los años. Y ahí sentí la señal: siempre había querido ir a la India, pero no sabía por dónde empezar”, relata.

Unos meses más tarde, se armó de coraje, trabajó en un bar para juntar dinero y junto a Ramiro emprendió su primer viaje a la India. En septiembre de 2023 llegó a Delhi. “Nos encontramos por primera vez con Ramiro en el aeropuerto y desde ese momento fue mi mentor en todo este camino. Me llevó a los talleres donde él trabaja desde hace diez años y me presentó a todo su equipo. ¡Yo no podía estar más feliz!. Fui como una esponja, a absorber todo lo que él me enseñaba”, le cuenta Florencia a Posta/LA VOZ DE SAN JUSTO.
Allí se produjo una de las primeras grandes señales. Mientras tomaban un chai en una terraza, el dueño del taller le preguntó a Flor por el tatuaje que lleva en su muñeca: Mala. Le explicó que en India “Mala” es una palabra muy usada y con mucho significado. Así nombran a los collares de flores que usan para todas las celebraciones. “Cuando me dijo eso, sentí que la India me estaba esperando, que todo tenía sentido”. Desde entonces, Flor trabaja mano a mano con talleres en diferentes lugares de India. Sus prendas combinan diseño contemporáneo con textiles tradicionales.

Su última colección, llamada Raíz, refleja esa conexión profunda. “Este año me instalé tres meses en India para crearla. Visité comunidades, aprendí técnicas de teñido natural y sobre diferentes textiles orgánicos que luego elegí para crear parte de la colección como el algodón de kala y la seda de naranjos. De ahí se desprende el nombre de la colección, dándole importancia a la naturaleza, a sus tiempos y a las manos que la trabajan”, detalla.
Raíz es un homenaje a los orígenes, pero también al crecimiento. Se venderá en distintos puntos del país, pero Florencia es clara: “Me importa que quien venda Mala transmita la esencia de la marca. Prefiero calidad antes que cantidad”. Para ella, la mujer que elige vestir Mala es “fuerte, aventurera, segura, apasionada. Una mujer que sabe quién es y lo expresa con lo que lleva puesto”. En esa búsqueda, Flor no diseña solo ropa sino una filosofía de vida, identidad y transformación.

La India, para ella, es un universo que la sigue inspirando. “Desde los colores vibrantes de los saris y la gente que los lleva puestos, las sonrisas, la calidez, la alegría. Los sabores, los rituales, la fe… todo me inspira”, confiesa.
Telas que cuentan historias
“Los saris son la vestimenta típica de las mujeres en la India, son pedazos de tela de 8x2 metros y 100% de seda que las mujeres usan a diario: para cocinar, trabajar, ir a ceremonias –explica Riboldi-. Se transmiten de generación en generación en los casamientos. Y llega un momento en que deciden venderlos. A veces por el uso están dañados y ellas mismas se encargan de remendarlos, bordándolos y haciéndolos aún más especiales, porque otra particularidad de los saris antiguos es que no existen dos piezas iguales. Eso es lo que más me conmueve: la forma en que la tela también cuenta lo vivido”.
Al hablar del camino recorrido, Florencia es honesta: “Es mucho trabajo, hay que remarla. Pero la satisfacción que te da cuando ves que lo que amás funciona… no se compara con nada. Si amás algo y metés ganas, funciona. Porque cuando lo hacés con pasión, eso se transmite”.

¿Qué consejo les darías a quienes sienten que su pasión va por otro camino?, le preguntamos. “Que no tengan miedo y que sigan al corazón, que es por ahí, siempre trabajando y con la meta firme”.

Hoy, de regreso, Flor sigue desarrollando su marca importando desde India las prendas diseñadas junto a su equipo. Su showroom volverá a abrir las puertas pero con otro espíritu: el de quien ya atravesó continentes y miedos. “Mi sueño es seguir viajando todos los años a India a crear mi colección. En India siento una felicidad que no siento en ninguna otra parte. Me gustaría que Mala sea una marca que no solo venda ropa, sino que eduque, que muestre lo que hay detrás de cada prenda. Que quien la vista, sepa de dónde viene lo que lleva. Y que lo lleve con orgullo”.
Y concluye: “Yo siempre digo que no vendo moda. Vendo cultura, emoción y respeto por las manos que crean. Cada prenda es un pedacito de historia. Eso, para mí, es lo emocionante”.
Para conocer más sobre la marca, en Instagram: mala.design.
