Flavia, la peluquera de la cárcel
El oficio que hoy celebra su día significa para esta madre y jefa de hogar mucho más que vivir de lo que le gusta, la ayuda a sobrellevar la rara enfermedad de su hija y hacer de sus clases en el penal de nuestra ciudad un aprendizaje cada día.
Por Isabel Fernández
Flavia Pattavino es peluquera desde hace 23 años y su oficio no solamente le llena el alma sino que también la ayudó en momentos difíciles de su vida, cuando tuvo que pasar por problemas de salud, tanto ella como su hija.
Durante estos años, Flavia enfrentó cuatro veces al cáncer y también el diagnóstico de una enfermedad rara en su hija Giuliana, de 8 años. La pequeña tiene Síndrome de Williams, que afecta su desarrollo.
Sin embargo, estas piedras en el camino no le impidieron salir adelante y ayudar a los demás. Desde hace poco más de dos meses, transmite todo su conocimiento sobre peluquería a los internos en la escuela de la Penitenciaría Nº 7, tras ser seleccionada a través del Ceder San Francisco.
Por otra parte, lleva adelante, con una socia, un salón en barrio Roca, que le permite ser el sustento de la familia y construir la casa propia.
Flavia da clases dos veces por semana en la cárcel y está convencida que ella aprende mucho más de los presos que éstos de ella.
Desde hace dos meses, Flavia va a la cárcel de nuestra ciudad a enseñar su oficio.
En el Día del Peluquero su historia de vida recuerda la importancia de la resiliencia y el poder dar y recibir, a pesar de las dificultades.
"Mi profesión me ayudó a sobrellevar todo lo que tuve que vivir. El estar con gente es importante porque uno se olvida de los problemas. Ser peluquera me ayudó mucho no solo en lo económico sino también para cosechar amistades, uno siempre se siente en compañía", comentó Flavia a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Una lección de vida
Contó que en el penal de hombres de avenida Gral. Savio, entre cepillos, peines y tijeras y más allá de lo profesional, "quien realmente aprende soy yo. Les puedo enseñar la profesión pero ellos dan una lección de vida, a veces dicen cosas en las que me quedo pensando. Más de una vez vuelvo a casa pensando en lo que me transmiten y aprendo mucho de ellos".
"Es otro mundo, uno cree que es un lugar gris y de encierro, pero es un espacio cálido, no sé por qué están ahí ni me interesa pero voy muy contenta a dar clases porque me esperan, compartimos mates, tortas, masitas. Ellos se traen sus modelos para los cortes, siempre somos muchos y todo se realiza de manera tranquila. El grupo de alumnos es excelente, son muy respetuosos", destacó.
Cuando la vida te pone pruebas como enfermedades o criar un hijo con discapacidad, "se aprende a vivir y ver desde la vereda del frente, ya nada es lo mismo. Se valora la vida, porque se disfruta el día a día, de la gente que se acerca que tiene la buena predisposición de dar una mano".
Flavia junto a su hija Giuliana, de 8 años
Giuliana, la otra historia
En su casa del barrio Brisas del Sur, la pequeña Giuliana escucha música en la computadora bajo la mirada de su hermano Valentín, de 16. Para Flavia, sus hijos son su motor, por los que todos los días sigue adelante.
El diagnóstico del raro síndrome que sufre Giuliana sin dudas fue un impacto en su vida que incluso la trajo a nuestra ciudad ya que se mudó desde Arrufó (Santa Fe) con el objetivo de brindar un tratamiento más completo a la niña y estar más cerca de su familia.
"Giuliana necesita estimulación constante. No le detectaron el síndrome cuando nació, sino más tarde, porque gracias a Dios no tiene la cardiopatía que suelen presentar quienes lo sufren", recordó Flavia.
Cuando pudo ver a Giuliana en la neonatología porque nació prematura, esta madre se dio cuenta que "algo no estaba bien con ella. Hacía todas las cosas más tarde, no se daba vuelta, no quedaba sentada, todo aparecía tardíamente".
Pero el diagnóstico llegó más tarde y tras una consulta en Córdoba donde después de muchos estudios el resultado del análisis genético arrojó una enfermedad congénita, Síndrome de Williams.
"Giuliana tiene problemas en el aprendizaje y por eso recibe tratamiento de un equipo interdisciplinario con fonaudióloga, psicomotricista, psicopedagoga y psicóloga. Necesita ser supervisada siempre y apuesto a que sea independiente", remarcó Flavia.
Como los chicos con este síndrome presentan hiperacusia, su hija "tiene un gran oído para la música y una gran memoria, se acuerda de las personas y de las letras de las canciones".
"Mi profesión me ayudó a sobrellevar todo lo que tuve que vivir. El estar con gente es importante porque uno se olvida de los problemas. Ser peluquera me ayudó mucho no solo en lo económico sino también para cosechar amistades, uno siempre se siente en compañía".
Giuliana cursa tercer grado en la escuela José Bernardo Iturraspe y es una nena muy simpática y atenta. Flavia aseguro que "nunca sufrió discriminación, los chicos la acompañan desde la salita de 4 años y ahora avanzó mucho, las seños también, siempre predispuestas y el trabajo de su maestra integradora que la guía. Está muy contenida. Es un grupo muy lindo de chicos y padres que la adoran".
Finalmente, agradeció el apoyo constante de su familia y felicitó a todos los peluqueros en su día.
"Es una profesión hermosa donde también hay creatividad e imaginación, me apasiona y lo hago con alegría siempre". Agradeció a la directora de la escuela de la cárcel, Lilia Rojas, a las preceptoras Gabriela Gil y Jésica Luque, y también a Marcela Algarbe, del Ceder.