Sociedad
Familia y visión comercial, las claves del éxito de La Reina

En el Día del Comercio, entrevistamos a Patricia Mosca. A casi 73 años de su fundación, este tradicional negocio logró sostenerse y adaptarse a las nuevas exigencias del mercado sin perder el vínculo cálido y directo con sus clientes, que cada día hacen fila esperando su apertura.
Por María Laura Ferrero | LVSJ
La historia de La Reina comenzó hace 73 años en un espacio que pocos imaginarían como cuna de un comercio emblemático: el living de una casa familiar. Alfio Mosca, su fundador, inició su actividad vendiendo productos de blanquería como sábanas y toallas. Salía en bicicleta a recorrer la ciudad ofreciendo su mercadería. Su esposa Teresita fue su compañera inseparable en ese camino. "Sin ella no hubiera sido posible", aseguró Patricia Mosca, una de sus hijas, actual referente del negocio junto a sus hermanos Remo y Rodolfo.
A lo largo del tiempo, aquel pequeño emprendimiento se transformó en un punto de referencia provincial. Primero compraron la esquina de Castelli y Colón, donde funciona actualmente la tienda central. Luego se expandieron con “La Reina Sport”, justo en frente, y más tarde con “La Reina Blanquería”.
“Mi papá empezó como cadete en una tienda muy conocida de entonces, cuando tenía apenas 14 años. Después se largó solo. Todo fue muy de a poco, con visión, sacrificio y pesito por pesito”, recordó Patricia.

Perdurar en el tiempo
Pese al paso de las décadas y a los vaivenes económicos, La Reina supo mantenerse firme y conservar un vínculo de cercanía con su clientela. Incluso hoy, en plena era digital, las puertas del local se abren cada mañana y tarde con personas esperando afuera. “A veces ni siquiera podemos tomar unos mates antes de empezar, porque cuando abrimos ya hay gente en la vereda”, relató Patricia con una sonrisa.
Entre sus clientas más fieles se encuentran egresadas, quinceañeras y novias, que desde enero comienzan a elegir las telas para sus vestidos de fiesta. “Ese rubro se sostiene todo el año. Siempre tenemos género de fiesta disponible”, destacó.
Además, en un contexto donde muchos negocios debieron cerrar, La Reina logró convertirse en una parada obligada para viajantes y clientes de toda la región. “Viene gente de pueblos vecinos, de toda la provincia, y hasta de más lejos. Algunos aprovechan que vienen a visitar a sus familiares y se llevan telas o blanquería para sus casas”, contó Patricia.
Adaptación sin perder la esencia
El comercio supo actualizarse sin resignar su trato personalizado. “Las redes sociales nos ayudan muchísimo. Publicamos constantemente ofertas y novedades. Muchos clientes ven algo en Instagram o Facebook, nos escriben por WhatsApp y vienen al local”, explicó.
Sin embargo, Patricia fue clara al marcar que, en su rubro, la experiencia directa sigue siendo clave: “Con las telas es muy difícil trabajar solo con fotos. Nunca reflejan bien el color o la textura. Para los géneros de fiesta, por ejemplo, la mayoría de la gente prefiere venir en persona, tocar, comparar, elegir con tranquilidad”.
La atención sigue siendo una de las marcas registradas del negocio. “Cuando entra un cliente, lo saludamos, le decimos que aguarde un ratito si estamos ocupados. Tratamos de atender a todos con paciencia, con respeto. Sabemos que la gente valora eso”, aseguró.

Resistir la crisis con ideas y cercanía
En los últimos años, la crisis económica también impactó en el rubro textil. Aun así, los Mosca buscaron alternativas para mantenerse activos. “Notamos que muchas personas comenzaron a confeccionar sus propias prendas o productos para vender. Hay muchos emprendedores que vienen a comprar telas para hacer mantas, repasadores, almohadones. A ellos les damos descuentos especiales. Vuelven, recomiendan, se convierten en clientes fijos”, afirmó.
Otro acierto fue ampliar el sector de mercería, a pedido de la clientela. “Muchas señoras nos decían que era incómodo tener que ir a otro negocio después de comprar acá. Entonces incorporamos más variedad: hilos, cierres, botones, entre otras cosas. Tenemos todo lo indispensable para que la clienta llegue a su casa y se ponga a coser directamente. Y eso la gente lo valora muchísimo”, subrayó Patricia.
Además, en los meses más fríos, se enfocaron en ofrecer promociones en telas de abrigo. “Vendimos mucho polar, sobre todo para hacer mantas. Vienen hasta para coserle una a sus mascotas. Es algo que rota constantemente”, dijo.
Un nombre que todos conocen
La Reina no necesita demasiada presentación. Decir “voy a La Reina” es casi sinónimo de ir a comprar telas en San Francisco. Para Patricia, eso es motivo de orgullo. “No concibo mi realidad sin estar acá. Me siento parte de algo muy importante para la ciudad”, expresó.
A pesar de estar fuera del radio céntrico, el local siempre tuvo su clientela fiel. “La gente se llega igual. Siempre fue así. No sé cómo hubiera sido si estábamos en el centro, pero acá, en barrio Roca, nunca nos faltó el movimiento”, sostuvo.
Detrás del mostrador, una familia
El espíritu familiar sigue presente en cada rincón del negocio. “Esto fue construido por mis padres, pero nosotros lo continuamos con el mismo compromiso. Los empleados también forman parte de esta familia. Ellos se sienten orgullosos de trabajar acá, y eso se nota”, afirmó.
Aunque Patricia es técnica química industrial y estudió en Córdoba, decidió quedarse en San Francisco cuando su padre necesitó a alguien de confianza para el negocio. “Al final, esto se convirtió en mi lugar en el mundo. Me casé, tuve hijos, y seguí acá. Es un legado. Uno lo honra con trabajo”, aseguró.
Esa identidad colectiva también se refleja en quienes forman parte del equipo de ventas. “A las chicas les pasa que, cuando dicen que trabajan en La Reina, la gente las reconoce, se sienten respaldadas. Es como una tarjeta de presentación”, comentó Patricia con emoción.

El valor de escuchar
Para los Mosca, una de las claves del éxito fue siempre estar atentos a lo que el público necesita. “Si una clienta te pide algo y muchas más hacen el mismo comentario, lo tomamos en cuenta. No siempre se puede cumplir todo, pero al menos intentamos. Escuchar a la gente es fundamental”, subrayó.
En cuanto a los proveedores, La Reina aún conserva el vínculo tradicional con los viajantes. “Siguen viniendo. Aunque muchos comercios trabajan por catálogo, acá todavía valoramos el trato directo. Incluso yo viajo a Buenos Aires a buscar novedades, porque me gusta ver, tocar, elegir. Es parte del encanto de este trabajo”, explicó.
Una marca con historia y futuro
Después de 73 años, La Reina no solo se mantiene en pie, sino que sigue creciendo y renovándose. Ya no es solo una tienda de telas, sino una marca que simboliza esfuerzo, visión y pertenencia. Una marca que logró adaptarse sin perder su esencia, que apostó siempre por la calidad, el trato humano y el trabajo en equipo.
En el Día del Comercio, la historia de esta empresa familiar es también la historia de una ciudad que acompaña, confía y se identifica con sus referentes. La Reina es, sin dudas, una parte viva del corazón comercial de San Francisco.