Falta mucho por pedalear
La redistribución del área urbana y la adaptación de los vecinos a la bicisenda supone una transformación intencional del espacio público que debería acompañarse con una fuerte acción concientizadora.
A fines del año anterior, en estas páginas se recordó el poema "Oda a la bicicleta" de Pablo Neruda. El poeta chileno definió al rodado como un "esqueleto frío que sólo recupera un cuerpo errante con la urgencia y la luz, es decir, con la resurrección de cada día". Hacía alusión a la novedad que significó para la ciudad el comienzo de la construcción de la red de bicisendas. Se dijo en esa ocasión que esta obra "no solo facilitará los traslados y aumentará la seguridad, sino que podría convertirse "en un homenaje a ese esqueleto frío que, Neruda mediante, resucita cada día".
En este contexto, durante las últimas semanas, algunas voces se han levantado en la ciudad para reclamar cambios en el diseño de las bicisendas que se han erigido en varias calles y que forman parte de un proyecto ambicioso para generar carriles exclusivos que permitan moverse en bicicleta en prácticamente toda la ciudad, con las condiciones de seguridad necesarias. Por caso, un concejal opositor anunció que una encuesta vecinal arrojó determinadas preocupaciones sobre la construcción de las ciclovías. Por ejemplo, la utilización de divisorios plásticos para demarcar el sendero, lo que podría ser peligroso ante caídas de ciclistas. Lo mismo con el doble sentido de circulación que se ha dispuesto.
Merecen ser analizados con exhaustividad estos requerimientos. Y también otros que surjan. Porque se trata de aportes y no de críticas sin sentido. Además, porque no cuestionan el espíritu de la erección de las bicisendas en San Francisco. Que no es otro que el de hacer más sustentable el tránsito sanfrancisqueño tal como ocurre en miles de ciudades en todo el planeta.
No obstante, también se han escuchado otros reparos que decididamente se muestran poco proclives a la instauración de los carriles exclusivos para bicicletas y -ahora- monopatines. Esta posición más negativa que la anterior, se basaría en cuestiones empíricas que dan cuenta, por ejemplo, de que "nadie los usa". Y que las bicicletas siguen circulando por cualquier otro sitio de la calle o la vereda y no por la senda demarcada.
Al respecto, la experiencia de muchas poblaciones en las que las bicisendas están pobladas y son una alternativa eficaz para la movilidad urbana, da cuenta de que su utilización forma parte de un proceso cultural que lleva tiempo y que debe ser atendido con prioridad por quienes impulsan este cambio de paradigma en el tránsito. Así, cuando se lanzó el proyecto, directivos de las escuelas de la ciudad fueron convocados con el objetivo de que sean las nuevas generaciones las que lideren la modificación de hábitos necesaria para que los carriles exclusivos cumplan su cometido.
La redistribución del área urbana y la adaptación de los vecinos supone una transformación intencional del espacio público que debería acompañarse con una fuerte acción concientizadora. Porque es un cambio cultural importante que exige la intensificación de acciones de comunicación pública y de trabajo educativo, al mismo tiempo -o antes incluso- que la construcción de la nueva infraestructura.
Así las cosas, habrá que trabajar en materia de difusión y en la búsqueda de consensos porque la existencia de una red de bicisendas en la ciudad es un objetivo que no se puede perder, aunque falte mucho por pedalear.