Entrevista
"Este oficio me apasiona": Miqueas Pairola, el bicicletero que convirtió la necesidad en proyecto

El es un joven representante de este noble oficio en la ciudad. Lo que nació como una necesidad se convirtió en una parte más que importante de su vida.
El 29 de mayo se celebró en Argentina el Día del Bicicletero, una fecha que rinde homenaje a quienes mantienen en movimiento un medio de transporte, deporte y forma de vida. En San Francisco, Miqueas Pairola representa una nueva generación que vive este oficio con pasión. Excompetidor y amante del ciclismo, transformó una crisis familiar en una vocación duradera y un taller que crece a fuerza de esfuerzo, honestidad y herramientas.
La fecha no es casual: se conmemora en honor a Remigio Saavedra, un histórico ciclista argentino que, a los 70 años, recorrió en bicicleta los más de mil kilómetros entre Mendoza y Buenos Aires en una campaña contra el tabaquismo. Ese acto de convicción y voluntad fue tomado en 1982 por el Centro Promocional de la Bicicleta para instaurar este día como un reconocimiento a los bicicleteros del país.
En San Francisco, uno de los nombres que en los últimos años comenzó a circular con fuerza en el ambiente del ciclismo es el de Miqueas Pairola. Tiene 24 años, y su historia personal se entrelaza con la bicicleta desde hace mucho. “Yo corrí en bici durante ocho años. Sigo pedaleando, pero ya no compito. Dejé más que nada por una cuestión de cansancio, de querer disfrutar más con mis amigos. Sentí que ya había quemado varias etapas”, cuenta. Aunque se alejó de las competencias, jamás se apartó del mundo del ciclismo.

Durante la pandemia, con su padre desempleado y la economía del hogar afectada, decidió dar un paso que cambiaría su rumbo. “Siempre me gustaron las herramientas, siempre me gustó meter mano”, dice. Sus padres le habían regalado una caja de herramientas cuando aún competía. Empezó con su propia bici, siguió con las de su familia, y con algo de conocimiento adquirido en cursos y mucha iniciativa, lanzó su página de Instagram y se largó.
“Esto empezó por necesidad, pero me terminó apasionando.”
“El comienzo fue difícil, con dudas, sin saber si iba a funcionar, pero siempre alguien me dio una mano. Conocidos, amigos que ya tenían bicicletería, me orientaron, me explicaron cómo hacer ciertas cosas. Es un oficio que, por suerte, tiene mucho compañerismo. Nunca me negaron una ayuda”, destaca.
Desde entonces, su taller fue creciendo. Se ubica en el quincho de su casa, y allí se fue armando de a poco un espacio de trabajo que ya cuenta con herramientas específicas y un ritmo constante. Miqueas trabaja solo, pero no le teme a las jornadas largas: “Hay días que arranco antes de las siete de la mañana y termino entrada la noche. No importa el frío, el calor o el día de la semana. Si hay bicis que necesitan salir, yo estoy”.
“Tratar a cada bici como si fuera la mía.”
La especialidad de su taller son las bicicletas de mountain bike. También hace algo de bicis de ruta, pero prefiere no trabajar con playeras. “Por motivos personales y por el hecho de no poder tener tantas bicis en el taller”, explica. “El tema del MTB es que, al tener transmisión con cambios, con suspensión, con frenos hidráulicos, hay muchas más cosas que se rompen o se desajustan, entonces requiere un poco más de mantenimiento.” Con su experiencia como ciclista, entiende las exigencias y particularidades de quienes entrenan o compiten. “Cuando una bici sale bien y alguien gana una carrera o la pasa bien en una salida, siento que puse mi granito de arena.”
“El boca a boca termina siendo más importante que una página de Instagram.”
En ese vínculo con los clientes hay una base fuerte: la confianza. Miqueas tiene una política clara de revisar cada bicicleta por completo antes de presupuestar, y es tajante cuando algo no conviene arreglarse. “Prefiero decirle a alguien que no gaste plata en algo que no vale la pena. Eso se valora, porque saben que uno no está buscando sacarles dinero, sino que se vayan conformes.”
Parte de su formación proviene de cursos y capacitaciones, aunque también reconoce el valor del conocimiento autodidacta. “Hoy en día hay mucha información en redes, pero no todo sirve. Lo que ves en TikTok o en una página a veces es muy básico. No es lo mismo que un curso técnico bien dado. Ayuda, sí, pero no alcanza solo con eso.”

Además de su trabajo en el taller, Miqueas tiene otro empleo como vendedor en una empresa de la ciudad. Sin embargo, su cabeza está puesta en este proyecto que ya dejó de ser solo una fuente de ingresos. “Esto empezó por necesidad, pero se convirtió en algo que me apasiona. Yo lo hago todos los días, como parte de mi vida.”
Su sueño a futuro es claro: consolidar un negocio con identidad propia. Imagina un equipo de trabajo, un sistema de atención puerta a puerta, un servicio completo. Y no es solo una fantasía: ya tiene nombre para su marca, Mike Servis, y sueña con verla en el pecho de un equipo de ciclismo. “Siempre con mis amigos jodemos con que estaría buenísimo ir a una carrera y que alguno tenga la remera de Mike Servis. Ojalá se dé. Es mi sueño.”
Este 29 de mayo, su historia suma una pedalada más al homenaje que celebra a quienes sostienen, con dedicación y vocación, la rueda viva de la bicicleta. Miqueas no solo arregla bicis: las entiende, las cuida, y las devuelve a la calle con un sello personal que habla de compromiso, oficio y entusiasmo.