Es tiempo de recuperar la esperanza
El panorama ya complicado que enfrenta la salud pública en la Argentina se agrava ante un contexto demasiado complejo. Por fortuna, quedan algunos resabios de cordura y racionalidad que se transforman en expresiones de solidaridad social y empatía tan necesarias en este tiempo. Son las que permiten abrigar la expectativa de que es posible ganar la batalla.
En medio del crecimiento exponencial de casos de coronavirus que se registra en el país y que ha determinado la preocupación en toda la sociedad, asoman los consabidos y conocidos planteos extremos y alarmistas que van desde el reclamo airado por "cerrar todo" hasta las posturas que minimizan la cuestión y pretenden que las cosas sigan su curso sin importar las consecuencias. En el medio, las voces más sensatas no parecen tener grandes espacios para hacerse escuchar ante la opinión pública.
En un país en el que las dicotomías están presentes siempre y en el que el cumplimiento de las normas es una asignatura pendiente, no es extraño que sucedan episodios que aumentan la volatilidad de una realidad angustiante en lo sanitario, que reflejan la incertidumbre generalizada, que minimizan la complejidad del panorama y, al mismo tiempo, se lanzan a difundir proclamas o a llevar adelante acciones cuya ambigüedad discursiva o conductual agigantan la confusión.
El país vive horas difíciles, se dijo en esta columna días atrás. Y no ayudan las disputas políticas que plantean el manejo de la crisis sanitaria desde los parámetros de una u otra ideología. Tampoco las movilizaciones de protesta o los reclamos de cierres o aperturas que mantienen el mismo sesgo y que no están basados en argumentaciones fundadas.
De este modo, el activismo de las denominadas "organizaciones sociales" que no son otra cosa que grupos de izquierda radical -numerosos como para llenar varias cuadras de una avenida, pero no para colmar de votos las urnas en las elecciones-, determina movilizaciones de altísimo riesgo epidemiológico. Les asiste el derecho de llevarlas adelante. Pero no contemplan ninguna de las prevenciones que desde hace más de un año se deben cumplir para evitar los contagios, así como tampoco respetan los derechos de circulación y tránsito contemplados en la misma Constitución a la que abrazan para defender su actitud.
Algo similar ocurre con las conductas de dirigentes que pretenden endurecer medidas o hacerlas más laxas según les dicte la encuesta del momento. O las de quienes exigen cerrar actividades productivas o educativas en las que -en su gran mayoría- se cumplen a conciencia los protocolos establecidos y no son ni por asomo los principales ámbitos de diseminación del virus. Si a todo esto se suman las contradicciones y carencias esgrimidas en los espacios donde se toman las decisiones, se puede inferir que las circunstancias que atraviesa el país van tomando el tono de dramáticas.
Entonces, el panorama ya complicado que enfrenta la salud pública en la Argentina se agrava ante un contexto demasiado complejo. Por fortuna, quedan algunos resabios de cordura y racionalidad que se transforman en expresiones de solidaridad social y empatía tan necesarias en este tiempo. Son las que permiten abrigar la expectativa de que es posible ganar la batalla. De que, aun en medio de las incertezas, hay caminos por explorar y salidas por encontrar para aliviar este crudo presente. Pese a todo lo relatado, si existe ese momento, éste lo es. Es el tiempo para recuperar la esperanza.