“Es necesario que regrese la feminidad a la cocina”
Cocinera, no chef. Así le gusta autodefinirse María Natalia de Franceschi, la sanfrancisqueña que con solo 27 años estará al frente del restaurante del nuevo hotel Howard Johnson. "La comida no es solo lo que estamos acostumbrados a comer, hay un mundo detrás que quiero que la gente descubra", asegura.
María Natalia de Franceschi tiene 27 años y estará al frente del restaurant del nuevo hotel Howard Johnson en nuestra ciudad.
La joven sanfrancisqueña se formó en el mundo de la cocina al lado de personalidades destacadas como Narda Lepes y en otros países, como en México, junto al reconocido cocinero Francisco Del Piero.
Su melena de colores y profundos ojos claros le dan el toque femenino a una cocina que promete salirse de os platos tradicionales en un modelo de negocio basado en el disfrute.
"Soy un 'cambalache'. Tengo un poco de aquí, un poco de allá. Me gusta lo picante como así también las nuevas formas de alimentación como el vegetarianismo, el veganismo y los platos libres de gluten. Somos lo que comemos, sin dudas", aseguró Natalia en entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO.
- ¿Cómo llega la cocina a tu vida?
Estaba en la ciudad de Córdoba estudiando Abogacía. No me gustaba la carrera y abandoné. En 2008, viajé a México para la boda de mi tía y me enamoré de la cocina de ese país, de sus sabores, las especias, los colores de la comida... Regresé y me puse a estudiar Gastronomía en Celia Escuela Integral Gastronómica, donde me recibí como profesional gastronómico en 2010. Después, realicé una maestría en cocina francesa pero no es a lo que me dedico.
- ¿Y la cocina del Howard Johnson?
Viví más de 5 años en México, desde 2011 hasta el año pasado, a los pocos meses de regresar, gracias a un contacto en común, Germán Bella, quien está a cargo de la concesión del restó del hotel, me invitó a formar parte de este proyecto y bueno, aquí estoy.
- ¿En qué parte de México viviste?
En el Distrito Federal. Viajé, cociné, fui bartender, fui jefa de cocina, fui parrillera. Así me inicié en México. Mi primer trabajo fue en la parrilla de un restaurante por ser argentina.
- Los argentinos gozan de buena fama en la parrilla...
(Risas) Y sí. Yo aprendí del mejor, mi papá. Después me especialicé en cocina mexicana. Trabajé en el restaurante Café de Tacuba y otros. Nunca dejé de aprender.
- ¿Esas vivencias te permiten ahora afrontar el desafío de la cocina de un hotel de categoría?
¡Eso espero! Primero, fue lo que me abrió las puertas. Luego, uno va formando su propia identidad, la del viajero; de no tener miedo a los sabores y a las texturas. La idea es combinar de manera creativa ingredientes y técnicas de cocina para aportar algo diferente a la ciudad. Queremos darle la categoría de internacional que tiene el Howard Johnson pero que lo puedan disfrutar los locales.
- ¿Qué te caracteriza como cheff?
Soy un "cambalache". Tengo un poco de aquí, un poco de allá. Me gusta lo picante como así también las nuevas formas de alimentación como el vegetarianismo, el veganismo y los platos libres de gluten. Somos lo que comemos, sin dudas.
- En San Francisco hay una fuerte costumbre culinaria arraigada a platos con salsa y mucha carnes...
Ese es un desafío. El público de San Francisco es difícil. Está acostumbrado a platos llenos de crema y queso que tapan el sabor del resto de los ingredientes; demasiado abundantes y suculentos. La comida no es solo lo que estamos acostumbrados a comer, hay un mundo detrás que quiero que la gente descubra.
Aquí se consigue una buena calidad de frutas y verduras y una gran variedad de carnes y lácteos, todo cerca y fresco, lo que permite hacer platos únicos. Es muy lindo poder cocinarle a la gente de mi ciudad.
- ¿Qué le aporta la mujer a la cocina?
La mujer le aporta más delicadeza. Es necesario que regrese la feminidad a la cocina, ya que se perdió en el último tiempo y son los hombres los que coparon el rubro. Las porciones que consumimos también son hechas para hombres y no para el consumo de las mujeres, son muy abundantes y deberían ser más delicadas (acotadas). La mujer le brinda un ambiente más cálido a la cocina.
- ¿Quiénes son tus referentes?
Tuve la suerte de trabajar con Narda Lepes en un restaurante, en el San Honorato en Córdoba. Su forma de ser me hizo tomarle cariño. Parece algo fría, pero tuvo gestos de simpatía por ejemplo, darme de probar en la boca zanahoria con miel. Te regaña cuando tiene que hacerlo, es exigente pero también es simple. Viajar le dio una chispa especial para la cocina. También me permitió opinar sobre los platillos y me dio la posibilidad de hacer cosas sola. Narda se ganó la fama que tiene.
- A la hora de dirigir la cocina, ¿qué tipo de chef sos?
Prefiero el término cocinera. Decir chef, que significa jefe, no me gusta, por la cuestión de la superioridad. Soy bastante exigente, me gusta trabajar a la par con mi gente, pero soy estricta con las tareas asignadas. Lo que hago es por amor a la cocina, no por ser una jefa.
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¿Preferís platos salados o dulces?
Puedo estar haciendo una torta con fondant y florcitas rococó o un cabrito a la estaca. Es parte de mi bipolaridad en la cocina (risas). Lo salado te permite personalizar el plato sin problemas, en cambio, lo dulce, si agregaste algo de más, podés arruinar la receta.
- ¿La presentación de un plato lo dice todo?
Sí. Es amor a primera vista, es decir, de la vista nace el amor. La presentación, acompañada del sabor y la emoción que genera es fundamental. Para mí, poder ensamblar todo esto es el mayor desafío al que me voy a enfrentar cuando abran las puertas del restaurante.