Opinión
Entre el pedal y la cosechadora
En plena cosecha, los caminos rurales se vuelven terreno de tensión entre ciclistas y productores.
Por Ignacio Omedes | LVSJ
En pleno abril, cuando la maquinaria agrícola no descansa y los caminos rurales del departamento San Justo están cargados de polvo y actividad, emerge una problemática que no es nueva pero que toma fuerza con la intensidad de la cosecha: la convivencia entre productores agropecuarios y ciclistas.
San Francisco y su zona de influencia —Luxardo, Colonia Marina, Colonia Iturraspe, Devoto, Freyre, Josefina y tantos otros pueblos que forman parte del corazón productivo de la Argentina— viven este momento con intensidad. El motor del país, como muchos coinciden en llamarlo, se mueve con cosechadoras, tractores, pulverizadoras, camiones y camionetas que transitan diariamente los caminos de tierra en busca de sacar adelante una campaña que define mucho más que la economía de una región.
Pero sobre esos mismos caminos, y cada vez con mayor frecuencia, pedalean grupos de ciclistas. Practicantes del rural bike, una actividad que crece y se multiplica, motivada por la salud, el deporte o simplemente el esparcimiento. Y aquí surge el conflicto: mientras unos están trabajando, otros están disfrutando. Y aunque ambos tienen derecho a circular, no siempre lo hacen con la conciencia del otro.
Los caminos rurales, aún con algo de alivio por las últimas lluvias, no están en las mejores condiciones. La tierra suelta, las nubes de polvo, la visibilidad baja y la gran circulación de maquinaria pesada generan un combo potencialmente peligroso. Los ciclistas —muchas veces en grupo, como indica la lógica de esta actividad— deben ser conscientes de que transitan por una vía activa de trabajo, y que los vehículos del agro no tienen la maniobrabilidad ni la visibilidad necesarias para evitar imprevistos.
La reflexión no busca demonizar a nadie. Ni a los pedalistas, que encuentran en los caminos rurales un espacio libre y natural para ejercitarse, ni a los productores, que hacen su trabajo como siempre lo hicieron. Pero sí hace falta un llamado al sentido común y a la responsabilidad compartida.
Así como el ciclista que sale a la ruta debe saber que circula en un espacio que no está diseñado exclusivamente para él, quien decide adentrarse en un camino rural durante plena cosecha debe entender que se está metiendo en el corazón de la actividad productiva del país.
Lo mismo aplica para el sector agropecuario: si bien están en su derecho de trabajar, una conducción responsable, atenta y respetuosa del entorno también puede marcar la diferencia.
Porque al final del día, más allá de la actividad que cada uno desarrolle, nadie quiere un accidente. Nadie quiere lamentar una tragedia que pudo evitarse con una cuota de sentido común.
Es tiempo de que productores y ciclistas entiendan que el camino rural no es de uno ni de otro. Es compartido. Y si se comparte, se respeta.