Análisis
Entre demoliciones y salvavidas
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Mientras el caso Espert volvió a sacudir su gestión de gobierno, entre la teatralidad política y la urgencia electoral, el oficialismo reitera una estrategia que le dio frutos en 2023: demoler para renacer. La demolición se vuelve a instalar en la estética del poder. Que el líder no termine atrapado bajo los escombros de su propio relato dependerá, muy posiblemente, del humor social en estas dos semanas y de las derivaciones del inédito apoyo de los Estados Unidos.
Por Fernando Quaglia | LVSJ
La consigna fue: “Espert es pasado”. Luego de días de indefiniciones -más cercanas a actitudes caprichosas que a una evaluación política razonada-, se lo despachó al ostracismo.
El caso del excandidato bonaerense es un ejemplo, uno más, de los tantos en los que la soberbia, la hipocresía y la mentira son armas de crecimiento politico. Mas grave: como se afirmó en un diario nacional, es el primer hecho conocido de “contaminación de la política con el crimen organizado”. ¿Se abrió la Caja de Pandora?
Mientras olvidan o callan frente a los evidentes sucesos ocurridos en sus gobiernos, solo los militantes kirchneristas más fervorosos -de incredulidad suspendida- se conmueven ante la novedosa preocupación de algunos de sus líderes por la corrupción y las vinculaciones con los negocios más oscuros. Sin embargo, ha quedado claro que esta conducta no es exclusiva de los más exaltados personajes de esa facción política.
La falta de pensamiento lógico y crítico, propia de tiempos en que la desinformación se hace un picnic, también dan paso al surrealismo y la estética sombría, desplegadas en el acto oficialista del Movistar Arena. La escenografía -oscuridad, luces contrastadas, pantallas gigantes, humo, vestimenta y referencias a la ciencia ficción y a futuros distópicos- remite al imaginario del “fin del mundo conocido”, un recurso habitual en el cine para hablar de ruptura y renacimiento.
Demolición
Esa estética funcionó en 2023 como metáfora del discurso de Milei, que se presentaba como el líder que venía a “demoler” el sistema. Lo del Movistar Arena fue un mensaje para las “bases”, para esa militancia que delira con cada exceso. En este punto, que el presidente haya cantado el tema “Demoliendo Hoteles” es una alegoría evidente.
La canción de Charly García condensa los sentimientos de generaciones: “luché por la libertad y nunca la pude tener”; “crecí con los que estaban bien, pero a la noche estaba todo mal”; “todos crecimos sin entender y todavía me siento un anormal”. También, “los plomos juntan los cables y cazan rehenes” alude a tiempos de represión, mientras que “los chicos que pegan carteles” -de La Libertad Avanza agregó Milei- se transforman en emblema de un nuevo tiempo.
El protagonista que emerge de las ruinas para iniciar la refundación y el tono futurista del espectáculo expresaron la idea de colapso y resurgimiento a la vez. El líder que “demuele hoteles” resurge de entre los escombros. Claro que los restos de lo que fue aquella inicial construcción política han sido generados por su falta de pericia en la materia, lo que habilita a suponer que cuando habla de demolición se está mirando en un espejo. Paradoja: la invocación a la demolición puede aún volverse un búmeran.
Salvavidas
Que no lo sea dependerá del humor de los votantes el próximo 26, algunos espantados frente a la iconografía mileísta del acto del lunes pasado, pero que quizás ven con alivio el oxígeno que insufló Estados Unidos en un momento crítico. Ahora todas las fichas están puestas en el inédito oxígeno que insufló el Tesoro norteamericano y en la visita de Milei a Trump este martes. Se afirma que en la Rosada hay convicción de que el apoyo de Washington disipará las incertezas y permitirá al gobierno llegar a la orilla el día después de las elecciones.
Por lo pronto, hasta el 26, el gobierno fluctuará entre la recreación de la conocida narrativa de la demolición y las autoalabanzas por haber accedido al salvavidas que le arrojó la Casa Blanca.
Habrá que ver si, con esto, a la libertad le alcanza.