Encontrar la libertad donde no se pertenece
Luciana Nicolini está radicada en Barcelona desde hace dos años donde se forma en arte dramático. Tras ganar el premio Carlos a Mejor Actriz Infantil en 2014 y cuando su carrera comenzaba a adquirir gran popularidad, la joven dejó todo y fue a buscar su propio camino en otro país. En esta nota comparte cómo vivió en carne propia lo difícil de ser inmigrante y cumplir el sueño de ser actriz.
Cuando uno se va de vacaciones conocer otro país puede ser una experiencia maravillosa. Ver los edificios, convivir con su gente, explorar la cultura, estudiar su historia resulta enriquecedor y alimenta las ganas de volver. Sin embargo, todo eso se disfruta por unos días y tiene fecha de vencimiento junto a un boleto de avión.
En cambio, cuando uno piensa en convertir ese destino en una residencia, la verdadera ciudad comienza aparece con sus verdaderas luces y sombras.
Barcelona le abrió los brazos a Luciana Nicolini hace dos años atrás para cursar en la Escuela Laboratorio Expresión Corporal Dramático. En una breve visita en nuestra ciudad, el 31 de agosto regresará a la ciudad de Gaudí para completar sus estudios artísticos hasta junio de 2020, la joven dialogó con LA VOZ DE SAN JUSTO.
Su experiencia en la capital catalana tuvo sus altos y bajos. Fue allí donde encontró la sanación de su alma, su capacidad creadora y artística, pero también conoció qué significa la palabra inmigrante, ser "el otro" que llega para pertenecer donde no pertenece.
Las dificultades de encontrar un lugar donde dormir por los altos costos que tiene este destino, sobrevivir con lo poco que se gana en un trabajo "informal" y soportar la discriminación por parte de las autoridades le sirvió a la actriz de 38 años para explotar al máximo su capacidad de supervivencia, terminar con los miedos, prejuicios y vencer aquello que le hizo daño. Tras la vorágine de haber ganado el Carlos a Mejor Actriz Infantil en 2014, se enfermó de Lupus más una operación estética en 2008 convirtieron su cuerpo en un sufrimiento.
"Ahí ves la verdadera podredumbre, las familias desarmadas, personas sucias y golpeadas que llegaron en un barco luego de muchos días de viaje. El inmigrante es un estorbo, ningún país quiere que alguien llegue a su país y los invada"
A pesar de eso, Luciana siente que encontró su libertad. "Barcelona es una ciudad impactante, cosmopolita y enorme. Te lo da absolutamente todo y la gran diversidad cultural es increíble", sostuvo. Pero advirtió:"A veces escucho a la gente decir...vamos a Europa que allá todo es más fácil, pero no es tan así. Hay que trabajar y mucho porque la vida allá no es lo que parece cuando uno va de vacaciones".
Despojada de objetos materiales, solo con valija llena de ropa que la acompaña y una energía que se percibe es de otras latitudes, supo desprenderse de lo material para descubrir su vida espiritual.
Con mucho coraje enfrentó la dura vida del inmigrante en Barcelona, donde el alquiler de habitación en zona céntrica puede costar alrededor de los 350 Euros, es decir, más de 23.275 pesos cuando el salario promedio es de 1.000 Euros, explicó.
Con esos precios, la única posibilidad de poder vivir es compartiendo el espacio con otros. "Siempre alguien me dio un espacio donde vivir aunque de manera temporal. Estuve en lo de una sanfrancisqueña por cuatro meses, en lo de una barcelonesa otros cuatro meses más, en una carpa en un bosque mientras participaba en un festival de teatro y en casa de un artista donde la paga de la estadía era ayudarlo a pintar. Pasó mucho tiempo para que pudiera alquilar una habitación", recordó Luciana.
"Tuve que adaptarme a utilizar el baño con personas desconocidas, dormir en un campamento o comer lo que hay y dormir con otros. Es un momento en que una se redescubre y aprende a compartir", aseguró.
En la ilegalidad
Por ser un viaje de estudios, Luciana tramitó -como cualquier persona haría- su visado de estudio. Con ese permiso, la actriz entendió que tenía posibilidades de conseguir un trabajo de 20 horas semanales y no dudó en buscar uno apenas llegó a Barcelona.
Sin embargo, la letra chica diría otra cosa y las trabas aparecerían. "Fui creyendo que eso era así, me confié y apenas llegué tuve una entrevista para trabajar en una farmacia. Cuando me avisan que quedé para el puesto, presenté los papeles en el lugar y me dijeron que no podían ponerme en blanco porque mi visado no me lo permitía. El único camino que quedó posible fue el trabajo informal".
De esta manera, y con el temor de que haya algún problema Nicolini trabajó durante un año y medio "en negro". "Los dueños de la farmacia fueron muy amables. Me dijeron que de una manera u otra ellos iban a hacer lo posible para que yo estuviera trabajando con ellos".
"Hay muchos grupos que ayudan a
los inmigrantes que llegan sin nada, escapando del mundo cruel en el que viven
y habiendo recorrido el mundo entero. Les dan alojamiento y comida pero
Barcelona está desbordada".
Cada cuatro meses Luciana se enfrenta a los peores temores. Largas filas en las oficinas de Extranjería de Catalunya para legalizar sus papeles donde hay otros coterráneos, pero también personas de Senegal, Paquistán, India. "Ahí ves la verdadera podredumbre, las familias desarmadas, personas sucias y golpeadas que llegaron en un barco luego de muchos días de viaje. El inmigrante es un estorbo, ningún país quiere que alguien llegue a su país y los invada".
La portación de rostro o el color de piel es lo que condena para los que vienen de otros países. "Ves en las calles cómo la policía, con su actitud represiva, maltrata a los negros o paquistaníes. Eso pasa más aún con los que trabajan en la calle, les tiran todo. Es como ver una película vieja sobre esclavitud", afirmó.
A pesar de la dura realidad, la actriz reconoció que hay personas que acompañan a quienes están en estas situaciones extremas: "Hay muchos grupos que ayudan a los inmigrantes que llegan sin nada, escapando del mundo cruel en el que viven y habiendo recorrido el mundo entero. Les dan alojamiento y comida pero Barcelona está desbordada".
Luciana después de ganar Carlos a Mejor Actriz Infantil en 2014 emigró a España para fortalecer su carrera como actriz.
Viajar para curar
Luciana tiene su cabello rojo intenso como el vino tinto, un color inesperado en ella que hasta hace dos años llevaba un rubio romántico, casi inocente.
Es otra mujer, la que sanó su sufrimiento y dolor; la que se despojó de todo lo que le hizo mal; de lo superficial y lo comercial para poder ser ella misma. "Soy una creadora, una artista y una acompañante de corazones rotos", aseguró.
El premio Carlos fue un éxito inesperado y no lo supe manejar. En ese momento comencé a vivir experiencias duras conmigo misma que me llevaron a darme cuenta en qué lugar estaba metida. Era un ambiente de competencias y no quería eso para mí. El peso fue tan grande que me enfermé".
Luciana contó que esta enfermedad autoinmune la llevó a estar postrada y débil hasta que sanó su cuerpo gracias a la terapia de biodecodificación. "Mi sanación fue en Capilla del Monte, en un Namasté donde conocí causalmente a Jessica Walker, la directora de la escuela donde estudio hoy".
Casualidad o no, Luciana reconoce estar sana, sin dolores y aseguró que en Barcelona fue donde curó su mayor herida: su enemistad consigo misma. "En 2008 se sometió a una lipoaspiración en todo su cuerpo que la llevó a sufrir los peores dolores. "Nunca encajé en la vida, era mi propia enemiga".
Pero el teatro apareció en su vida como un bálsamo para sanarla y en otro país pudo darse cuenta quien era ella y el valor de la libertad, sin estar atada a cánones. "Barcelona es difícil, pero esta experiencia conjuga lo que estuve buscando en mi vida. Soy lo que me enseñan en la escuela, una mujer libre", concluyó.