En modo campaña electoral
Sin ideas ni posturas muy novedosas, todo se reduce al acrecentamiento de la polarización, a la simplificación del mensaje y a promesas de reversión de algunas problemáticas. Ganan terreno los antagonismos y las apetencias personales y sectoriales. Y pierden terreno los reclamos legítimos y la exigencia de soluciones.
Como ocurre desde hace décadas, la campaña electoral para las primarias de septiembre y las legislativas de noviembre ha comenzado mucho antes de lo que corresponde. El tironeo por las candidaturas ocupa la mayor parte del tiempo de la dirigencia política, enfrascada en luchas internas y la búsqueda de posicionamientos personales que, en verdad, parecen importar poco a la mayoría de la población.
Es que todo se reduce generalmente a la danza de nombres y negociaciones, reflejada, con mayor o menor dimensión, por el periodismo en todas las latitudes del país. Muy pocas, casi inexistentes, son las alusiones a los problemas graves que enfrenta la Argentina: inflación, caída del nivel de vida, miseria de algunos sectores, inseguridad creciente, educación por el piso y, encima, la mochila de cien mil fallecidos por la pandemia con las discusiones acerca de las estrategias fallidas que se llevaron adelante para afrontarla.
El país parece haber ingresado en el modo piloto automático. Por cierto, ninguna de las circunstancias que desviven a la gente tendrá solución efectiva mientras dure el esfuerzo proselitista. Luego, "se verá". Porque las ideas sobre cómo resolver los problemas no se explicitan. La experiencia demuestra que, sin dudas, no abundan. Porque lo importante es alcanzar o mantener cuotas de poder, apelando a estrategias de comunicación y generación de imagen. Así, el marketing político se transforma en protagonista desde las sombras y reduce a la campaña proselitista a la condición de un evento de comunicación.
Por cierto, es beneficioso que haya lucha electoral en una democracia. Y que las distintas agrupaciones o frentes políticos diriman sus diferencias en las internas. Sin embargo, toda la mirada dirigencial está puesta en las legislativas de noviembre. Y los esfuerzos también. Con lo cual, la gestión de gobierno o el control opositor se resienten más de lo que ya están. Además, la apatía y el desinterés de la población por las "roscas" de la política se tornan más evidentes aún.
En este complejo marco, sin ideas ni posturas muy novedosas, todo se reduce al acrecentamiento de la polarización, a la simplificación del mensaje y a promesas de reversión de algunas problemáticas que no se sustentan en argumentaciones o metodologías de resolución. Así, ganan terreno los antagonismos y las apetencias personales y sectoriales. Pierden terreno en esta realidad los reclamos legítimos y la exigencia de soluciones.
La Argentina ha ingresado en modo campaña electoral. Sin mayores cambios en la superficie, el país político muestra la misma cara que exhibió en elecciones anteriores, pese a que la gravedad de la realidad argentina se ha profundizado. Lo realmente positivo es que, al tiempo que reclama calidad en los debates y claridad en las propuestas, la ciudadanía sigue teniendo la posibilidad de decidir, aun cuando el contexto contenga altas dosis de confusión y desesperanza.