En el campo y en la ciudad, los jardines de infantes son el primer escalón de la educación
Los espacios educativos iniciales proveen los primeros valores y herramientas necesarias para el futuro de niños y niñas. La formación en este momento es fundamental, así como el acompañamiento familiar. Tras la pandemia, poco a poco vuelven los abrazos, los besos y las sonrisas detrás de los barbijos.
Los jardines cumplen la valiosa función de brindar a la comunidad un espacio adecuado que permita la contención de los niños, otorgando una atención integral en los aspectos relacionados a la salud, la nutrición, estimulación temprana, contención pedagógica y socio afectivo.
Este 28 de Mayo, estos espacios educativos celebraron el Día de los Jardines de Infantes y la Maestra Jardinera en homenaje a la educadora riojana Rosario Vera Peñaloza, quien fundó el primer Jardín de Infantes de la Argentina.
En el campo y en la ciudad los jardines dan todo de sí, en diferentes realidades, pero donde las experiencias son enriquecedoras por igual tanto para maestras como para los pequeños niños que dan sus primeros pasos en la educación formal.
El esfuerzo durante la pandemia, el regresar a las aulas, el volver a reír, cantar y disfrutar de una etapa escolar única que le da a la comunidad educativa un valor superior, ya que los jardines de infantes son eso, el primer paso y el más importante para el futuro.
La educación de los chicos
En la escuela J. B. Iturraspe, la maestra jardinera María Alejandra Raspo lleva adelante el jardincito de cinco años turno mañana. Actualmente, son 200 niños los que concurren a las salitas de cuatro y cinco años en los dos turnos, la mañana y la tarde en la escuela ubicada en barrio Vélez Sarsfield.
Lejos de la ciudad y a unos 11 kilómetros de la localidad se Devoto, se ubica el Jardín de Infantes Domingo Faustino Sarmiento, anexo II de Colonia Amalia. Allí, la señorita María Victoria Quaranta asiste a cuatro estudiantes, de los cuales 3 varones tienen tres años, y una niña de cuatro.
En el jardincito de la ciudad, María Alejandra contó que "todo lo que se hace en un jardín de infantes es una oportunidad de crecimiento que deja huellas, gana de saber más, el gusto por el estudio y eso es lo que queda como base para futuros aprendizajes. Es el primer escalón del sistema educativo. En el jardín se aprende sobre el mundo, los hábitos, se proyecta que haremos cuando sean grandes, se juega, se imagina y se crea. Es un mundo de palabras dulces, de abrazos sinceros, de sueños y de imaginación"
"En nuestro nivel, que trabajamos con niños tan pequeños que es fundamental el rol de la familia y el vínculo que se puede establecer con cada una de ellas".
La ruralidad merece un párrafo aparte, donde la experiencia es totalmente diferente a la que se conoce de la ciudad. Según Victoria, "las familias de los estudiantes tienen el nivel educativo de la educación media; son tamberos, tractoristas, están siempre a disposición del docente, colaboran con necesidades que surgen diariamente en la vida diaria y valoran mucho la educación inicial".
En el campo, el mayor desafío de la educación inicial "es mantener la continuidad de las trayectorias escolares; que los niños reciban los aprendizajes prioritarios que corresponden al nivel y a cada sala; que se puedan llevar adelante los programas educativos del Ministerio de Educación sobre el fortalecimiento de las áreas de lengua; matemática y cultura digital, que se ponga en marcha de manera transversal el proyecto de Educación Sexual Integral; buscar estrategias que los estudiantes necesitan para lograr los aprendizajes planteados. El desafío es también trabajar con un grupo de niños de edades diferentes en una sala múltiple".
Los valores
Tanto en el campo como en la ciudad, los valores son los que sostienen la educación inicial. "Se promueve un aprendizaje holístico e integral para los niños y las que asisten, así como la solidaridad, la confianza, el respeto como valores fundamentales para su crecimiento. También se desarrolla su capacidad creativa, otras experiencias de experiencias de poder ir un poquito más allá, se incentiva el juego por el cual se aprende. Con diferentes actividades, se desarrollan las capacidades de expresión, de comunicación a través de diferentes lenguajes como la expresión corporal, la literatura", manifestó Raspo.
Para Quaranta, "Se transmiten valores relacionados con identidad y convivencia, con educación sexual integral, áreas que son integradas en otras áreas. En el ámbito rural es valioso porque los niños pueden tener igualdad de oportunidades que un jardín urbano dónde se le pueden brindar distintas experiencias de acuerdo a su contexto, pero también que conozcan lo conocido pero mirado con otros ojos".
La experiencia en pandemia
Tanto en la escuela rural como la ciudad, las forma de educarse durante la pandemia tuvo que modificarse para que los chicos no pierdan clases. "A nosotros la pandemia nos marcó porque nos tuvimos que adaptar y aprender diferentes cosas, otros modos de comunicarnos con las familias que también tuvieron que adecuarse a otras formas de educación y contacto. De a poco, todos nos fuimos encaminando en esto que fue difícil y que luego se naturalizó", reflexionó María Alejandra.
En el ámbito rural, la situación fue un poco más compleja por las posibilidades de comunicarse y llegar a los chicos. "Nos comunicamos a través de WhatsApp, haciendo videollamadas, videos de las clases, enviando materiales desde Devoto. Cuando las familias iban al pueblo a realizar las compras el directivo se comunicaba con ellos y les alcanzaba materiales que podían ser de utilidad; lo buscaban en el jardín base; enviábamos también semanalmente la clase y luego hacíamos videollamadas individuales y/o grupales para conversar sobre los contenidos que debían trabajarse", contó María Alejandra.
Lo que duró un largo tiempo, luego se trasladó de la virtualidad a las aulas. "Tuvimos que readaptar las salas, los juguetes y fue difícil no poder compartir sus cositas, pero en el reencuentro de la presencialidad en julio del año pasado, tuvimos que hacer un período de adaptación para que los chicos se conozcan", dijo María Alejandra.
"Nuestro mayor desafío hoy es seguir brindando las herramientas necesarias para que niños y niñas puedan acceder al conocimiento para su futuro. Nos faltaron los besos, los abrazos, pero de a poquito están regresando y ahora los chicos pueden ver nuestros rostros detrás del barbijo", destacó María Alejandra.
Señorita maestra
Este 28 de mayo, también se celebró el Día de las Maestras Jardineras. María Alejandra tiene un cariño especial con el jardincito de la Iturraspe, lugar que la formó en sus primeros pasos como estudiante y se convirtió en su espacio de trabajo y vocación. "A mis cinco años asistí a este jardín (por la Iturraspe) y me marcó tanto mi señorita que quise ser maestra jardinera. El jardín es mi lugar de trabajo, pero donde me siento cómoda y feliz de ir todas las mañanas por encontrarme con mis compañeras pero más aun con los niños".
Para María Victoria Quaranta, la vida en un jardín rural "es una realidad diferente, un desafío constante pero una experiencia enriquecedora y gratificante. Trabajé en escuelas urbanas con 25 niños o más y encontrarme con un grupo muy pequeño de alumnos fue ir de a poco acostumbrándome a sus tiempos, su contexto y aprender con ellos el día a día".
Desde que hice mi primera suplencia en un jardín rural dije que siempre volvería porque es una experiencia única; siempre digo que llegar y la vida en la naturaleza no tiene precio y el cariño y respeto de un niño y su familia es muy gratificante y se agradece", concluyó Quaranta.