“En cada producto que quisimos lanzar, nos topamos con un problema económico del país”
Así lo reconocen desde la familia Codini, dueña de una de las empresas más tradicionales de la ciudad. Aclararon que aunque hoy la producción de lavarropas LG está detenida, se reactivará el próximo mes.
Héctor José Codini tiene 75 años y dirige, como gerente general, la fábrica de electrodomésticos que lleva su apellido. Dijo pasar todas las crisis habidas y por haber y aseguró que en cada producto que quisieron lanzar en su historia "nos topamos con un problema económico del país". Pese a ello, remarcó que pudieron salir a flote, con stock de materia prima y sobre todo "produciendo".
Calefones eléctricos, secarropas, lavarropas y ventiladores de techo se encuentran y encontraron alguna vez entre sus producciones. Actualmente indicaron que la producción de lavarropas LG "está detenida", aunque aseguraron que se reactivará en junio. Mientras tanto, Codini S.A. amplió la distribución de televisores, equipos audio y aires acondicionados de LG y de otras marcas como Daewo y Hyundai.
En una entrevista con LA VOZ DE SAN JUSTO, los integrantes de la familia también se refirieron al predio de la Fábrica Militar que adquirieron en la década del noventa y donde no solo montaron su fábrica: "Cuando vi por primera vez este lugar, los pisos eran de madera llenos de aceite y otros desechos. Fue una locura haber comprado este edificio y ponerlo en condiciones para que sea una verdadera fábrica", admitió Héctor.
La familia en la empresa
Pese a su crecimiento, Codini nunca dejó de ser una empresa familiar, aunque cada uno tiene claro su rol en ella. Héctor pertenece a la segunda generación en la conducción. Lo acompaña su esposa y madre de sus hijos, Mabel María Valdemarín, que se encarga de las finanzas. También, la tercera generación: Javier Adolfo, a cargo de las ventas; Patricia Milagros, de los proyectos de desarrollo inmobiliario; Pablo César, de la administración y compras, y Rafael Mariano, del área de Producción.
"En la empresa, cada uno aporta lo suyo. Si no estuvieran los chicos, nosotros no estaríamos acá porque ellos son nuestro puntal, el motor de esta industria", aseguró Mabel.
Delegar no fue una dificultad, aunque a Héctor aún le cuesta encomendar algunas tareas puntuales. "Soy muy personalista y me gusta estar en cada detalle, pero cada tema se discute en familia, porque Codini somos todos", dijo.
Dos generaciones de la empresa familiar Codini
Empresa y mercado
"Casi medio siglo al frente de una empresa no es fácil", sostuvo Héctor. La industria de electrodomésticos fue uno de los sectores golpeados durante 2018 por la combinación de la alta inflación, la recesión y la disparada del dólar.
Sin embargo, en la actualidad, la fábrica Codini cuenta con 100 empleados y trabaja al 100 % de su capacidad, algunas áreas en dos turnos, cubriendo 20 horas de trabajo. Además, aseguraron que a diferencia de otras muchas industrias, ante la caída del consumo, no debieron recurrir al Procedimiento Preventivo de Crisis (PPC). Y lo atribuyen a que ofrecen en el mercado local productos más accesibles y de calidad en un rubro que se caracteriza por altos precios, que hoy, en un contexto de crisis, son considerados hasta un "lujo" para los argentinos.
"Nuestro producto cubre las necesidades que tiene la gente hoy, que no puede acceder a un artículo de lujo", expresó Javier.
Solo tres países fabrican secarropas: la Argentina, Brasil y México. En nuestro país, Codini compite con otras dos firmas nacionales pero marca la diferencia en la relación precio/calidad. "Apuntamos al mercado general, al público de menor poder adquisitivo pero siempre manteniendo un producto de primer nivel", agregó el hijo mayor de los Codini.
Todo empezó en un galpón
Los inicios de esta empresa datan de 1951, cuando el padre de Héctor, José Francisco Codini, junto a Cleto Becaria y Jacinto Porporatto, fundaron José F. Codini SH, iniciándose en la fabricación de lavarropas en un galpón sobre calle Corrientes, frente al Club Atlético San Isidro.
A los 14 años, Héctor comenzó a trabajar a la par de su padre y luego se unió su hermano mayor, Víctor Vicente. "Dejé de estudiar para trabajar. Empecé con un tío que me capacitó y después me incorporé a la empresa de mi papá, donde me dedicaba a la administración hasta que me trasladé al área de producción", recordó Héctor.
Con la pérdida de José, los hermanos Codini siguieron adelante con la fábrica y Mabel se sumó dejando atrás 24 años de trabajo detrás del mostrador de Joyería González.
Al lavarropas creado por José, se sumaron nuevos productos: el calefón eléctrico en 1974, el secarropas en 1978 y el ventilador de techo en 1982. "Todos los productos se fabricaron porque noté que había más demanda que oferta", recordó Héctor.
"El calefón surgió luego de la pérdida de mi suegro. Mi suegra vivía sola y nos fuimos a vivir con ella. En ese momento, ella tenía solamente un cúmulo eléctrico y no nos servía", aportó Mabel.
Y su esposo siguió: "Fui a Burmeister Lamberghini por un calefón y me dijeron que costaba $10.000 y mi lavarropas costaba $40.000. El vendedor me dijo: '¿Por qué no lo fabrica usted? '. Y así nació la idea".
Con retazos de chapas que sobraban de los lavarropas, empezaron a fabricar los primero calefones eléctricos de Codini Hnos S.H. y fue un éxito en ventas.
Una industria que nació de la necesidad de la época
El secarropa también respondió a una necesidad de la época. "Había solo dos fabricantes -Barbero y Kohinoor- y con la gran demanda, empezamos a producirlo nosotros también", explicó el dueño de la firma.
La historia del ventilador no es menos interesante. "En aquél momento viajaba en un viejo rastrojero a vender nuestros productos y en cada local al que iba, le preguntaba qué pedía la gente y recuerdo que una vendedora en Junín, provincia de Buenos Aires, me dijo que el ventilador de techo. En uno de mis viajes a la fábrica Czerweny, en Gálvez, Santa Fe, que era proveedora de los motores de nuestros secarropas, me mostraron unos para ventiladores de techo y sin pensar le pedí 1.000 de esos. En su momento solo me entregaron 700 pero de inmediato fabricamos los primeros. En poco tiempo salieron los ventiladores y se vendieron con éxito".
El ventilador y su debut triunfante impulsaron la desaparición del clásico lavarropas de la marca, que dejó de fabricarse.
Para 1986,
los hermanos Codini rompieron la sociedad y Héctor continuó con la firma y poco
a poco se sumarían, ya con la edad apropiada, sus cuatro hijos. "Aquellos eran años de muchísimo trabajo porque
no existía la computadora. Todas las facturas las hacía con la máquina de escribir.
Hoy lo pienso y digo, '¿cómo trabajamos tanto?'. Porque realmente era una cosa
de locos. Recuerdo que nos cortaban la luz y poníamos una mesa fuera de la
fábrica y seguía facturando", evocó Mabel.
Competir con lo importado
Los slogans publicitarios de los años 90 fueron tan fuertes como la demanda: "El mejor secado después del sol". "Por más vuelta que dé, no hay como un Codini", para los secarropas, o "fuimos los primeros y seguimos siendo los mejores".
Esa década fue para la firma su mejor momento, sobrevivió a la Ley de Convertibilidad en 1991 que cerró las puertas de muchas industrias nacionales.
"Los 90 fueron la mejor época. Mi padre siempre apostó por productos voluminosos que tuvieran una barrera natural a la importación por el costo logístico", contó Pablo.
Salir al mundo
En 1995, los productos Codini atravesaron la frontera argentina y se instalaron en países como Brasil, hasta 2013. "El 30 % de la producción de secarropas se exportaba. Llegamos a cargar 5 camiones semiremolque. El crecimiento fue exponencial, a tal punto que empezamos a construir galpones en distintos sectores cercanos a la planta principal por calle Corrientes pero ya no dábamos abasto con el espacio", rememoró Héctor.
En medio de la bonanza, una nueva dificultad económica afectaba al país y esta vez sí golpeó a los Codini, que debieron abandonar la exportación. "Teníamos 25.000 secarropas embalados, listos para salir afuera del país en el edificio donde hoy funciona Supermercados Pingüinos y se paró la venta. Fue un momento difícil, pero al poco tiempo reaccionamos", dijo Héctor.
Pasar las crisis
"Pasé todas las crisis habidas y por haber. Y creo que en cada producto que quisimos lanzar, nos topamos con un problema económico del país pero siempre salimos adelante a nuestra manera, con stock de materia prima y produciendo", aseveró Héctor.
La crisis desatada en diciembre de 2001 fue un cachetazo para la empresa, que en ese momento comenzó a fabricar su lavarropas automático con piezas, en su mayoría de origen importado, siendo el primero de operación digital de producción argentina.
Este proyecto se concretó pero duró poco tiempo, y para no perder presencia en el mercado, abrieron una oficina comercial en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. "El lavarropas digital duró tres meses. Cuando todos pararon, nosotros decidimos seguir adelante y en 2002 abrimos una oficina en Buenos Aires. Fue un desafío pero no teníamos otra opción. Eso nos permitió crecer, aunque nos enfrentamos a todas las monedas que circulaban en ese momento como fueron el Cecom, Cecor, Patacón", explicó Javier.
En 2003 resurgió el lavarropas, pero ya fabricado con piezas nacionales, y cuatro años más tarde, se sumó el modelo de carga frontal que contaba con piezas europeas. Este también fue el primer lavarropa digital elaborado en el país.
No obstante, la bonanza no se extendió por muchos años, la producción de este producto tan esperado por los Codini volvió a detenerse.
Esta vez, su producción se vio indirectamente golpeada por el conflicto en 2005 entre Uruguay y la Argentina por las plantas de celulosa sobre el fronterizo río Uruguay, protestas que bloquearon rutas y paralizaron el ingreso a nuestro país de piezas que Codini usaba para fabricar su lavarropas.
"Nuestras piezas entraban al país vía Montevideo y con el conflicto por la pastera no había forma que ingresaran", indicó.
Y otro estacazo, en 2008, con el paro del campo contra las retenciones, que bloqueó rutas. "No podíamos traer materia prima, vender los productos ni cobrar. Teníamos que elegir porqué ruta viajar, pagando fortuna de flete para que nos trajeran las cosas. La mercadería salía de Montevideo pero no sabíamos si llegaría", acotó el empresario.
Una puerta de ingreso para Corea
Desde hace diez años, Codini es la elegida por la empresa coreana LG para fabricar sus lavarropas. "Muchas empresas extranjeras nos visitaron para que fabriquemos sus productos. LG vio con la seriedad que trabajamos y la trayectoria de Codini. Para nosotros, fue un orgullo", indicó Héctor.
Mabel, que no se mueve de su lado, añadió que fabricar para LG "es atender un mercado diferente al que nosotros apuntamos. Es un producto de lujo mientras que el nuestro tiene un valor diferente, pero de primera calidad".
Aunque hoy la producción de lavarropas LG está detenida, aseguraron que se reactivará en junio, mientras tanto, Condini amplió la distribución de televisores, equipos de audio y aires acondicionados de LG y de otras marcas como Daewo y Hyundai.
"El objetivo es expandir nuestro negocio a partir de productos de calidad", contó Pablo.
"Esta empresa es la vida de todos los Codini, de los que estamos y de las generaciones que vienen y nunca pensamos en dejar de trabajar", concluyó su padre.
Desde la década del 90, la firma produce desde su planta instalada en la exFábrica Militar
De barrio Sarmiento a la exFábrica Militar
En 1996 Codini se mudó a un edificio donde antes funcionó la fábrica Fraver, en 1º de Mayo y Sáenz Peña. Allí renovó su lavarropas semiautomático con un diseño cilíndrico y de plástico, dejando atrás al viejo modelo de chapa que había ideado el abuelo José.
En tanto, al año siguiente Codini compró las 40 hectáreas que comprenden la exFábrica Militar, que había cerrado sus puertas de manera definitiva unos meses antes, con la política de privatización del gobierno del expresidente Carlos Saúl Menem.
Tras varios intentos fallidos de venta por parte del Estado, Codini se presentó a la licitación pública ofreciendo 2.253.000 pesos, un valor por debajo de los 4.000.000 pesos en lo que estaba valuado el predio de avenidas Urquiza y Cervantes.
Sin detener la producción, Codini remodeló los 23.000 metros cuadrados cubiertos del edificio. "Cuando vi por primera vez este lugar, los pisos eran de madera llenos de aceite y otros desechos. Fue una locura haber comprado este edificio y ponerlo en condiciones para que sea una verdadera fábrica", admitió Héctor.
La tarea de remodelación fue más amplia. "También recuperé el club para que la gente tenga su espacio de entretenimiento; luego, tuve que acondicionar las 10 casas del predio donde hoy viven mis hijos", agregó.
El traslado al predio del acceso oeste de nuestra ciudad fue además el impulso para que la firma diversificara sus negocios y comenzara a apostar por el rubro inmobiliario.
Así, el sector de las casas que antes eran ocupadas por directivos y familiares de la Fábrica Militar, se convirtió en un barrio cerrado, al que muchos llamaron el primer country de San Francisco.
De un tiempo a este parte, en los terrenos donde antes funcionaba el Polvorín, almacén de pólvora de la ex Fábrica Militar, tiene vida un nuevo barrio, el loteo Centro Nuevo San Francisco, ubicado entre bulevar 25 de Mayo, Trigueros, Belgrano y avenida de La Universidad, otro emprendimiento de la familia Codini.