Historias
En 1930, emocionantes “cruceros” en Miramar a bordo de “Cap. Polonio”

La barcaza que se impulsaba con ruedas laterales del casco, permitía excursiones en la ribera de Miramar hace un siglo cuando el turismo crecía en el único pueblo costero de Ansenuza.
Por Arturo A. Bienedell | LVSJ
José Carlos Devallis Vaudagna, cuando cumplió 86 años en 2008, publicó con sus recuerdos el libro “Miramar. Memorias del pasado” y, el año pasado, su hija Teresita donó un ejemplar para la Biblioteca del Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco y la Región, donde por otra vía llegaron fotografías turísticas de Miramar de hace casi un siglo; en conjunto dieron base a esta nota.
José Carlos fue hijo de José Devallis Vittore y Josefa Vaudagna Giordano y cuenta en su libro que, en 1921 dieron comienzo a las obras del “Lido Hotel” que fue una sociedad de su padre José con su hermano Andrés, oriundos de Colonia Luis A. Sauze. Ambos, en la década de 1930 construyeron, además, la “Petit Pensión” que después fue “Petit Hotel”, todo lo que fue cubierto por las aguas en las crecientes de muchos años después.
El “Lido Hotel” -que estaba en el ingreso de la localidad llegando desde Balnearia- tenía 20 habitaciones, pero tres baños comunes, comedor y un bar, todo dispuesto en torno a un amplio jardín y un espacio de estar. Al bar se ingresaba por una esquina y al hotel, por un zaguán que separaba al bar del comedor.
Al describir el entorno del hotel, explica que tenía, a unos 50 metros de la costa un conjunto de casillas que usaban los bañistas para cambiarse o dejar sus pertenencias. En 1930 “no había allí nada edificado, sólo se veían de tanto en tanto algunos árboles, más bien algarrobos y chañares (…) En la zona de las casillas había un pozo surgente que incesantemente emergía agua que desembocaba en la laguna. Allí había diez o doce chañares que era un lugar para acampar”.
En sus relatos, Devallis alude también a “Cap. Polonio” a quien describe como “un simpático polaco que era fotógrafo y que, además, pintaba caracoles que vendía a los turistas”. Su nombre real era Juan Radesky pero él ponía Cap. Polonio en su comercio y fotografías que tomaba, en alusión a su nación de origen.
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Radesky tenía también una embarcación muy llamativa “semejante a las que uno ve en las películas de los barcos que surcaban el río Mississipp,i que bautizó ‘Cap. Polonio’ accionado por ruedas de paletas laterales traccionadas por dos motores Ford T. Contaba con cabina y tenía un piso superior con asientos, barandas y techo de lona para proteger a los viajeros. Con esta embarcación realizaba paseos por toda la costa y era el deleite de los turistas”, concluye Devallis.
Durante los veranos de entonces, en varias temporadas, muchos que viajaban a Miramar querían realizar al menos un “crucero” en esa nave y Radesky, muy servicial y agradecido, oficiaba como “capitán” y guía.
Varias fotografías nos permiten conocer la barca con aspecto sólido, pese a su tamaño limitado, pero que podía ser abordada por más de veinte pasajeros que se deleitaban surcando las aguas de Ansenuza, un mar que nos pertenece a todos y es cada vez más convocante y tiene, en la actualidad, otros navíos que ofrecen excursiones para quienes que se aventuran a seguir las precursoras olas que hace un siglo dejó “Cap. Polonio”.