Emilio, el reparador de reposeras
En barrio 9 de Septiembre, un vecino se encarga de la puesta a punto de la gran compañera del verano. Cintas de rafia, destornillador y martillo, todo a disposición para el trabajo artesanal.
Están en las veredas siendo parte de los comentarios entre vecinos; son compañeras viajeras a la playa y a las sierras; se apoderan de los patios de las casas cuando el calor apremia y esta semana, jugó de titular en la 44º edición del Campeonato Nacional de Baby Fútbol: se trata de las reposeras que tienen su propio arreglador y es sanfrancisqueño. Se trata de Emilio Grill de barrio 9 de Septiembre, que las pone a punto para cada temporada.
"Tengo mucho trabajo. Esto se mantiene así hasta febrero o marzo, inclusive", dijo Emilio Grill de 54 años a LA VOZ DE SAN JUSTO en diálogo mostrando su taller donde hay de todos los tipos como la pescador, sillones, cienasta, entre otras.
Arreglar las reposeras, sea cual sea el problema; es una labor extra para Emilio que enciende las máquinas desde las 18 cuando sale de la fábrica donde trabaja hasta cerca de la hora de la cena. "Una silla, si es un trabajo simple como cambiar la cinta, lo hago en media hora. Cuando ya hay que pintar o lijar, me lleva dos días", afirmó el especialista.
Arreglar cuesta la mitad que una silla nueva. A veces, dependiendo del estado, el arreglador con su ojo clínico indica si conviene llevar a cabo la reparación.
Los trabajos más complejos, muchas veces llegan cargados de historias y son un desafío.
Aunque a veces no conviene por los costos de mano de obra, el cliente siempre tiene la razón y hay cumple con los pedidos: "Una vez llegó un señor con unas sillas muy antiguas, que pertenecían a sus padres. Tenían 40 años, mínimo. Le dije que era un trabajo difícil, que iba a tener un costo y que le convenía comprar unas nuevas; pero él me dijo que no, que esas sillas le recordaban los momentos en que tomaban mates sus papás y que miraban fútbol en familia. La pagan tres veces más que una silla nueva, pero son tan importantes que el trabajo se hace tal cual como eran antes, para no dejar de existir y mantener vivos los recuerdos".
Emilio Grill rodeado de reposeras de todo tipo
El taller
El arreglador se stockea de los insumos gracias a un colega de la ciudad que se dedica a la fabricación de sillas. Con punzones, martillo, atornillador eléctrico, sierra, tornillos y las cintas de rafia, que son lo más importante, da rienda suelta al trabajo.
La lija y la pintura se suman cuando hay que hacer reparaciones más importantes. "La reparación es simple pero se complica cuando se necesitan labores más complejas como quitarle el óxido a los caños o trabajar la madera, porque eso requiere la ayuda de otros colegas", aseguró.
Destornillador eléctrico, martillo y cintas de rafia para un trabajo artesanal en plena temporada
Siempre entre sillas
Emilio llegó desde Río Primero para estudiar en la Escuela Ipem Nº50 "Emilio F. Olmos". Como estaba pupilo, los fines de semana se alojaba en la casa de Antonio Gatti, suegro de su hermana, quien junto a su sobrino Juan empezaron a fabricar reposeras. "Era una forma de ganarme unos pesos", recordó.
Con el paso del tiempo y la fábrica ya en manos de uno de los hijos de Juan, Edgardo, el ya egresado Emilio trabajó junto a ellos hasta fines de los noventa cuando cerró pero antes llegó la oportunidad de reparar las sillas que traían los clientes. "Yo no tenía nada en esa época para reparar, menos plata para comprar cintas y los elementos que necesitaba pero ellos me dijeron que me prestaban todo y así podía hacerme unos pesos extras", recordó Emilio.
Entre los gobiernos de Carlos Menem y De La Rúa, este vecino tomó impulso para abrir su propia fábrica con el nombre "EG", pero la situación económica lo obligó a cerrar y vender lo poco que tenía. "Viví la misma tristeza que mucha gente. Sabés lo que es despojarte de todo lo que compraste con mucho esfuerzo en poco tiempo. Las reposeras son redituables, hay pocas fábricas que sobrevivieron porque en aquellos tiempos, la importación de esos tiempos nos mató", confió el arreglador.
Un artesano de las reposeras
Allí quedaron las reposeras, a un costado de su vida y durante mucho tiempo Emilio trabajó en diferentes fábricas.
En 2012, comenzó a fabricar sillas para la firma Aimaretti, quienes les brindaban todos los recursos y el solo tenía que armarlas, momento en que también se animó a abrir su propio taller en el fondo de su casa para reparar las sillas.
Aunque tiene la oportunidad de trabajar en otro lugar y tener un sueldo fijo, las reposeras son su vida y no las puede dejar. "Si pudiera, volvería a fabricar mis reposeras como lo hacía mucho tiempo y sacaría hasta un crédito bancario pero no puedo. Me consuelo con arreglarlas y volverlas a la vida", finalizó .