Eliminación de listas colectoras: sana medida
La supresión de éstas atenúa las frecuentes confusiones que se producían en un cuarto oscuro, establece el retorno de algo de equidad, termina con las "avivadas" de algunos dirigentes propietarios de sellos políticos sin ninguna representatividad y devuelve racionalidad y transparencia a los procesos electorales.
El gobierno nacional, por decreto, derogó una disposición similar
rubricada en 2011 por la ex presidente Cristina Fernández y eliminó las
denominadas listas colectoras y las candidaturas múltiples para las elecciones
presidenciales y configuró un nuevo panorama para los partidos políticos en las
elecciones venideras.
La medida, criticada solamente por los partidos políticos que se beneficiaban de la aplicación de un formato que lejos está de garantizar representatividad, contribuye a sanear los procesos electorales. Va en la dirección correcta, porque la confusión era la norma en cada elección ante la enorme cantidad de papeletas que mostraban a candidatos conocidos bajo sellos de agrupaciones prácticamente inexistentes.
Vale recordar que las colectoras son el conjunto de listas de diversos partidos que presentan candidatos propios para una cierta categoría (por ejemplo, diputados nacionales), pero que adhieren a una misma lista de candidatos para otra categoría (por ejemplo, presidente) en la que no presentan aspirantes propios. Así, fuerzas que no son representativas de la voluntad popular podían seguir existiendo ante la cantidad de sufragios que obtenían, no por su representatividad sino por su adhesión al candidato de otra agrupación. Son decenas las agrupaciones que utilizaban este sistema para continuar existiendo y cobrando dineros del erario público, pero que eran desconocidas para la gran mayoría de los ciudadanos. Al mismo tiempo, también se veía beneficiada la figura que encabezaba cada una de estas boletas porque su candidatura aparecía en una gran cantidad de papeletas.
Es decir, el candidato a presidente que recibía la adhesión de las distintas listas sumaba votos de diferentes partidos sin necesidad de negociar y formalizar una alianza que los integre a todos, mientras que cada una de las listas colectoras se beneficiaba del "arrastre" del candidato al cargo de mayor jerarquía. Por ello, la eliminación de este sistema caló hondo en buena parte de la dirigencia política, puesto que no hay sector que no se haya beneficiado con la aplicación de un método engañoso y contrario a la esencia de la institucionalidad.
Ciertamente, el gobierno nacional habrá sopesado también los beneficios electorales que esta medida le acarrearía. Sería ingenuo pensar que la decisión solo pasó por restituir el criterio de respetar la voluntad popular que se expresa en las urnas. No obstante, la supresión de las colectoras atenúa las frecuentes confusiones que se producían en un cuarto oscuro, establece el retorno de algo de equidad, termina con las "avivadas" de algunos dirigentes propietarios de sellos políticos sin ninguna representatividad y devuelve racionalidad y transparencia a los procesos electorales.