Análisis
Elecciones: angustia, incertidumbre y un ruego
La atención de la ciudadanía hoy estará centrada en el resultado de una elección que, como pocas veces en la historia argentina, se enmarca en un panorama de malestar, angustia y desconfianza.
La Argentina hoy elige al próximo presidente de la Nación. Es natural la expectativa que rodea este acontecimiento cívico. La atención de la ciudadanía hoy estará centrada en el resultado de una elección que, como pocas veces en la historia nacional, se enmarca en un panorama en el que el malestar, la angustia y la desconfianza son denominadores comunes.
La realidad determina que para la Argentina se avizora un futuro incierto y preocupante surgido de las incertidumbres y pesares de un presente aciago en numerosos aspectos de la vida comunitaria y que tiene aspectos que han venido adquiriendo características dramáticas. Existe una pendiente cada vez más aguda por la que se deshilachan las ilusiones y las esperanzas de millones de argentinos que, sin embargo, no tienen intenciones de seguir habitando este clima que instiga a la resignación
Lo que vive y ha vivido el pueblo argentino en estos últimos años ha generado una profunda crisis de confianza. En especial, la incredulidad hacia la dirigencia política. Hacia sus propuestas, muy alejadas, en ocasiones, de sus acciones concretas. Ha sido éste el germen de una suerte de resentimiento hacia las virtudes de la democracia. Peligrosa circunstancia que obliga al rescate urgente de la participación responsable a través del sano imperio de la voluntad popular y del respeto a la opinión pública. Como también perentoria es la vigencia de la ley, no por resultado de una imposición forzada, sino como un estado de la conciencia colectiva.
En este contexto difícil, dentro de una semana se cumplirán 40 años del retorno a la democracia. En aquellos meses hoy lejanos de 1983, el Preámbulo de la Constitución Nacional se convirtió en premisa de la nueva etapa institucional. Se apeló a las ideas allí contenidas. Se enfatizó en las aspiraciones que en ese texto se plantean, en los objetivos perennes que son el punto de partida para forjar el destino de nuestra Patria.
Sin embargo, en la campaña electoral ningún candidato presidencial aludió a este texto fundacional. Perdió la oportunidad de renovar un compromiso que nunca debió quebrarse. El de respetar las metas esenciales de la institucionalidad que la Carta Magna dispone y que, en todos los casos, no se cumplen debidamente en la actualidad. Vale la pena, creemos, reflotar aquel espíritu que marca un rumbo. La convocatoria democrática a la que invita el Preámbulo es una hoja de ruta ineludible.
Porque se hace imprescindible en este tiempo trabajar con convicción para reconstruir la unión nacional destrozada por una grieta absurda que solo benefició a quienes la originaron. Ya no se puede aspirar a gobernar culpando a otros ni perpetuando esa división que tanto daño ha causado. En este marco, afianzar la justicia, consolidar la paz interior y proveer a la defensa común implican desafíos de magnitud inconmensurable frente las acechanzas del delito organizado y de los juegos nefastos del poder.
Sin alcanzar estas premisas centrales será muy difícil asegurar los beneficios de la libertad para todos los ciudadanos, único modo de realización de sociedades prósperas. Así tampoco podría avanzarse en promover el bienestar general que hace mucho se ausentó de la cotidiana realidad de los argentinos, vapuleada por una inflación indetenible que erosiona el porvenir y azuza el descontento.
Trabajar con denuedo para devolver la vigencia de estos valores, cimientos de la convivencia, será responsabilidad de quienes hoy sean electos por la voluntad popular. Porque lo que viene será mejor solo si se restablece la confianza en la democracia, si se respetan las libertades, si se hace palpable la vigencia de las leyes, si se fortalecen las instituciones y se repone la cultura del trabajo, si se apela a la fuerza espiritual y moral de nuestro pueblo y deja de ser una utopía la honradez de quienes asumen su representación.
Más que una declaración de principios, el Preámbulo es una plegaria que invoca a la fuente de toda razón y justicia, para que las nuevas autoridades sean capaces de devolver al país a la senda hoy extraviada.