El triple crimen de Alfieri a su familia que llevó a los vecinos de Clucellas a pedir su linchamiento
Recordamos lo ocurrido en marzo de 1940, en el pueblo de Plaza Clucellas, cuando Alfieri Borda Bossana cometió un triple crimen, matando a sus padres y a su hermana de 10 años, con el fin de heredar medio millón de pesos.
Por Juamps Lidiam
Era o parecía ser un día más en un pueblo, en este caso de Santa Fe, pero que tratándose de un pueblo podría haber sido cualquier otro.
Era la noche de un jueves 21 de marzo de 1940, Alfredo Bossana se dirigía a visitar a la familia de su hermano, en la finca donde vivían, cuando se encontró, a pocos metros de llegar, con su sobrino Alfieri, quien gritó:
-Ocurre algo terrible en mi casa. La han asaltado. Regresaba del pueblo, después de visitar a mi novia, ¡y me encontré con una escena horrible!
Ambos, tío y sobrino, sin ingresar a la escena del crimen, se dirigieron con premura a la comisaría del pueblo y comentaron lo sucedido.
Esta vez junto a la policía, Lorenzo y Alfieri se dirigieron ahora sí a la finca. Allí encontraron tres cuerpos: el de Lorenzo Borda Bossana, el de Ana Calvo y el de la pequeña Iris. Ante ese cuadro, Alfieri se abalanzó sobre sus padres y comenzó a llorar.
Mientras la policía investigaba, tuvo lugar poco después el velorio de las víctimas. Allí, Alfieri recibió condolencias, muchas, la de los habitantes del pueblo.
Él, hijo y hermano de esos cuerpos, se mostraba dolido. Fue en uno de esos momentos cuando uno de los investigadores presentes le confesó a Alfieri que creía que el asesino se encontraba en el velorio, y éste respondió.
-Ojalá se los identificara... Hay muchos asesinos que parecen gente decente.

Foto: Diario Crítica
Las hipótesis de la investigación
La policía santafecina rápidamente tomaría las riendas del caso. Se descartaría la hipótesis de robo por lo siguiente: entre el revoltijo de ropa encontrada y cajones tirados había dinero y alhajas, algo que un ladrón jamás hubiera dejado.
Cuando Alfieri se enteró de esta desestimación adujo que había desaparecido un documento por 10.400 pesos. Según decía, el tío Alfredo lo tenía firmado a orden del padre (uno de no pocos intentos de inculpar al tío). Tal documento, se habría después, nunca existió.
La segunda hipótesis, la de una venganza, tampoco tardó en perder fuerza, los Borda Bossana gozaban de buena reputación en el pueblo y alrededores.
Lo que terminaría por inclinar la balanza hacia otra hipótesis fue el haber encontrado zapatos con manchas de sangre, bajo uno de los muebles de la finca. Una carta que el juez doctor Puig Ramos haría valer días después.

Lorenzo Borda Bossana, Ana Calvo y la pequeña Iris, las víctimas. (Foto: Diario Critica)
Una pesquisa que daría con la verdad de lo ocurrido
Puig Ramos era el encargado de interrogar a Alfieri, sospechaba de ese sujeto que en todo momento hablaba con serenidad.
El juez quiso saber, le consultó a Alfieri el porqué de los arañazos que eran visibles en su cuello. El interrogado dijo que los tenía por un trabajo realizado con un caballo, enganchado en una chata, que utilizaban para trabajos en la chacra.
-¿Recuerda usted el lugar?- inquirió Puig.
-Sí, doctor.
-Vamos entonces a buscarlo- arremetió el juez.
Se dirigieron entonces hacia un lote cultivado. Alfieri se detuvo, miró para aquí, para allá. Nada.
-Ya no está, alguien lo ha levantado- dijo.
Puig sabía que la noche del crimen, Alfieri la había pasado en casa de su tío, donde se cambió camisa y medias, ordenando que fueran lavadas. Sin embargo, en la investigación, uno de los empleados del tío afirmó que el señor Alfieri le había entregado una corbata con manchas de sangre.
Puig olió, sintió que no había más vueltas y levantó el índice hacia el ahora, sin dudas, acusado y sentenció:
-Usted, nadie más que usted es el culpable del asesinato de sus padres y hermana.
Con una postura cabizbaja, en silencio, Alfieri movió la cabeza, asintiendo.
El relato de lo macabro
El asesino dijo que lo hizo porque sus padres se oponían a su casamiento con Elena Grosso, la entonces novia. Y el episodio que desencadenó su furia, decía, fue un golpe del padre, esa misma tarde. No fue así no obstante. Tras algunas contradicciones, se conoció lo sucedido:
Ese jueves por la tarde Alfieri llevó a su madre y hermana de compras al pueblo, mientras las esperaba la decisión estaba tomada. Lo haría esa tarde. Cuando éstas volvieron condujo más rápido de lo habitual hacia la finca.
Al llegar vio a su padre sentado en el patio. Las mujeres pronto se fueron a cambiar de ropa, en ese momento Alfieri fue en busca de una escopeta, que siempre estaba cargada. Avanzó por el pasillo que daba al patio, vio a su padre de espaldas y disparó.
El padre, herido, con un agujero en la espalda, comenzó a llamar a su hijo. Éste dejó el arma y corrió hacia él, pero cuando Lorenzo lo tuvo cerca vio algo en los ojos de Alfieri, lo supo. El disparo era de su hijo.
Lorenzo lo tomó del cuello clavando sus uñas. Se libró así una contienda que acabaría cuando el hijo logró tirar al suelo a su padre de un empujón.
Sin los brazos de Lorenzo encima Alfieri volvió a buscar el arma, la cargó y disparó de nuevo contra el herido. Un cuerpo muerto, el primero, y un charco de sangre.
En ese momento, Ana e Iris eran espectadoras del horror. Alfieri miró a su madre, ésta supo que era la siguiente y echó a correr. Corrió por alrededor de la caza ("fue una persecución dantesca", declararía él, viendo un carácter épico en lo ocurrido).
Cuando Ana, exhausta, no pudo correr más, Alfieri vio el blanco y disparó. Su madre (¿lo era en ese momento?) cayó al suelo, tan sólo a cinco metros del cuerpo de Lorenzo.
Alfieri se acercó al cuerpo de esa mujer que gritaba y le asestó un culatazo, partiéndole el cráneo.
Pero no había terminado, un gemido perdido dentro de la casa le hizo recordar a Iris, quien estaba en el pasillo, inmóvil.
Con las manos manchadas de sangre Alfieri se acercó a ella, a esa niña que miraba o no sabía si mirar a ese hombre, a 'eso' que la había dejado sin padres. Con lo que quedaba de la escopeta Alfieri golpeó con furia en la cabeza de niña, y otra muerte sobrevino.
Se supo después, para Alfieri no era nuevo. Cuando iba a cazar mataba a sus presas asestando un culatazo en la cabeza. Lo disfrutaba.
Como si nada fuera
Ensangrentado, Alfieri decidió bañarse y cambiarse de ropa. Escondió los zapatos (o eso intentó). Antes de irse removió cajones con ropa, dejó dinero y alhajas tiradas. Los cuerpos quedarían allí, ahora debía salir.
Dio el portazo, su intención era visitar a su novia, a esa que anhelaba llevar al matrimonio y compartir una vida, una vida ajena a la pobreza.
Pero antes de verla se dijo 'por qué no tomar unas copas'. Y eso hizo. Luego, la noche llegaría.
Un intento de linchamiento
Tras los interrogatorios, ese pueblo que lo acompañó en el velorio se sintió cuando menos traicionado con Alfieri. Las palabras sobre lo acontecido ese jueves en la finca se hicieron eco en los rincones del pueblo y sobrevino la furia.
Cuatrocientas personas acudieron así a la comisaría. No les era desconocida tampoco la serenidad de Alfieri al contar.
Gritaban que fuera entregado al pueblo. Gritaban con ahínco, sentían que no era posible otro modo de hacer justicia.
Sin embargo esto no ocurrió, se decidió el traslado del asesino a la ciudad de Santa Fe.
Su pronto destino sería la cárcel de Las Flores. Allí, se supo que lloró. Se dijo que conoció el arrepentimiento.
Fuente: Diario Crítica