Sociedad
El taller de costura que nació en pandemia y hoy dignifica a mujeres de Arroyito
Impulsada por una necesidad urgente durante el aislamiento, la Asociación de Trabajadores de Arroyito se convirtió en un verdadero ejemplo de organización, resiliencia y economía circular. La entidad textil genera trabajo digno para mujeres de todas las edades pero también las capacita en oficios y multiplica oportunidades.
Por Laura Ferrero | LVSJ
En medio del silencio impuesto por la pandemia, con calles vacías y hospitales desbordados, un grupo de vecinos principalmente mujeres de Arroyito tejió la primera trama de lo que hoy es una experiencia ejemplar de trabajo colectivo. La necesidad de barbijos y kits sanitarios fue el disparador de un proyecto que comenzó con urgencia, pero que se sostuvo con perseverancia, convicción y, sobre todo, con la firme voluntad de no volver atrás.
“Fue un proyecto impulsado por la municipalidad en plena pandemia, cuando había una gran demanda de insumos en el hospital local. No se conseguían barbijos ni elementos sanitarios, entonces surgió la idea de reunir un grupo de personas para producirlos. Así empezó todo”, recordó Evelin Ruatta, presidenta de la Asociación de Trabajadores de Arroyito, el taller textil que aún hoy sigue creciendo.
Esta historia cobra especial relevancia en el marco de la Semana del Día del Trabajador, como un testimonio vivo de que cuando el Estado y la sociedad civil trabajan en conjunto, pueden surgir respuestas eficaces, sostenibles y con fuerte impacto social.
Del aislamiento a la acción
Al principio fueron casi cincuenta. Mujeres —y algunos hombres— que cosían desde sus casas, bajo protocolos estrictos y con insumos provistos por el municipio. Luego, cuando las medidas lo permitieron, se organizaron en pequeños grupos para cortar las prendas y distribuirlas.
“El trabajo era muy artesanal al principio. Nos juntábamos con mucho cuidado, manteníamos la distancia, el barbijo era obligatorio. Hacíamos el corte en grupo y luego se llevaba a las casas para la confección”, contó Evelyn.
Pero lo que diferencia a este grupo de otros que surgieron en pandemia es que, una vez pasada la emergencia sanitaria, no se disolvieron. Al contrario: tomaron la experiencia como punto de partida y decidieron institucionalizarla.
“Formamos la asociación civil con un grupo de mujeres que quisimos continuar. Hace casi cuatro años de eso. Recibimos un subsidio nacional con el que pudimos comprar maquinaria de alta tecnología, y empezamos a trabajar con empresas locales e instituciones”, dijo con orgullo su presidenta.
1° de Mayo: trabajo, lucha y dignidad
El Día del Trabajador se celebra en Argentina desde 1890, en homenaje a los “Mártires de Chicago”, obreros asesinados en Estados Unidos por reclamar la jornada laboral de ocho horas. Es una fecha que honra la lucha por los derechos laborales, pero también pone en valor el trabajo como herramienta de transformación social.
En nuestro país, el sector textil representa una fuente clave de empleo para mujeres. Según datos del Ministerio de Trabajo, el 75% de quienes trabajan en la confección de prendas son mujeres, muchas de ellas jefas de hogar. Talleres como el de Arroyito son vitales no solo para la economía local, sino para avanzar hacia una mayor equidad.
Tejiendo futuro
Actualmente, el taller confecciona ropa de trabajo, uniformes escolares y médicos, y también ofrece servicio de bordado. Las encargadas de este trabajo son ocho mujeres, aunque la cifra puede duplicarse en momentos de alta demanda.
“Dependemos mucho del apoyo de empresas, emprendedores e instituciones para poder sostenernos y generar nuevas oportunidades laborales. Cuando tenemos más producción, convocamos a más mujeres”, explicó Evelin.
En este sentido, la asociación no solo produce, también forma. Su misión principal es generar inserción laboral para mujeres mayores de 40 años, muchas de las cuales estaban desempleadas o no contaban con experiencia previa en el rubro textil.
“Muchas eran empleadas domésticas que se quedaron sin trabajo durante la pandemia. Otras nunca habían trabajado. Algunas tenían conocimiento de costura, otras no. Les fuimos enseñando desde el corte hasta el uso de máquinas industriales”, agregó. Y aclaró: “No es lo mismo usar una máquina familiar que una industrial. Por eso dimos capacitaciones específicas, tanto para las tareas del taller como para que puedan desarrollar sus propios emprendimientos desde casa”.
Economía circular y saber colectivo
Una de las particularidades de esta asociación es que nada se desperdicia. Cada retazo de tela sobrante se convierte en un nuevo producto: sets materos, remeras, buzos. Todo encuentra una segunda vida útil.
“Todo lo que queda de la confección lo reciclamos. Es una forma de aplicar la economía circular, de no generar basura innecesaria y, al mismo tiempo, de aprovechar al máximo los recursos”, destacó Evelin.
Y no solo se recicla tela. También se reciclan saberes, se transfieren conocimientos y se construyen vínculos que fortalecen a cada integrante. “Lo que más me gusta es ver que todas las chicas están contentas, que disfrutan lo que hacen, que siempre quieren aprender algo nuevo. Eso vale más que cualquier cosa”, dice emocionada.
La dignidad de volver a empezar
En un mercado laboral que suele excluir a las mujeres mayores de 40 o 45 años, este taller ofrece algo más que un ingreso: devuelve la autoestima, el sentido de pertenencia, la posibilidad de proyectar. “Tenemos mujeres de todas las edades. Incluso una señora jubilada que ya pasó los 60 años y está feliz, realizada”, afirma con orgullo Evelin.
La dinámica del trabajo es flexible. El oficio les permite, además, seguir produciendo desde sus casas fuera del horario del taller, para vender en ferias o generar un ingreso extra.
“Muchas de las que no tenían experiencia empezaron con tareas sencillas, como el corte de tela, y luego se fueron capacitando. Hoy todas manejan diferentes tipos de máquinas, desde las rectas hasta las Overlock”, agregó.
Conducción y autogestión
Otro aspecto distintivo del proyecto es que, desde sus inicios, se pensó también en la gestión institucional. La municipalidad no solo proveyó insumos en la etapa inicial, sino que también brindó capacitaciones específicas para la conducción de la asociación civil.
“Nos capacitaron con contadores, abogados, un coach. Nos enseñaron cómo manejar una entidad, cómo organizarnos, cómo trabajar en equipo. Eso fue fundamental para que pudiéramos sostenernos y proyectar a largo plazo”, subrayó Evelin.
Esa formación les permitió cumplir con los requisitos legales, acceder a subsidios y administrar con responsabilidad las tareas, los recursos y el crecimiento del taller.
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Apoyos clave y necesidades actuales
El taller funciona en Rafael Bianchi 1142, donde tienen su sede equipada con maquinaria industrial moderna. Reciben apoyo de diversas instituciones locales y clientes que confían en la calidad de su trabajo.
Sin embargo, para continuar creciendo, necesitan más encargos, más difusión y más alianzas. “El rubro textil tiene mucha demanda, y hacen falta talleres como el nuestro en otras ciudades. Ojalá se replique. A quienes estén empezando, les diría que sean perseverantes y que se animen”, aconsejó Evelin.
También agradece especialmente a quienes confiaron desde el principio: “El apoyo de las empresas, de la municipalidad, de Nación fue clave para que estemos hoy acá. Y cada cliente que vuelve, cada institución que nos encarga uniformes, nos ayuda a seguir”.
Una trama social que inspira
Para Evelin Ruatta y sus compañeras, este proyecto no solo significó trabajo. Fue, y sigue siendo, un motor de transformación personal y colectiva. Un espacio donde aprender, crecer y sentirse valoradas.
“El objetivo social de la asociación es dar servicio a la comunidad, generar inclusión y que las mujeres desarrollen habilidades dentro del sector textil. No solo es un oficio. Es una forma de dignidad”, concluyó