El salón de belleza, una costumbre que las abuelas mantienen viva

Para ir a misa, para tomar el té o el desayuno con amigas o simplemente para estar "coquetas" las abuelas mantienen viva la tradición de ir al menos una vez a la semana al "salón de belleza" ¿Por que? Simplemente "para no dejarse estar".
Por Ivana Acosta
Los salones de belleza - que hoy se llaman peluquerías - años atrás estaban atestados de mujeres que iban religiosamente todas las semanas con turno previo a "arreglarse". No existía motivo que lo justificara más que el de mantenerse "coquetas".
La historia no tiene nada raro, los rituales siguen manteniéndose y las abuelas siguen también dándole continuidad a estas hermosas costumbres, por el simple hecho de "no dejarse estar".
Es sabido que lo visual no es lo más importante, ni lo físico, pero sí "sentirse bien" es algo esencial para cualquier persona. Así lo reflejan Bettina Innocenti, Ilma Fogliatti y Teresita "Chiquita" Turco a LA VOZ DE SAN JUSTO, además de cientos de abuelas que van a las peluquerías a peinarse, maquillarse, teñirse, hacerse los ruleros o la permanente.
Lo que parece de antaño para ellas no lo es porque las hace simplemente pasar un momento grato, encontrar a sus amigas y sentirse bien.
Recuerdo que siendo pequeña mamá trabajaba de "Ita" y Flérida. Dos señoras que se peinaban todas las semanas. Italia no podía ver pero eso no la privilegiaba de sentirse hermosa - de hecho lo era - y en el caso de "Fleri", sus ojos celestes, el pelo entrecano y con matices de rubio denostaba horas de trabajo y cuidado. Mi propia abuela que era pelirroja durante toda su vida no sacrificó hacerse la permanente.
Todas las abuelas tienen en común este hábito. Más o menos asiduas a la peluquería, o desde sus casas buscan mantener su belleza intacta pese al paso del tiempo, siempre asumiendo su edad pero no por ello perdiendo aquellos rasgos físicos que las definían como mujeres.
Vieja costumbre
Desde jóvenes y aun estando casadas Bettina, Ilma y "Chiquita" mantuvieron la costumbre de ir a embellecerse a alguna peluquería. "Arreglarse" es un denominador común en algún momento de su vida. Eran otras épocas, con los mismos hábitos que hoy pero donde todo "parecía más natural".
Cuando conocí a las entrevistadas cada una se había preparado minuciosamente para recibir a LA VOZ DE SAN JUSTO, todas habían pasado por la peluquería, estaban perfectamente maquilladas y lucían pequeñas cadenas, aros y algunos anillos.
En la casa de Ilma conocí a una abuela que no perdió ni un rasgo de su belleza natural aun, pese a las pruebas que pone la vida. La mujer el año pasado perdió a su sobrino e "hijo de crianza", Mario Fogliatti, cuando el profesor y ciclista murió en un accidente. Pero ni en esos duros momentos dejó de arreglarse, de hecho esto le sirvió como un puente donde canalizar el dolor y "salir adelante".
"Voy una vez por semana a la peluquería, me peino y después de ahí salgo a hacer distintas actividades, ahora por ejemplo voy a hablar a piamontés", explicó Ilma animada en el comedor de su casa.
Simpática y divertida, Bettina nos recibió en su cálido hogar y contó que "pasa horas en la peluquería" arreglándose el pelo, tiñéndose y con los clásicos ruleros. De hecho siempre le repitió a su esposo entre risas pero con seguridad: "Me puede faltar cualquier cosa pero no la peluquería".
Qué decir de "Chiquita", para ella la peluquería es una actividad que repite semanalmente. Cuando entramos a su casa, ella llegaba del salón con un peinado simple pero que demostraba su paso por el lugar.
Así, cada una con su estilo, secretos y predilecciones siguen "poniéndole freno al tiempo".
"Chiquita" Turco no se pierde una semana sin ir a arreglarse el cabello y estar con aros "al tono" al igual que sus uñas (Marcelo Suppo)
Con los ruleros a la calle
Quien no recuerda a las simpáticas señoras grandes que los sábados por la mañana paseaban con los ruleros y un pañuelo, y por la tarde exhibían su cabellera perfecta en un peinado único.
En este sentido, Teresita comentó que mucho tiempo atrás nadie se asombraba de ver a las mujeres caminar con un pañuelo en la cabeza y salir a hacer mandados o trámites, ¿por qué? Debajo de eso estaban marcados los ruleros. Todo el día - por lo general - era habitual verlas así y después a la tarde una señora diferente salía a la calle a pasear, a ver a su novio o a un encuentro familiar.
Bettina sostiene que "pasa muchas horas" en la peluquería y mientras charla y comparte tiempo con sus amigas. En ese lapso, la tintura cobra vida dándole un color rubio a su cabello, se pone los ruleros y al final el peinado simboliza "la frutilla del postre".
Estas cosas para ellas son naturales pero en opinión de "Chiquita" se realizan "cada vez menos" entre las más jóvenes. "Hoy ya no se ve a las mujeres con los ruleros marcados en la cabeza, usan el cepillo, se lo alisan", explica. Y recuerda que en su época tener el cabello lacio "no era tan habitual" sino que la preferencia radicaba en tenerlo ondulado.
Distinto es el caso de Ilma, que siendo jovencita lo mantuvo largo y trenzado y con el tiempo se lo fue cortando.
En la actualidad lo tiene corto, así que los ruleros no están a su alcance pero sí siempre pide que el cabello se mantenga suave, natural y ordenado, algo que se logra fácilmente con un peinado en el salón de belleza.
La tintura es algo que también tienen en común estas abuelas, cada una refleja un color y un estilo particular y diferente. "Chiquita" lo prefiere más oscuro, Bettina fue variando pero desde hace un tiempo "luce rubia", mientras que Ilma eligió dejar que las canas reflejen su edad, aunque su secreto está en "matizarlas para que el tono sea el mismo en toda la cabeza".
Ilma Flogliatti se mantiene intacta pese a los años, peinarse y los aros son dos cosas que dice "no le pueden faltar" (Marcelo Suppo)
El maquillaje, las uñas y aros, los complementos
Al mirarlas con detenimiento se nota que no solo es cuestión de mantener lindo su cabello. La belleza solo es alcanzada con otros complementos: los accesorios y las uñas bien arregladas.
Pintadas o no, las uñas están bien cuidadas y eso que cada una de estas abuelas trabajó toda su vida (Ilma vivió en el campo, Bettina era empleada de Epec y Teresita comerciante), pero pese a esto no perdieron de vista el hecho de "mantenerlas".
Quizá por eso antes era más frecuente escuchar de "salones de belleza" porque aunque la actividad principal fuera el cabello, todo el contexto "decía acompañar".
A Bettina no le faltan los aros ni rouge en sus labios, tampoco a Teresita ni Ilma que mostraban coloración en los ojos.
En sus manos llevaban anillos, en sus cuellos pequeñas "cadenitas" y el accesorio infaltable en los tres casos eran los aros.
Para algunos, el cable a tierra se encuentra en la lectura, la escritura, el correr, mirar películas, ir al cine y más. Pero para "las abuelas coquetas", su lugar en el mundo es la peluquería, y los secretos más profundos de su belleza se quedan ahí.