Sociedad
El peluquero de la bicicleta: a los 84, pedalea 10 kilómetros por día para seguir atendiendo
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Américo Peralta tiene 84 años, lleva más de medio siglo en el oficio y sigue recibiendo a clientes de toda la vida. Su historia es la de un trabajador incansable, con la rutina como bandera y el compromiso intacto.
Américo Peralta tiene 84 años, una bicicleta y un compromiso que no se toma descanso: cada día recorre cerca de 10 kilómetros ida y vuelta desde su casa en barrio 9 de Septiembre hasta su peluquería ubicada en calle Iturraspe 2053, en San Francisco, donde sigue trabajando a la mañana y a la tarde. Lleva más de medio siglo con la tijera en la mano, pero insistió: “Nunca soñé con ser peluquero, lo tomé como un trabajo más. Lo aprendí por necesidad, no por vocación.”
El oficio lo acompañó toda su vida, aunque su historia con la peluquería comenzó de manera casi casual. “Estaba en un colegio interno en Córdoba, cursando tercer grado. Un día preguntaron quién quería aprender a cortar el pelo porque se iba uno de los chicos que lo hacía, y yo dije que sí. No porque tuviera idea, sino porque quería hacer algo”, le contó a LA VOZ DE SAN JUSTO. Así empezó un camino muy largo.
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Su primer local lo abrió en 1968, sobre avenida Libertador Norte, pasando Juan de Garay. Allí comenzó a recibir a sus primeros clientes, muchos de los cuales lo siguen acompañando hasta el día de hoy. “Tengo gente que viene desde aquel entonces. Algunos empezaron a venir de chicos y hoy traen a sus nietos”, agregó.
Desde 1980, su lugar de trabajo está en Iturraspe 2053. Entre esas paredes creció una relación de confianza y cercanía con la comunidad. No se trata solo de cortar el pelo, sino de escuchar, conversar, compartir historias. La peluquería se volvió también un punto de encuentro.
Américo habla con sencillez, pero con el orgullo de quien ha sostenido su trabajo durante décadas. “Por esta peluquería pasaron generaciones enteras, así fue con muchas familias. Y eso emociona.” Detalló. Aunque admite que con los años mermó la cantidad de clientes, por la proliferación de peluquerías en la ciudad, nunca dejó de tener su clientela fiel. “Sigo teniendo mi gente. Hay confianza, hay historia. Nos conocemos de toda la vida”, remarcó.
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A su edad, podría haberse retirado hace tiempo. Pero Américo elige seguir en movimiento. “Mientras pueda y me sienta bien, voy a seguir. Me gusta tener una rutina, levantarme, venir en bici, abrir el local, ver a los clientes. Me mantiene activo”, indicó. Esa rutina es más que trabajo: es una forma de vida.
En su bicicleta, todos los días, recorre la ciudad. Un esfuerzo que no pesa cuando se hace con constancia.
Con el paso de los años, vio cambiar la ciudad, las modas y los estilos, pero su forma de trabajo se mantuvo fiel a lo esencial: atender con respeto, sin apuro, escuchando al cliente. “Acá la gente viene tranquila, charlamos, se relajan”, señaló. Su local no tiene grandes carteles ni vidrieras llamativas, pero tiene algo más difícil de encontrar: calidez.
Américo es parte del paisaje cotidiano de San Francisco. Su historia no se mide solo en años ni en cortes de pelo, sino en los vínculos que fue construyendo con cada persona que se sentó frente al espejo. Y aunque nunca soñó con ser peluquero, el tiempo lo convirtió en uno de los clásicos locales, un referente silencioso de trabajo, constancia y humildad.
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