Historias
El mundo de otro color de Walter: “A veces es complicado que la gente entienda que soy daltónico”
El sanfrancisqueño contó cómo es la vida con daltonismo y los desafíos que enfrenta día a día. “No lo sabía hasta el día que saqué el carné de conducir”.
Por Stefanía Musso | LVSJ
El mundo está lleno de colores. Una señal, una marca, un producto..., imprimen de colores el día a día. Sin embargo, no todos pueden reconocerlos. Ellos son los daltónicos, personas que ven los colores de manera diferente a la mayoría.
El tipo más común de daltonismo dificulta distinguir entre el color rojo y el verde. Otro tipo no permite diferenciar entre el color azul y el amarillo. Y en el más raro de los casos, los completamente daltónicas no ven ningún color.
Walter Sena (40) –o “Wally”- tiene una vida normal. Es padre de familia, empleado metalúrgico en una empresa multinacional pero es daltónico. Su tipo es la tritanopía, que hace que no pueda distinguir entre el azul y el verde, entre el morado (violeta) y el rojo, y entre el amarillo y el rosado. Además, “sus” colores menos brillantes.
No obstante, su afección no le impidió a Walter hacer lo que le gusta fuera de la fábrica y lo toma como un verdadero desafío: ser corredor, hacer tazas sublimadas y vender pulseras motivacionales. Cada emprendimiento abre para él un nuevo universo de colores.
“A veces es complicado que la gente entienda a un daltónico, que yo veo de un color y ellos, de otro. Lo que para el resto es normal, para mí no lo es”, reconoció en diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO.
“Muchas veces me pasa que elijo algo que es del color que yo me imagino y no es ese. La vida es difícil o se convierte en un desafío porque cuando tengo que estar frente a un semáforo hay colores que los puedo distinguir; de noche me puedo dar cuenta más rápido. Hay muchos carteles o señales con algunas luces donde se me dificulta un poco la distinción”, contó Walter.
Él atribuye esa falta de comprensión a que quizá “haya poca información” sobre daltonismo.
“Más de una vez no nos entienden y muchos no saben lo que es ser una persona daltónica. Todos creen que no sabés los colores pero en realidad es algo biológico. Lo más importante es que ni bien sepan que alguien tiene esta discapacidad, lo puedan ayudar”, agregó.
“Costó mucho que mis hijos entendieran lo que tenía, pero con el tiempo aprendieron”, siguió Walter.
El rojo y el verde son su dificultad. “Depende de la luz, del momento del día o las tonalidades de algunos colores en degradé. Si el rojo y el verde están juntos, tal vez los distingo con mayor facilidad”, explicó.
Walter tiene miles de anécdotas con su daltonismo. “Una vez estaba jugando al futbol y en una infracción el árbitro me sacó tarjeta roja, pero yo estaba seguro que era la amarilla. Mis compañeros se dieron cuenta de lo que estaba pasando porque seguí jugando aunque el árbitro pidió que me retirara de la cancha”, recordó con picardía.
“Me río mucho de lo que me pasa, lo acepto y sé que muchos no entenderían. No me da vergüenza la dificultad que tengo”, añadió.
Un diagnóstico que le costó aceptar
Hace 20 años Walter se enteró que era daltónico. “No lo sabía hasta el día que saqué el carné de conducir. El médico me hizo una prueba de colores, yo veía letras y tenía que ver números. Así fue que a los 20 me dijeron que tenía problema de daltonismo”, comentó.
“Me llamó la atención y me costó aceptar que era daltónico pero nunca me dí cuenta que tenía un problema o que erraba en algún color porque nunca me llamaron la atención en la escuela”, acotó.
A pesar del diagnóstico, Walter es un apasionado del diseño porque hace tazas sublimadas y vende sus pulseras llenas de color. “Me metí en un mundo de colores –afirmó entre risas-, pero tengo la confianza siempre puesta en alguien que me guía para hacerlo. Es un desafío”, concluyó.