El millonario que no tenía dónde caerse muerto

El ciudadano "T". Levantó la fábrica más vistosa de la ciudad, la que supo ser la mayor productora de pastas del país. Levantó un palacio. Levantó una granja modelo que le dio nombre a un barrio. Pero cuando murió lejos, en Italia, y trajeron sus restos, debieron ser sepultados en nicho prestado. "La quinta del Ñato", capítulo 7: El millonario que no tenía dónde caerse muerto.
Por Manuel Montali | LVSJ
Corrían 7 días de junio de 1953 cuando a los 75 años, en Génova, Italia, falleció Ricardo Tampieri. Sinónimo de la industria sanfrancisqueña, modelo de "self made man", llegado sin bolsillos y devuelto con fortunas. Había levantado algunos de los edificios y establecimientos más lujosos de la ciudad, pero la muerte lo encontró sin lugar en nuestra "Quinta del Ñato", por lo que fue enterrado en nicho prestado.
Ricardo había nacido en Bolonia. Arribó a Argentina siendo casi analfabeto, con 11 años, en 1890, mismo año en que en San Francisco empezaba a funcionar una fábrica de fideos de Pascual Biava, en un inmueble que había sido de José B. Iturraspe, en la esquina de las actuales Salta y Sarmiento.
Fue barrendero, sirviente... Comparado luego con Marco, el protagonista del célebre relato "De los Apeninos a los Andes", de Edmundo de Amicis, atravesó todas las miserias típicas a los inmigrantes sin educación que llegaban siendo niños a "hacer la América".
Se afincó en nuestra ciudad con 19 años, cuando empezaba el siglo XX, y rápidamente se relacionó con los Biava. Se asoció a Pascual y se casó el 5 de junio de 1901 con su hermana, Rosa, también inmigrante, ya que había nacido el 8 de septiembre de 1878 en Sale, provincia de Alessandria (Italia).
De prosperidad meteórica, para la década de 1910, la firma Tampieri, Biava y Cía. levantó su fábrica monumental en el terreno de las actuales Bv. 9 de Julio y Av. Yrigoyen.
Fuede las más pujantes de la ciudad y de las que empleaba mayor cantidad de masa obrera. Las crónicas de nuestro centenario la señalan como la que supo ser la mayor fideera del país. En 1920, ya solo con el nombre de Tampieri, tenía 150 empleados, producía 25 mil kilos diarios de pasta y exportaba a Bolivia, Paraguay, Estados Unidos, España, Inglaterra, Bélgica, Holanda e Italia... cifras que son descomunales incluso para nuestra actualidad industrial. También se destacaba como establecimiento modelo en su técnica y sanidad, con el sistema de calefacción más poderoso del país para el secado de productos, y el mejor sistema de fricción creado por su dueño.
Haciendo un contrapunto con la versión tiránica y megalómana de Tampieri, a lo "Citizen Kane", que supo circular de manera oral y desde el revisionismo, los adelantos de la fábrica incluían hasta consultorios médicos y odontológicos para su personal y familias.
No conforme con eso, Tampieri desarrolló una de las mayores granjas del país, La Milka (nombre de una de sus hijas), en el sector sureste de la ciudad, emprendimiento que incluía árboles frutales, crianza de animales de corral y producción láctea. Surgió allí incluso la primera florería de la ciudad.
A principios de la década del '30, poco después de la primera de las dos grandes protestas obreras que tuvo a esta firma como epicentro (el conflicto que se originó en los talleres Miretti y Cía. en agosto de 1929 y el luego popularizado como "Tampierazo" en 1973), se comenzó a construir el Palacio, de forma anexa a la nave industrial, gracias a materiales llegados desde la misma Bolonia y la mano de obra de unos setenta empleados.
La noticia sobre la
muerte del empresario recién se conoció a los seis días. Su cuerpo demoraría
dos meses en arribar.
Duelo local y despedida con pompa
Ricardo Tampieri estaba en viaje de placer en su Italia natal, desde hacía un mes, cuando lo encontró la muerte. Resultó sorpresiva, ya que su salud no se había visto afectada más allá de algunas cuestiones propias a su edad. La noticia recién se publicó en San Francisco el día 13 de junio, luego de llegar a través de un cable.
Sus restos arribaron al puerto de Buenos Aires el 10 de agosto, en el vapor "Conte Grande". Allí lo esperaban familiares y unos doscientos allegados para trasladarlos a San Francisco. Un conocido de la infancia, el capitán de fragata Esteban Repetto, pronunció una oración fúnebre. También asistió el general Oscar R. Silva, excolaborador del presidente Juan Domingo Perón, exembajador de la Argentina en España y amigo de Tampieri.
Ya en la ciudad que lo vio amasar su fortuna (literalmente), se realizó un velatorio en la residencia familiar y una misa en la iglesia parroquial. Se recibió una ofrenda floral y nota de condolencias de Perón. Hubo numerosos discursos de representantes de las fuerzas vivas y allegados al empresario. El comercio cerró con motivo de duelo de 8 a 12. En la caravana que lo despidió, de las más multitudinarias que se recuerden en nuestra ciudad, hubo hasta nueve ómnibus llenos con el personal de su fábrica.
Luego de la muerte de Ricardo, a la que
inmediatamente sucedió la de su viuda, los descendientes encargaron a Pedro
Bordino la construcción del panteón (Gentileza Archivo Gráfico y Museo
Histórico)
El panteón, a contrarreloj
Terminó resultando curioso que, habiendo levantado edificios destinados a perdurar en la historia, don Ricardo debió ser sepultado en un nicho prestado, de una familia amiga.
Las ceremonias fúnebres concluyeron con toda fastuosidad y terminarían marcando un contraste inmediato con la despedida mucho más humilde que recibió a los pocos días su viuda, Rosa Biava, quien falleció el 22 de septiembre siguiente, también a los 75 años.
Los hijos, encabezados por Ricardo Pascual, encargaron recién entonces a Pedro Bordino la construcción del panteón familiar, siguiendo un modelo que supuestamente el padre había visto en Italia y le había gustado, obra que se llevó a cabo en el pasillo central del cementerio local y demandó varios años.
Ya existía una tumba homónima, en el pasillo central de ingreso a la necrópolis, pero era del primer hijo del matrimonio, el primer Ricardo Pascual, fallecido a poco de nacer. Hecho llamativo, es el mismo nombre que luego eligieron para el siguiente hijo varón, llamado a ser el principal heredero del imperio.
La decadencia y cierre de puertas
La obra de Ricardo fue continuada por sus descendientes. Se desarrolló una fábrica de galletitas que se agregó al molino propio. Pero la industria fue mermando su producción. Volvió a ser sede de una protesta obrera de consecuencias trágicas (el "Tampierazo" de 1973). La decadencia, cese de actividades y pase de manos condujeron al cierre definitivo de sus puertas.
La fábrica permanece hoy, en el centro de la ciudad, como un enorme fósil de la magnificencia industrial de la primera parte del siglo XX. El Palacio, desde 1965, es propiedad del municipio. La granja cedió lugar y nombre al barrio característico. A don Ricardo le queda su última morada, esa pirámide que no deseó ni proyectó en vida, pero que siguió los lineamientos bajo los cuales se desarrolló su obra faraónica: un parteaguas en la "otra" ciudad, ocupando el centro del predio, enorme, visible.