El Mayo, donde nunca se baja el telón

El teatro de todos los sanfrancisqueños cumple 60 años de actividad ininterrumpida. Lo que empezó como un negocio, se transformó en una usina de arte para la ciudad.
Garibaldi 38 no es una dirección más en San Francisco, al menos no desde hace 60 años. Ahí, un gran cartel indica que está el Teatro Mayo. Es imposible no pasar por allí y no ver qué hay en cartelera, no imaginar esa sala grande, como pocas en la actualidad, llena y a la vez, en otras ocasiones solemne y a la espera de sus ocupantes.
Mauro Reinero lo mantiene como su casa y por eso se ofrece en una charla amena con LA VOZ DE SAN JUSTO a abrir el baúl de los recuerdos.
El Mayo tenía doble funcionalidad cuando surgió en aquel año '57. Se abrió como cine - teatro pero las películas dejaron de proyectarse alrededor del año 1992. Este lugar se transformó como en un pequeño "hijo" del cine Rex que ya funcionaba desde hacía 10 años en la ciudad.
Lo que empezó como un negocio en realidad cubría una necesidad artística que poseía San Francisco. El edificio de calle Garibaldi vino a ampliar ese mismo horizonte.
Aquiles y Anselmo Macchieraldo sabían que "algo le faltaba a San Francisco" y entendieron que un cine podía ser lo mejor para aquel tiempo porque no había otro. Entonces, "una vez inaugurado, la gente les preguntaba qué pensaban hacer", relata Reinero, ante lo cual se quedaron perplejos.
Lo que entonces fueron gajes del comienzo en este oficio hoy es algo afianzado, que se traslada de generación en generación.
(Fotos: Fundación Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco y la Región)
1957, el año
Para la inauguración se realizó una función privada a la que concurrieron autoridades de diferentes lugares y la prensa de la época. Esa noche como estreno exclusivo se exhibió la película "El jardinero español".
Esta película se basó en un libro de Archibald Cronin y los sanfrancisqueños fueron los primeros en poder verla. La misma relata la historia de un niño que es alejado de su madre, frente a la incomprensión del padre. De ahí que el protagonista se refugia en la amistad de otro chico para compensar su sufrimiento.
Aquiles Macchieraldo, en los años 50, supervisando la obra que le dio a
San Francisco un refugio para la cultura
Detrás del negocio, una pasión
Una vez que el grabador empezó a contar los segundos las palabras de Reinero fluían de su boca y la añoranza cubría el ambiente. El hoy administrador del teatro describe a quienes empezaron este emprendimiento como unos "visionarios", porque supieron leer que a San Francisco le faltaba algo e inauguraron el Cine Rex.
El éxito y la falta de capacidad para espectadores y los rodajes, los animó a construir el Mayo, el mismo que hoy sobrevive. Esas dos personas que empezaron todo son su abuelo Aquiles y el hermano Anselmo, quienes le heredaron a otras dos generaciones más un verdadero legado.
"Esto lo inauguró mi abuelo con el hermano. Ellos ya habían inaugurado el Cine Rex unos diez años antes y cada cine tenía una firma. En aquel tenían las principales y como no podían abarcar todo, hicieron este (por el Mayo) para abarcar el resto de las producciones que no podían emitir allá", explica con ahínco.
Doble función
Esta segunda casa para la familia no fue algo igual que el Rex, al edificio de calle Garibaldi se lo concibió como un cine - teatro donde se podían ver obras y películas y también se entremezclaban los públicos. Ese siempre fue un sello de distinción aun cuando entre los años '60 y '70 los rodajes de películas encontraron su época de esplendor y había mucha competencia.
Mauro sigue con el relato y explica: "La primera película se llamaba el 'Jardinero Español' y la primera obra de teatro que era argentina, se llamaba 'Tangolandia', con Julio Sosa y Niní Marshall".
Reinero, quien está al frente de ese gigante hoy en día, podría haber seguido otro camino, pero todo aquello que vio de pequeño lo marcó para siempre. "Yo tenía dos años y caminaba entre este edificio y el Rex viendo todo. No tengo recuerdos de que me hayan dicho 'esto es así', si no que lo mamé de chico, esto me fue llevando solito", confiesa.
"Si hay algo que recuerdo es el consejo de 'empezar siempre de abajo para después tener la libertad de hacer y deshacer cosas'". Y la experiencia le dio la razón, pues luego de terminar de estudiar se avocó de lleno al teatro y se mantiene al frente de éste desde hace 17 años ininterrumpidos.
"Mi hija más grande tiene 5 años. Ahora antes de venir 'peleamos' porque quería estar acá y estar en todo, va y viene, sube al escenario aunque no tenga nada que ver", cuenta; María es para de la cuarta generación de una familia ligada al emprendimiento cultural y social.
Paredes que esconden historia
"Hay personalidades que vinieron hasta quince veces; que ellos levanten el teléfono yo sé que es porque nos tienen en cuenta", expresa. Reinero, y sostiene un "libro donde está todo, quién, a qué hora, qué obra, cantidad de público y la época en que pasó por el teatro.
El relato va más allá y se introduce en la propia arquitectura de la sala. "El tema de la acústica es algo muy bueno, yo tengo obras que no necesitan micrófonos, ni nada. También algo valorable es la capacidad, porque no hay muchos lugares que tengan tanto lugar para el público", rescata.
"Vos podés sentarte adelante de todo o al final y en un tono normal de voz se escucha igual lo que sucede arriba del escenario. La mayoría de los teatros como éste han cerrado o se tuvieron que reinventar", declara Mauro sobre esas salas, muchas, que no pudieron subsistir.
"En alguna ocasión vino un pianista ruso, en los '80. Se sentó con un piano de cola y dicen que confirmó la buena acústica de este lugar, con solo tocar una tecla. Le asombró la acústica del Teatro Mayo", recuerda entre risas.
El proyecto arquitectónico de la construcción de la sala de Garibaldi fue proyectada, dirigida y ejecutada por el ingeniero Lelio Pire.
Así es el Teatro Mayo, un lugar que nunca cierra verdaderamente sus puertas y donde el espectáculo encontró en el interior del país un acogedor lugar como pocos en el mundo.