El juglar que quedó esperando que lo buscaran
¿En qué momento se pasa de la vigilia al sueño?, ¿en qué momento, de la cordura a la locura? Syd Barret, diamante de 21 años, juglar, cantante, se hundía en su propia fantasía de hombre vegetal mientras su banda iniciaba el ascenso mundial.
Por Manuel Montali | LVSJ
Desde chico arrastré la duda: ¿qué momento se cruza el umbral de la vigilia hacia el sueño?, ¿cuál es ese punto de quiebre? Muchísimas noches intenté ser consciente de ese salto, atrapar ese momento... Y el resultado fue siempre el mismo: quedarme dormido en algún punto incierto en donde a la razón la tapaba el agua del inconsciente. La pregunta que surge ahora es parecida: ¿en qué punto a la razón se le escapa la tortuga de la locura? La locura, como un sueño del que es difícil despertar. El sueño de la razón produce monstruos, afirmó Goya. Y, para Julio Cortázar, "toda locura es un sueño que se fija".
Syd Barret, el diamante loco, esperaba que lo pasaran a buscar para un concierto de la banda que había bautizado por conjunción de los nombres de los bluseros Pink Anderson y Floyd Council.
Tenía 21 años recién cumplidos y ya era el frontman, cantante y compositor. El primer disco -que acababan de publicar- era él, una fábula hermosa de flautista de Hamelín, con canciones bellas, simples y profundas sobre gnomos, gatos y bicicletas.
Syd esperaba. Pero sus compañeros, hartos de la inestabilidad cada vez más pronunciada de esa bolsa de vidrios de diamante y cansados de la permanente inminencia de un papelón en vivo, dijeron: "Al carajo, no lo busquemos".
Fue un 26 de enero de 1968, en Southampton University, que la banda siguió tocando... sin él.
He aquí la salvedad: desde hacía dos semanas, el cuarteto era quinteto, pues se había incorporado David Gilmour, el guitarrista que había sido maestro de Syd. La banda estaba por afrontar una gira junto a Jimi Hendrix y ya no se fiaban del cantante, ni de sus escapadas de la realidad. Querían crecer y no podían darse el lujo de que el frontman saliera de repente detrás del primer conejo blanco que le pasara saltando enfrente.
La presencia de David no debe haber ayudado mucho a la paranoia de Barrett, bien condimentada por drogas coloridas. Fue así que el quinteto tuvo corto vuelo. Gilmour, virtuoso con el instrumento, también compositor y cantante, terminó llenando el hueco, más que llenando, rebalsando, porque de ahí en más (con el bajista Roger Waters como principal compositor, en constante tensión de egos con los demás), la agrupación se alejó del concepto de canción tipo fábula juglaresca, folclórica y onírica, con partes discernibles, de dos o tres minutos, para empezar a reventar ese formato. Los Beatles ya estaban alumbrando el camino con Sgt. Pepper's. La psicodelia estaba al orden del día.
El segundo álbum de los Floyd, "A saucerful of secrets", fue el único en donde llegaron a convivir los dos guitarristas, como un puente entre la ópera prima y una nueva experimentación (que alcanzaría episodios memorables un par de discos después, como en "Ummagumma", con sesiones en que cada músico grababa por separado lo que le venía en gana, para luego mezclar todo). La historia posterior es bien conocida: el éxito de "The dark side of the moon", el homenaje a Barret en "Wish you where here" y la cumbre insuperable que es "The wall".
Sin embargo, la banda nunca terminó de superar el haber dejado a Barrett en el camino, y expiaron culpas colaborando con él para que pudiera publicar un puñado de discos solistas, antes de que terminara de recluirse hasta su muerte en 2006.
En la película basada en "The wall", cuando el músico Pink queda encerrado en su propio muro y empieza el gran concierto-juicio surreal de su cabeza, las referencias a Syd son indisimulables. Waters y el baterista Nick Mason recuerdan un concierto de 1967 en que tuvieron que arrastrar al cantante, en un estado casi catatónico, frente a un auditorio, tal como le ocurre al protagonista del filme. Barrett incluso se le había aparecido a la banda, casualmente durante la grabación de su homenaje, "Shine on you crazy diamond", rapado y sin cejas...
"Vegetable man" es, sin eufemismos, el nombre de una de las canciones de Syd descartadas para "A saucerful...". Y su última composición en la banda había sido "Jugband blues", en donde estuvieron como invitados músicos del Ejército de Salvación (se les pidió que tocaran lo que quisiesen) y el cantante se pregunta: "¿Quién podría estar escribiendo esta canción?", así como "¿Qué es exactamente un sueño?". Claramente, Syd ya no estaba ahí, como tampoco estaba mientras esperaba que lo fueran a buscar.
Fue así que, un día de 1968, el juglar quedó en el camino. En algún momento había cruzado el arcoíris. Lo que había al final, nunca lo contó: fue parte de su ración de secretos. Y jamás terminó de despertar del todo de ese sueño fijado sobre su cordura.