Entrevista
El increíble cierre de año de Milagros Nieva
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Autodidacta, curiosa y fanática de La Mona por herencia de su padre, Mili vivió en pocas semanas lo que parecía imposible: asistir en la organización del espectáculo de Jiménez en Sportivo Belgrano, ser convocada por la productora Universo Jiménez para el cierre del año en La Plata y, de yapa, sumarse a la producción del show de Shakira en Córdoba. Todo mientras compartía cada paso con Alberto, su papá, el mismo que siempre lloraba en cada inicio de show del ídolo cordobés.
Hay historias que se construyen a fuerza de insistencia, y la de Mili Nieva tiene esa textura de sueño que se va abriendo a pasos suaves, pero constantes. Con 25 años, después de abandonar el profesorado de primaria en cuarto año porque algo no terminaba de latirle, descubrió que su brújula no apuntaba a un aula sino a un escenario. O mejor dicho, a ese detrás de escena donde no hay luces, pero sí decisiones, corridas, logística y la adrenalina de que todo salga bien.
Desde los 15, de la mano de Adrián Vocos, aprendió lo que era moverse entre bambalinas. “Yo actuaba, pero también me metía en la producción, en las giras, en las temporadas de Carlos Paz. Fui aprendiendo observando, absorbiendo todo”, recuerda. Y ahí empezó a descubrir que lo suyo no era solamente actuar: “La producción es hacer que las cosas pasen. Todo ese trabajo que no se ve, pero sostiene lo que sí se ve”.
Ese aprendizaje autodidacta la llevó, casi sin darse cuenta, a buscar escenarios más grandes. La atracción por los eventos masivos —recitales, festivales, shows con miles de personas— la empujó a salir de la comodidad del teatro y a meterse, literalmente, “de metida” en el mundo cuartetero cordobés.
Este año trabajó con la productora que organiza La Bresh, La Wasabi y los eventos más fuertes de la escena cordobesa. Viajaba viernes, hacía pre-producción; sábado, producción; domingo, volvía “matada”. Todo por aprender. A veces cobraba, a veces no. Muchas veces pagaba hotel de su bolsillo. “Yo les decía: ‘Me banco los viáticos, pero déjenme estar ahí’. Necesitaba aprender en la cancha”, cuenta.
Y mientras tanto insistía con lo que parecía imposible: entrar a Universo Jiménez, la productora más grande del cuarteto. Llevaba currículums, se aparecía en el streaming, se asomaba a las oficinas, pedía permiso, preguntaba, volvía. Hasta que un día dejó de insistir. Había gastado todas sus energías y decidió buscar algo estable en San Francisco.
Entró a trabajar en Panacota… y una semana después, pasó lo que pasa cuando una puerta se abre justo después de que te resignaste.
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“Soy muy jimenera. Este año yo quería trabajar con Carlos”
También por insistencia propia llegó la posibilidad desde Circo Beat para sumarse a la producción del show de La Mona en Sportivo Belgrano. Ella ya sabía que la fecha venía en camino. Lo había presentido, deseado y, sobre todo, buscado. “Yo dije: este año quiero trabajar con Carlos”, admite.
Le dieron la parte de hospitality: camarines, comida, bebidas, clima, comodidad del artista y de todo el equipo. Un rol clave, delicado y lleno de responsabilidad. La noche de Sportivo fue un torbellino. Quince mil persona, gente queriendo colarse a los camarines, idas y vueltas, músicos, equipo técnico. “Yo dije: esto me tiene que salir perfecto, porque no sé si voy a tener otra oportunidad”.
Cuando el show terminó, pasó lo que nunca se había animado a imaginar: “Al otro día me llamaron de Universo Jiménez. Me dijeron que les había gustado cómo trabajé y me preguntaron si podía asistirlos en la producción del show de Shakira. Me tiraron Shakira de una. Yo quedé dura”.
El sueño compartido con su papá
En Sportivo, Mili estaba tan desbordada que pidió refuerzos. “Llamé a mi papá para que me ayude. Le dije: ‘Pa, necesito que me des una mano con el trabajo pesado’. Y él vino, gratis, sin dudarlo”.
No sabía entonces que ese gesto iba a cambiarlo todo.
Cuando Universo Jiménez llamó para convocarla, la sorpresa fue doble: “Me dijeron: queremos que vengas vos… y si puede venir tu papá también, mejor”.
Ahí se quebró un poco. Su papá, Alberto, es fanático de La Mona desde siempre. De esos que lloran en las primeras tres canciones, donde sea. “Cuando le dije que nos llamaban para producir a Shakira, él me dijo ‘qué experiencia linda’. Pero cuando le dije que también era para ir a La Plata, al último show del año de La Mona… ahí sí, se emocionó de verdad”.
La Plata: cinco camarines, seis palcos y un torbellino perfecto
El show en La Plata fue uno de los grandes eventos del año dentro del cuarteto: el cierre anual de La Mona, con toda la expectativa que eso genera. Universo Jiménez los llevó con todo cubierto: pasajes, chofer privado, hotel, movilidad interna.
“Llegamos al estadio, nos acreditaron, nos pusieron pulseras, nos dieron monopatín y handy. Era otro nivel”, cuenta.
Ella y su papá quedaron a cargo de camarines y atención personalizada. Un trabajo inmenso. Esa noche hubo músicos, técnicos, invitados especiales, artistas como LukRa y el Mono de Kapanga. Y, por si fuera poco, Chiqui Tapia y la cúpula de la AFA, Carlos Tevez y Wanchope Ávila pidiendo palcos a último momento.
“Sobreviví a seis palcos y cinco camarines. Estoy orgullosa”, dice, entre risas.
Mientras tanto, Alberto cumplía su propio sueño: “Esa noche él asistió a Carlos en camarines. Mi papá, fan jimenero desde siempre, ahí, mano a mano con él. Fue muy fuerte para nosotros”.
El cansancio feliz y la vida que se abre
El esfuerzo para ese recital fue importante: el día anterior llegaron a las 10 de la mañana y se fueron pasada la medianoche. Y al día siguiente, en el show mismo, estuvieron de 9 de la mañana a 3.30 del día siguiente. Sin parar. Bebidas, comida, aire acondicionado, ropa de cambio, toallas, logística, urgencias, comunicación… todo.
Pero nunca se quejó. Al contrario: “Me entusiasma. Yo no estoy ahí para conocer al artista; estoy para aprender. Quiero ver cómo funciona todo y qué puedo sumar”.
Su papá también vivió lo suyo: pidió días licencias en Manfrey, donde trabaja hace 25 años, y se subió a una aventura que jamás imaginó. “Nosotros no nos vemos tanto, él vive en Freyre. Y de repente estábamos compartiendo viajes, hoteles y producciones. Fue muy especial”.
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Lo que viene
Mientras cerraban La Plata, Mili ya tenía la cabeza en lo que venía: Shakira en Córdoba, dos fechas. Y después, el verano.
“Universo tiene contacto con Cosquín Rock. Me contaban que allá hay 70 camarines. Me da un poco de miedo, pero también me tienta”.
Cuando le preguntás por un futuro más largo, no duda: “Mi sueño es poder vivir de la producción. Me dicen loca, pero quiero giras, hoteles diferentes cada fin de semana, aprender, vivir estas aventuras. No sé si para toda la vida, pero ahora sí”.
No quiere aún su propia productora. Ahora, su norte es otro: “Quiero seguir trabajando con Universo Jiménez. Ahí aprendí, ahí me abrieron puertas. Yo dije: es por acá”.
Y mientras el año termina, ella mira todo lo que pasó como si tratara de acomodar las piezas: una pastelería, una fábrica, dos vidas comunes… y de golpe, la presencia casi divina de La Mona, Shakira, La Plata, los monopatines en el estadio, el handy, los camarines, el llanto de su papá, el sueño que se hizo real.
“Pasamos de ser simples espectadores a estar mano a mano con La Mona Jiménez”, dice, todavía incrédula.
Y para una fanática —y para una hija— no hay escenario más grande que ese.
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