El himno de amor fue destruido por su propio autor

Un músico joven, al que la vida le sonríe, en un país que acaba de recuperar la primavera, compone una poesía de amor urbano. Un par de años, crisis y tragedias más tarde, vuelve a su propia historia para reventarla a tiros.
Por Manuel Montali | LVSJ
Se habían visto en un café porteño, por casualidad. Ella tenía un clavel en la mano, y el chico, apenas un mocoso, se acercó a hablarle, a preguntarle si andaba bien. Se fueron a caminar juntos por Corrientes, en el centro del centro del mundo, avenida de luces y sonrisas, sobre todo la de ella, en la que cabía la luna. El primer beso fue en el baño de un bar. Y durante un mes vendieron rosas en el café "La Paz", en la esquina con Montevideo. Ellos, dos chicos de la calle, podían más que el amor y eran más fuertes que el Olimpo.
Fito Páez contó alguna vez que escribió "11 y 6" una noche en San Justo, Santa Fe, durante una gira por esa provincia con otro referente de "La trova rosarina", Juan Carlos Baglietto. Eran días de "primavera alfonsinista". Los dinosaurios habían desaparecido, la democracia había vuelto y parecía que con ella todo era posible: comer, curar, educar... y amar. Porque el amor estaba en el aire. Y Fito, frente al piano, tomando whiskey malo en San Justo mientras sus compañeros domolían el hotel, miraba la ventana y veía avenida Corrientes, con los chicos, pura inocencia, siendo una mancha de color sobre el pavimento gris de la ciudad de la furia.
Pensaba que a los niños, sus criaturas, no los volvería a ver. Tuvo razón en parte. Porque nunca los volvió a ver como aquella vez. Pero sí se reencontró con el muchacho. Recorriendo el tercer mundo, ya para finales de los ochenta y principios de los noventa menemistas, post hiperinflación, leyes de obediencia debida y punto final, el mismo Páez, como los pibes de su canción, había visto suficiente. Había visto que "el mundo está lleno de hijos de puta". Perseguido hasta por las tragedias familiares y asesinatos de pobres corazones, una de las últimas cosas que hizo antes de dejarse ir en alivio de luto, fue tomar su himno al amor para romperlo contra el pavimento.
"El chico de la tapa" era el hit que venía a continuar la narrativa de la balada, ahora en formato de rock and roll frenético. Ahí, el pibe, el que vendiera flores y postales en Corrientes, había perdido a su chica en alguna emergencia, durante la espera interminable, burocrática, de la guardia de un hospital cualquiera. Seguía en las calles, pero en su sonrisa no había ni luna menguante. Era una sonrisa de "dulce o truco" a lo criollo, de "dame o te mando a guardar". A los policías que intentaban llevárselo puesto, a los camioneros que no lo arrimaban adonde quería ir, les mostraba esa sonrisa, esos dientes, desde la boca de una 22.
Porque a esa altura ya nadie moría de amor, mucho menos él. Había nuevo presidente, pero la primavera, la esperanza de que todo fuera diferente, había quedado en otro otoño, en un país que era ruinas sobre ruinas. De San Justo a Buenos Aires, pasando por Rosario, en el mundo "argento", el universo Páez -hijo de varias madres y mixturas-, coincidían la berretada con la cosa linda, el tango, el folclore, la milonga, el candombe, con el rock and roll y todo lo de afuera.
Viviendo siempre en la boca del diablo, con la madre de yiro y los hermanos empinando el codo en algún bar, lo que le quedaba al pibe era ir por ahí resolviendo asuntos pendientes, esperando el sábado a la tarde para ir a pelear a la cancha junto a la barra del "Docke".
A ese chico, los diarios le reservaban la tapa para el día en que al fin terminara yéndose en su ley, la ley de la calle, la ley que ya se había llevado a su compañera. Pero igual ahí seguía, y quizá ahí sigue, naciendo, muriendo y resucitando, porfiado, mientras pasan los barbones, los snobs y los hincha pelotas, los tanques, las estrellas, las revistas y la federal. Caminando la calle, con un ángel que lo protege y lo vigila en la ciudad.
Como Fito, quizá, también tenía reservada otra página que no fuera la tapa o la de policiales. Acaso, quién sabe, el chico también podía soñar con que le llegara el amor después del amor.