Federal A
El golpe, la fe y los de acá
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Tras la derrota en Madryn y el golpe anímico de haber quedado a un paso del primer ascenso, Santiago Roggero, el arquero de Sportivo Belgrano analiza con autocrítica lo ocurrido, habla del liderazgo, del proceso que vive el club y del orgullo de los jugadores nacidos en la ciudad. Con la mira puesta en la revancha, confía en la fortaleza del grupo y en el valor de “los de acá” para dar vuelta la historia.
Santiago habla con serenidad, pero en su voz se nota la mezcla de bronca y confianza. No necesita que le recuerden lo que pasó en Madryn. Lo tiene fresco, en la cabeza y en el cuerpo. “Los primeros quince minutos hicimos un buen partido, ellos no nos estaban llegando. Tuvimos algunas situaciones, estábamos haciendo bien lo que habíamos planteado. Pero después de esos quince, todo el partido fue distinto. Hay que ser autocríticos: jugamos mal”.
Lo dice sin rodeos, como quien asume lo que hay que corregir. No hay excusas, aunque las circunstancias pesaron. “Fue un resultado negativo, no lo esperábamos. Entrenamos bien, estábamos todos tirando para el mismo lado. Fue algo sorpresivo, pero eso lo vamos a revertir ahora. El partido empieza en la semana”.
El golpe no fue solo futbolístico, también anímico. Venían de perder una semifinal por el primer ascenso, a un paso del sueño. “Fue un baldazo de agua fría. Cada uno lo procesó como pudo. En mi caso, tuve varios días con la cabeza a mil. Pero también hay que valorar que jugamos una semifinal del primer ascenso. Eso habla bien del equipo. No nos quedamos con eso.
El viaje y el cansancio
El partido en Madryn tuvo su historia previa: 1.500 kilómetros en colectivo. “Sí, viajamos el viernes a la mañana y llegamos el sábado. Cansa. No dormís bien, el cuerpo lo siente. Y no es excusa, pero influye. Los equipos del sur están más acostumbrados o viajan en avión. Nosotros no. Pero también entiendo que el club hace lo que puede. Los costos son enormes, y está bueno que muestren lo que se gasta. Así la gente entiende. No es fácil”.
Hace una pausa y sonríe con resignación: “Acá siempre hay alguno que te dice que eso es una excusa. Pero no, el cansancio existe. Igual, no lo usamos de excusa. Jugamos mal, hay que admitirlo. Y ahora hay que levantar cabeza”.
La ausencia del capitán
El tema del capitán aparece inevitablemente. La voz se le suaviza. “Afecta mucho porque él es el capitán de todo el año. Es el que más contacto tiene entre nosotros y el técnico. Maneja los tiempos, habla con el árbitro, ordena. Es una pieza muy importante”.
La ausencia se sintió, lo sabe, pero no quiere que se convierta en excusa. “También hay otros capitanes que el técnico elige y que lo hacen muy bien. Fue sorpresivo que sea así de golpe, pero el grupo tiene reemplazos y roles que se respetan. Lo importante es mantener la comunicación y el compromiso”.
Santiago se detiene un segundo y explica algo que para los de afuera suele pasar desapercibido: “El capitán no es solo el que lleva la cinta. Es el nexo con el técnico, con los dirigentes, con el grupo. Es el que mantiene el orden en la cancha y fuera de ella. Cuando falta, se nota. Pero también te obliga a que otros den un paso adelante. Y eso es bueno”.
Lesiones, descanso y cabeza fría
Antes del viaje a Madryn, el plantel arrastraba molestias físicas. La semana libre por las elecciones fue un alivio. “Nos viene bien a todos. Más que todo a los que venían con lesiones o sobrecargas. Sirve para recuperarse y llegar al cien al próximo partido. Son jugadores importantes, que venían sumando muchos minutos, y a veces eso también se siente. Pero tenemos recambio, y los que entran lo hacen bien”.
La conversación deriva naturalmente a la parte mental. Porque más allá de los músculos, lo que más se resiente después de un golpe es la cabeza. “Fue duro lo de Rafaela. Estábamos a un paso del ascenso y no se dio. Cada uno lo vivió a su manera, pero lo importante es que no influya en lo que viene. Tenemos otra oportunidad, y eso nos mantiene con ganas. Nos dolió lo de Brown, sí, pero ya pensamos en revertirlo”.
La crítica, la gente y el vestuario
El fútbol en San Francisco es una pasión de pueblo grande: todos se conocen, todos opinan. Santiago lo sabe y lo asume. “El grupo está bien, pero claro que escuchamos lo que se dice. A veces afecta, cómo no. Pero son cosas que hablamos, porque tenemos que estar más unidos que nunca. El hincha se puede enojar, lo entendemos, pero venimos de jugar una semifinal del ascenso. Eso no pasa todos los años”.
No le esquiva al clima que se genera cuando el resultado no acompaña. “Cuando las cosas salen bien, todos somos amigos. Cuando se pierde, aparecen los culpables. Pero no pasa nada dentro del grupo. Estamos fuertes, enfocados. Algunos recuperándose, otros entrenando, pero todos con la cabeza puesta en el viernes”.
Y agrega una reflexión de las que dejan huella: “Yo soy de la ciudad. Me cruzo gente todo el tiempo. Hay de todo. Algunos te saludan, otros te critican, otros te dicen cosas en la cara sin pensar. Pero uno tiene que saber dónde está parado. Lo que importa es el grupo, lo que pasa en el vestuario. Lo demás, pasa”.
Los de acá
Ahí, cuando se habla del grupo, la sonrisa vuelve. Santiago se emociona cuando menciona a los pibes del club. “Somos varios de la ciudad: Avaro, Camisassa, Vidal, Elías (De Franceschi)... Y eso no pasaba hace tiempo. Antes se decía ‘banco a los pibes’, pero los pibes no jugaban. Entrenaban, pero no debutaban. Ahora sí. Sergio les dio la confianza, y eso habla bien del club. Es bueno para el hincha, pero también para los chicos que vienen abajo, que ven que hay chances de verdad”.
Cuenta anécdotas: “Juani, el hijo de Juan (Aróstegui), se fue a jugar el Regional Amateur, la primera fecha metió un gol. Capaz el año que viene vuelve más maduro. Lo mismo Alessi y varios más. Todos buscan sumar minutos. Eso sirve para el futuro. El club tiene una base, y eso se nota”.
La pertenencia se respira en cada frase. Santiago lo dice con orgullo: “Yo también soy de acá, y sé lo que significa este club para la ciudad. Es lindo ver que los chicos tienen lugar. Antes, si querías crecer, te tenías que ir. Ahora hay un proceso, hay estructura, hay proyecto”.
El club y su crecimiento
El arquero recuerda cuando llegó en 2023 y se sorprende de todo lo que cambió desde entonces. “El club creció mucho. El predio está distinto, hicieron el gimnasio, mejoraron las canchas. Están arreglando la tercera. Y tener un predio propio ya es un montón. En el Federal A pocos clubes lo tienen. Antes no había pensión, ahora sí. Hay nutricionista, kinesiólogo, cosas que antes no existían. Se nota que hay una idea, que hay trabajo”.
No lo dice con tono institucional ni de folleto. Lo dice con la naturalidad de quien lo vive cada día. “Yo hice inferiores acá en 2014, 2015. En ese momento no teníamos nada de eso. Hoy los chicos entrenan mejor, se alimentan mejor, viajan a jugar inferiores de AFA. Es otro mundo. Antes, si querías crecer, te tenías que ir a probar a otro club. Ahora podés quedarte y prepararte bien acá”.
El hincha, el orgullo y la revancha
Hacia el final, Santiago deja una frase que condensa el espíritu del equipo. “Nosotros vivimos de esto. Tenemos un sueldo, responsabilidades, y queremos ascender. No nos relajamos. Queremos pelear hasta el final. Jugamos en casa, somos fuertes, tenemos ventaja deportiva. Ellos tienen que viajar, y eso hay que aprovecharlo”.
El arquero sabe que en el fútbol no hay garantías, pero sí actitudes. “Hay que estar tranquilos, no desesperarse. No darle bola a nadie, pensar en nosotros. Vamos a dar vuelta esto, ni lo dudamos. Lo trabajamos en la semana y lo vamos a dejar todo. El hincha tiene que saber que las ganas están intactas. No nos vamos a dar por vencidos.”
Cuando termina la charla, queda la sensación de que en ese vestuario hay más que frustración: hay pertenencia, orgullo y una fe que se alimenta del esfuerzo. El golpe dolió, pero también despertó algo. En la cancha y en la ciudad, los de acá siguen creyendo.
