Sociedad
El frío llegó y el praliné caliente sigue conquistando a grandes y chicos

Con su carrito de praliné, “Pirulín” Cejas desafía el frío y llena de aroma a vainilla las calles del centro de San Francisco. Cabe destacar que recuperó la vista gracias a la solidaridad de la gente y sigue adelante con orgullo en su trabajo.
Carlos Fabián "Pirulín" Cejas es un clásico de las calles de San Francisco. Con su carrito de praliné, el mismo que usaba su padre hace más de 50 años, recorre la ciudad llevando el aroma irresistible del maní tostado con vainilla. Con la llegada del frío, las ventas aumentan.
"Cuando hace frío, vendo más. Son mis días favoritos, Gracias a Dios, haga frío o calor, yo vendo igual porque la gente me ayuda un montón. Me conocen mucho y saben que el producto que vendo es muy rico y de calidad", aseguró a LA VOZ DE SAN JUSTO.
“Pirulín” no solo agradece por las ventas, sino también por el acompañamiento que recibió en uno de los momentos más difíciles de su vida. En 2023 fue operado de cataratas en ambos ojos. "Una de los ojos estaba muy complicado, casi la pierdo, pero gracias a Dios y a la gente de San Francisco y la región que me dio una mano tremenda, hoy veo perfectamente", señaló el vendedor.
La operación fue posible gracias a la Fundación Ver Mejor, que nuclea a oftalmólogos de todo el mundo. "No tengo mutual ni nada, y lo que me pedían para operarme no me alcanzaba. La gente fue muy solidaria. Nunca me voy a olvidar de eso porque realmente me cambiaron la vida", añadió.

Durante el tratamiento, Cejas nunca dejó de trabajar. "Venía a vender con un solo ojo. La gente me veía cruzar la calle y sabía que no veía bien, pero tenían paciencia. Entendían mi situación y sabían qué hacía lo que podía", remarcó.
La historia de su emprendimiento está cargada de raíces familiares. Sus abuelos tuvieron la idea de vender praliné y desde allí comenzaron a trabajar en eso. “Con lo que hacía mi padre en su trabajo y con el praliné nos pudimos comprar una casa”, destacó orgulloso.
"Hace más de 50 años que estamos en la calle vendiendo. Yo llevo 30 años, pero esto viene de mis abuelos. Me acuerdo que cuando le pedí una moneda a mi papá, me dijo: 'Bueno, si querés plata, vení y aprendé a trabajar'. Me instaló en Bv. 25 de mayo y me enseñó el oficio. Este carrito que uso es el original", señaló Cejas.
Actualmente, “Pirulín” trabaja todos los días, de lunes a lunes, entre las 17:30 y las 20:30, está ubicado en Bv.25 de mayo y Colón. "Solo falto si el tiempo me juega una mala pasada, como una lluvia", remarcó el vendedor.
Cada praliné cuesta 2.000 pesos, o 3 por 3.000. "En un día normal vendo unos 20 paquetitos. El fin de semana vendo el doble. El domingo, en la plaza Cívica, llego a vender más de 40", señaló Cejas sobre sus ventas.
El olor del maní tostado es parte del secreto para atraer a los vecinos que van caminando por el centro. "Le pongo vainilla a la olla cuando pasa la gente. El olorcito llama la atención y atrae. Esto gusta tanto a los grandes como a los chicos", manifestó entre risas.

Con orgullo, dice que vive de este trabajo. "Esto es todo para mí. Estoy orgulloso. Si no fuera por esto, hoy no estaría aquí. Cuando quise dejar el trabajo de peón de albañil, sabía que tenía que seguir con este negocio porque tiene un legado familiar y eso es muy importante para mí, hay que respetar las raíces", argumentó.
Su mensaje final es claro y decidió agradecer a todas las personas que lo ayudaron en sus duros momentos. "Gracias a toda la gente que me apoya. A veces no se dan cuenta de lo mucho que ayuda un simple gesto. San Francisco siempre estuvo ahí para mí, y eso no se olvida", concluyó.