Legado hecho obra
El deseo de Pablo: acompañar a los que sostienen

Lalcec San Francisco abrió un nuevo grupo de apoyo para familiares de pacientes con cáncer, impulsado por el legado de Pablo Fasano. La propuesta busca contener a quienes acompañan, muchas veces en silencio, la enfermedad de sus seres queridos.
Por Cecilia Castagno | LVSJ
“Lloraba por dentro porque sabía su final”, contó Raquel Curto sobre su hijo, Pablo Fasano. Fue ese mismo dolor silenciado el que hoy da origen a una red de contención para otros. La Liga Argentina de Lucha contra el Cáncer (Lalcec) San Francisco puso en marcha un grupo gratuito de acompañamiento para familiares de personas con cáncer, un espacio que como tal no existía hasta ahora en la ciudad. La iniciativa nació de un deseo que Pablo expresó antes de morir: que nadie más atraviese ese camino en soledad.
Fasano, profesor de Educación Física, falleció en agosto de 2023 a causa de un cáncer de páncreas fulminante. Su legado se transformó en acción a través de su madre y sus hermanos, quienes impulsaron el proyecto junto a Cecilia Arato, paciente oncológica y acompañante terapéutica, y la psicóloga Gisela Bertea. Los encuentros, abiertos y quincenales, se realizan cada quince días, los martes de 14 a 15.30 en Lalcec, calle Córdoba 344. La participación es libre, aunque se aceptan colaboraciones voluntarias.
“El legado de Pablo fue claro: que exista un grupo que escuche, contenga y abrace a quienes también sufren, pero no siempre lo pueden decir”, explicó Raquel a LA VOZ DE SAN JUSTO. “Pablo trabajaba con chicos con discapacidad. Siempre estuvo al servicio del otro. Esto es una continuación de su misión.”

“Hoy ese lugar que Pablo soñó, existe. Es un espacio donde llorar está permitido”
Lalcec contaba con un grupo terapéutico para pacientes oncológicos, pero hacía falta un espacio para los familiares. Catalina Borello, presidenta de la institución, lo expresó con claridad: “Este grupo es para quienes están hoy acompañando. No para los que ya pasaron, sino para quienes viven el proceso ahora, con todo el dolor y las dudas que eso implica”.
La diferencia es clave. Mientras el paciente recibe atención, contención y seguimiento, muchas veces el familiar queda en la sombra, sin saber dónde ni con quién compartir lo que siente. “Este grupo surge porque muchas veces el que acompaña no tiene un lugar para llorar, para hablar, para admitir que también está roto”, explicó Bertea.
Y agregó: “En casa, el familiar no habla para no preocupar al paciente. Y el paciente no habla para no preocupar al familiar. Entonces están ambos con emociones contenidas. Aquí no. Acá todos están en la misma. La empatía es lo que sostiene este espacio”.
Raquel también lo vivió así: “De las puertas para afuera era un mar de lágrimas. Pero volvía a casa y tenía que estar impecable. Como si nada pasara. Eso duele y agota. Por eso esto es necesario. Es un espacio donde llorar está permitido”.

El sostén invisible
El rol del familiar suele ser silencioso. Acompaña al paciente a los turnos, contiene a los hijos, resuelve trámites, cubre ausencias. Pero rara vez tiene tiempo o lugar para pensar en sí mismo. Esa sobrecarga emocional es la que busca atender este nuevo grupo. “Detrás del paciente hay una familia entera que también se enferma, que también sufre. Hijos, padres, hermanos, parejas. Todos transitan algo para lo que nadie está preparado”, remarcó Raquel. “Y Pablo lo sabía. Por eso dejó esta misión".
La propuesta se organiza desde una mirada amplia y flexible. “No es un espacio terapéutico tradicional, sino un grupo de escucha y acompañamiento. Cada quien puede compartir lo que desee, a su ritmo. Si detectamos que alguien necesita un tratamiento más profundo, lo canalizamos por otros espacios”, aclaró Bertea.
“En casa el familiar no habla para no preocupar al paciente. Y el paciente tampoco habla para no preocupar al familiar”
El abordaje no es solo emocional. También se trabaja con herramientas concretas. “Muchas veces el familiar no sabe cómo acompañar. Qué decir, qué hacer. Este espacio también es para eso. Para aprender juntos”, señalaron las coordinadoras.

Un dolor transformado
Para quienes conocieron a Pablo Fasano, el proyecto no sorprende. “Era una persona comprometida, solidaria, muy querida en la ciudad. Venía a Lalcec, charlábamos mucho. Siempre pensaba en los demás”, lo recordó Borello.
Raquel lo resume con una frase que dice más de lo que aparenta: “Pablo lloraba por dentro. Pero soñaba con que nadie más tenga que esconder su dolor. Hoy ese sueño se volvió real. Hoy estamos haciendo lo que él pidió”.
Su voz, serena pero cargada de emoción, resuena fuerte: “Es una enorme felicidad poder ayudar desde lo que él dejó. Siento que sigo caminando con él. Me siento acompañada. Estamos acompañando a otros como familia, como comunidad”.
La propuesta de Lalcec también pone en valor el trabajo de contención comunitaria. Además del nuevo grupo, la institución ofrece apoyo psicológico, acompañamiento con medicamentos, asesoramiento médico y un consultorio especializado en tratamiento del dolor. Todo con una lógica solidaria.
“Cuando alguien recibe un diagnóstico de cáncer, quiere empezar el tratamiento ayer, no mañana. Si la obra social se demora, Lalcec presta la medicación. Después, cuando llega, se repone. No dejamos a nadie sin ayuda”, aseguró Borello.

Que el grupo perdure
El mayor desafío ahora es que el grupo crezca y se sostenga. “No queremos que sea algo pasajero. Esto tiene que seguir, porque hay muchas personas que lo necesitan”, dijo Bertea. Y acotó: “Por eso es tan importante la difusión. Que la comunidad conozca que este espacio existe”.
Raquel también lo espera así: “Que dure en el tiempo, que siga ayudando a otros. Es la forma más hermosa de mantener vivo a Pablo. De transformar el dolor en amor”.
En San Francisco, a partir de ahora, quienes sostienen ya no estarán solos. Hay un lugar para ellos. Hay palabras, hay escucha. Hay comunidad.
Las personas interesadas pueden comunicarse directamente con las coordinadoras Cecilia Arato (3564-417858) o Gisela Bertea (3562-408599)