Análisis
El desafío del frío extremo

Frente a la posibilidad concreta de que nuevas olas polares se abatan sobre el centro del país, la prioridad debe ser la ayuda a los sectores más carecientes. Apelando, sí, a la solidaridad social, pero fundamentalmente la acción del Estado.
La semana que pasó estuvo marcada por el frío extremo. La ola polar se esparció por todo el territorio nacional y dejó postales contradictorias: algunas maravillosas, otras dolorosas. Es que a las imágenes de paisajes nevados y de personas disfrutando de ellos incluso en sitios donde no se registran estos fenómenos con frecuencia, se sumaron las generadas por los accidentes ocurridos en caminos helados y las que grafican la vulnerabilidad de importantes sectores de la población.
El Servicio Meteorológico Nacional lanzó decenas de alertas para distintas regiones. Gélidas jornadas como las que se vivieron en los últimos días implicaron efectos extremos y peligrosos para la salud humana, provocaron trastornos en la vida cotidiana, obligaron a suspender clases y muchas actividades productivas. Estamos frente a un invierno que se anticipa muy crudo, superando incluso al de 2007 y también al más frío de la historia reciente que fue en 1984, según publica la Bolsa de Comercio de Rosario en un informe sobre proyección de siembras.
Los datos de temperaturas extremas sorprendieron hasta a los expertos más avezados y constituyen un desafío mayúsculo porque provocan efectos significativos tanto en la salud pública como en el medio ambiente y la infraestructura. Las temperaturas bajo cero pueden ocasionar problemas como hipotermia, congelación y un aumento en la incidencia de enfermedades respiratorias, que desde hace varias semanas se nota en los hospitales y sanatorios. Además, el frío extremo también daña los cultivos, afecta el suministro de agua potable y acarrea dificultades en el transporte y la energía. El ritmo de vida habitual se altera y la necesidad de prevención se intensifica.
En este marco, los sectores más vulnerables de la población requieren del apoyo comunitario y de los distintos niveles del Estado. En cualquier circunstancia, pero mucho más cuando las temperaturas extremas se hacen presentes, agravia a la condición humana la cantidad de personas en situación calle. Pero también generan zozobra los padecimientos de niños, adultos mayores y familias enteras que no cuentan con las posibilidades de calefaccionar adecuadamente sus viviendas y tampoco pueden acceder a los servicios de salud pública.
Por ello, frente a la posibilidad concreta de que nuevas olas polares se abatan sobre el centro del país, la prioridad debe ser la ayuda a los sectores más carecientes. Apelando, si, a la solidaridad social, pero fundamentalmente la acción del Estado debe proveer de las condiciones mínimas para garantizar la atención a todas las situaciones que puedan generarse.
El final de junio y los primeros días de julio podrían quedar registrados como ejemplo del rigor invernal. Nos recuerdan, además, que la vida se vuelve frágil cuando los termómetros caen por debajo de −10 °C. Y que no se trata solo de cifras o imágenes, sino de personas que requieren atención especial, mediante estrategias que asistan a los sectores más vulnerables, garantizando refugios, calefacción y dedicación constante a personas en situación de calle, adultos mayores y familias sin recursos. Así también, mediante el refuerzo del sistema de salud y el blindaje de la infraestructura crítica para garantizar que la calefacción llegue a todos los sectores.