Análisis
El desafío de “ser uno mismo”
La serie Adolescencia logró visibilizar un problema que no reconoce fronteras, abarca los aspectos más sensibles de la vida de las personas y merece ser analizado con detenimiento.
“A veces es difícil ser uno mismo.” Así comienza la reflexión de una adolescente sanfrancisqueña que participó del informe especial publicado por este medio, motivado por el impacto que generó la serie Adolescencia, un fenómeno global que ha puesto en primer plano las tensiones, contradicciones y vulnerabilidades que atraviesan los jóvenes de hoy.
En pocas líneas, la joven expresa con claridad el dilema de una generación que crece en un contexto donde los espacios tradicionales de formación —la escuela, la familia, los amigos— se ven atravesados y muchas veces desplazados por un nuevo actor: las redes sociales. “Nos movemos entre lo que nos gusta y lo que los demás esperan”, señala. Esa frase resume el malestar que genera la presión por encajar, por formar parte, por construir una imagen que a veces no se corresponde con lo que se siente.
El anonimato o la distancia que permiten las plataformas digitales puede brindar cierto resguardo, pero también exponen a los adolescentes a un juicio constante, a la crítica, a la comparación permanente. Se suman así nuevas capas de complejidad a procesos ya desafiantes como la construcción de identidad, la necesidad de pertenencia y el desarrollo de la autoestima. Decir lo que uno siente en casa o en el aula, reconoce la joven, muchas veces cuesta. Y el miedo al rechazo o a la incomprensión hace que muchos opten por callar.
En el citado informe, profesionales de la psicología, la psicopedagogía y la sociología brindaron sus impresiones acerca de cómo se construye la socialización de las nuevas generaciones. Las redes sociales se han sumado como instrumento. Ya no son la familia y la escuela las únicas instituciones capaces de brindar las herramientas para que el joven encuentre su lugar en la comunidad. Este “corrimiento del eje” en la formación de estructuras y lazos sociales asoma en la serie aludida de manera notoria y desliza la discusión hacia la influencia de las redes, convertidas hoy en un arma de doble filo: favorecen la socialización y, al mismo tiempo, representan una amenaza.
Ante este escenario, algunos países han comenzado a tomar medidas regulatorias. El caso más reciente y contundente es el de Australia, cuyo primer ministro dedicó un tramo central de su discurso de apertura de sesiones legislativas a advertir sobre los riesgos que, a juicio de su gobierno, representan las redes sociales para los menores de edad. El proyecto de ley que impulsa no solo propone establecer una edad mínima para el acceso a plataformas como TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y X, sino también trasladar la responsabilidad del control hacia las empresas tecnológicas. En lugar de confiar en la sinceridad de los usuarios, se buscará que las compañías implementen sistemas efectivos para evitar el ingreso de menores de 16 años, bajo amenaza de multas millonarias.
La serie Adolescencia logró visibilizar un problema que no reconoce fronteras, abarca los aspectos más sensibles de la vida de las personas y merece ser analizado con detenimiento. A lo largo de la historia, distintos factores e instituciones han influido en los modos de socializar, pero esta es la primera vez que algoritmos programados para maximizar el tiempo de permanencia en pantalla inciden directamente en la forma en que los jóvenes se vinculan, se perciben y se construyen.
Por eso, más que nunca, es necesario escuchar estas voces. La de una adolescente que, con palabras sencillas pero potentes, reconoce que enfrenta un desafío complejo: “Ser uno mismo”.